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mercredi, août 16, 2017

Crítica de la vida moderna 7

de vuelta a casa, cierto recelo de regresar en auto, sobre todo en las autopistas francesas, que son, por su forma matemática y fría, una cachetada a la imaginación que desea contraste, ir lento. Creo que alguien dijo que la "identidad francesa" la fomentó las redes de transporte. Yo creo, y no soy la única, que se debe dejar de estriar el territorio de asfalto y dejar de fomentar el auto como el trasnporte ideal. Es egoísta y aturde, y si antes me gustaba, en distancias cortas, ahora lo detesto.

bajemos del auto.

llegando a Pau, había una bruma fantasmal, silencio, muy lejos del tumulto de París, aunque menos que de costumbre porque es agosto, ah, la soledad de los Pirineos. Se puede pensar mejor ante la ausencia de miradas, pero hay menos evento, lo que nutre a una imaginación sedienta de sucesos...

regreso...

alguien llama...

 velada en el restaurante Manko

quedamos  en París con un amigo fotógrafo para hacer una incursión en un resturante peruano en la lujosa avenida Montaigne en París. Necesidad de sabores y aromas que recompongan el interior, luego de accidente en auto, que quedó deshecho, la sensación de haber pasado cerca de la línea vital es intensa. Comprendemos lo frágiles que somos y lo veloz del imprevisto, no fue nuestra responsabilidad, sino la de un conductor que perdió el control de su auto. La densidad del tránsito en París, la aprensión que inspira esta ciudad incluso entre la gente que ha nacido en el mismo país, crean como un cerco de desconfianza. Algo tiene que ver el hecho de conducir a la defensiva, en terreno extranjero. El lugar (restaurante donde es socio Gastón Acurio) era entonces una especie de nido que podía acoger con sus sabores, sus lámparas belle epoque, su suntuosidad y su griterío mundado, un alma descolocada, en contacto con zonas grises de la experiencia desde que la madre de mi compañero se fue de forma intempestiva. Es difícil nombrar estos instantes, hay algo que se rasga, que se descompone en el lenguaje. Son momentos a los que todo.as asistiremos, y hay que estar preparado.as. Todo esto hizo que esa visita, guiada por la sobriedad del jefe de concineros, Melio Oriundo, fuese un isntante de verdadero sosiego. Melio ha nacido en el mismo departamento que yo, Ayacucho y tiene esa austeridad andina que yo perdí al crecer en Lima, tan alborotada. Su presencia se me hizo grata inmeditamnete, tocaba las orillas de mi contienente y de mi país valorizado por la mercadotecnia, ironía de la vida. La cocina peruana es revalorizada por una imagen de comida equilibrada y diversa. Su mestizaje de origen ha sido exportado gracias a las tencologías de comunicación y de marketing. Algunas veces ese azar objetivo produce este acomodo en el rompecabezas mundial. Un espacio pequeño que no garantiza duración pienso, puesto que las modas impuestas por la mercantilización son siempre caprichosas y aleatorias. Solo si se entiende este fenómeno como la valorización de una trayectoria cultural reconocida, de una historia como país, será durable.

La identidad por el estómago.

ya que no tenemos una identidad histórica, el estómago cumple un rol importante. Cumple el papel de la narración, de escritura de la historia a través de los sentidos. Cada sabor puede unir esas partes dispersas del país diverso que es mi país, pero no sé si eso funcione por mucho tiempo. La idea, como abstracción y sin asidero concreto, sin continuidad, puede terminar siendo consumida y desechada. Todo lo que se consume como cliente termina en el tacho de basura.

estamos en días grises, con lluvia, en pleno mes de agosto. algo se ha modificado en mi calendario individual. El hecho de vivir a través de las redes y ausente de una prosa colectiva, me devuelve una experiencia fantasmal y abstracta. Ya no vives donde vives sino en donde apareces de forma virtual, así, me levanto y estoy conectada con el Perú, con Venezuela o con México, de tiempo y tiempo visito Francia, y sin embargo, vivo aquí!

seguiré con esta idea del cuerpo ausente de la comunicación

es cierto que en París, por ser una ciudad cargada de eventos, se te exige una presensia activa, menos pasiva.




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