Pages

mercredi, février 26, 2014

La serenidad

La violencia es uno de los temas más difíciles de analizar, el que nos confronta con nuestros límites para comprender. Pienso en cuando Hannah Arendt escribió su Informe sobre Eischmann, los ataques que recibió cuando se atrevió a decir que la violencia muchas veces es banal, que somos capaces de ser violento.as y de hacer tanto daño- Lo que ha venido sucediendo este mes de febrero en Venezuela, nos puede llevar a analizar muchos aspectos en nuestras democracias, qué sucede para que se bloqueen los canales de diálogo y de reflexión. En lo personal, la violencia me desarma, me deja sin lenguaje y solo se puede tener ideas vagas. Pese a eso, intento una reflexión. Estas reacciones violentas descubren una falta de diálogo, una ruptura en la comunicación. Hay una retórica cultural que es reactiva que no razona sino que condena, persigue, que busca culpables. Hay un ambiente de angustia general, de miedo al futuro, de incertidumbre. Estamos en una etapa de crisis de modelos y paradigmas, dentro de esa confusión, es difícil que se pueda escuchar la palabra del otro.a, la atención está deformada por el ruido y la angustia en tratar de comunicar. Hay muchas cosas en las que se ha avanzado en Venezuela, una participación civil importante, una democracia protagónica que a la larga dará sus frutos. Los avances no son invenciones, son ciertos. Sin embargo se carece de análisis y de autocrítica. Hay una mística que domina, y esa mística no facilita la reflexión. Tal vez una manera de salir de esa trampa sea pasar a una consolidación de valores de convivencia sólidos, el problema es que esos valores seguirán (al menos por un tiempo) ligados a la religión, de ahí que las reacciones hayan sido frenadas por una compasión, una noción cristiana del prójimo. Muy pocas personas pueden trabajar interiormente de manera autónoma, prescindiendo de la religión. No se llega todavía a eso porque los valores que dominan son demasiado individuales, egoístas, poco solidarios y desconocen una parte de la realidad (¿cuántos jóvenes burgueses han puesto los pies en un pueblo joven, cuántos se conocen?). Hacer que la empatía sea la relación con el otro.a el adverso, el de otra tendencia política, incluso la más radical, no es fácil, exige un enorme autocontrol, una afirmación de Eros sobre Tánatos. La tarea más difícil entonces es lograr que ese capital simbólico que han logrado con los años de revolución (que es cultural, es decir, salir de la dominación simbólica para ser creativos y no pasivos) debe ser compartido, dialogante y no monologante. La mayoría de la población en Venezuela ha reaccionado con empatía al ver que se estaban cometidiendo excesos, que se estaba cayendo en una violencia oscura y sin sentido. ¿Qué modelo económico desean para ellos y ellas? Eso lo pueden decidir en el debate democrático, siempre está la posibilidad del acuerdo, de la complementaridad. Tal vez esa sea la idea, no ver al adversario como enemigo sino como complemento.
También hemos visto que este debate era internacional a través de las redes sociales y del rol perverso de los medios de comunicación. Han actuado de forma abusiva incitando no al diálogo sino a la contienda y al enfrentamiento. En toda Latinoamérica nos hacen falta medios que fomenten el diálogo y la réflexión y estamos en manos de la doxa y la opinión manejada por grandes transnacionales. En toda América latina estamos reintentando una democracia protagónica, solidaria, vitalista, que no se estropee por la ceguera de unas cuantas personas. Tal vez se ha instalado el sentir antes que el pensamiento, en contra del convencimiento de que se posee la verdad. Se ha instalado la duda de si se puede aceptar vivir en medio de una división tan dolorosa, de si se puede avanzar de manera ciega, instalando el miedo y no la serenidad y el apego a los valores comunes. Desconocer el valor humano de una parte de la población (la más vulnerable) de un país es una barbarie. No es la respuesta a ningún malestar social. El desarraigo de las clases altas y medias ha generado una respuesta muy violenta. El gobierno puede integrar a su reflexión esta forma de reacción, no ignorarla, integrarla. No sé si sea ingenua, pero siempre confío en que las personas, dependiendo a qué situación se confronten, pueden sacar lo mejor de sí mismas.

Nosotros que podemos ser siempre mejores, decía Rilke.

Aucun commentaire: