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mercredi, août 14, 2013

El cuello del cisne


Una de las cosas más calculadas y violentas, ha sido lograr convencer a las mujeres que ellas son sus propias enemigas. El "feminismo" ha sido un arma de doble filo al estigmatizarlas como excluidas, unas por rebeldes, otras por pasivas, han quedado al margen de la sociedad. Nuestra "muerte civil" empezó hace mucho tiempo, en la Grecia antigua, donde las mujeres de Atenas eran esclavas, y ahora donde se han creado modos más perversos de sometimiento, entre otros, una invisibilidad social resuelta e incomprensible.
Otro tema angular es hablar de la violencia contra las mujeres, la violencia psicológica y física, y lo que es su culminación más bárbara: el feminicidio. Las instituciones no han servido para transformar la manera de pensar de hombres, ni de mujeres. Se nos han arrojado algunos  huesos para roer, pero no hay carne, no hay lenguaje que acompañe una revolución verdadera de cultura (salvo excepciones como en Venezuela donde el discurso incluye siempre el pronombre femenino). Hay ministerios, Ongs, detritus de la sociedad. Cuando se habla de "liberar a la mujer", se la mistifica y pasa a ser una especie de virgen secular, de ahí que las chicas muy jóvenes (13-16 años) sientan que cumplen un rol fundamental en la sociedad siendo madres y se entregan a él con vocación mística, casi suicida. No hay elección cuando las condiciones para elegir ser madre son apremiantes y tan deshonestas. Lo que tiene que ir de la mano de una protección, y una reparación a estas niñas-madres (prestaciones sociales etc), es una orientación vocacional (y profesional, es una profesión ser  madre, ¿quién les dijo eso?), de prevención y planificación de la maternidad (además compartida) si es que desean una familia tradicional. Niñas-madres no podrán ser educadoras sino una carga para la sociedad y para sí mismas... Podemos imaginar perfectamente la mano de cualquier tirano que, mientras acaricia el cuello de su compañera, decide ajustarlo hasta matarla solo por inconsciencia, el poder es mortal. Acaba de morir una mujer en una comunidad venezolana (en el mundo entero una mujer muere por violencia en manos de algún tirano o inconsciente), y las feministas en Venezuela han protestado con firmeza, cosa que entiendo perfectamente. Esta protesta tiene un valor simbólico inmenso, está destinada a crear una conciencia moral colectiva, un patrimonio democrático. Esperemos que la opinión pública tome conciencia de esto, aunque no está garantizado, les interesa todo lo que sirve para hacer show, la reacción inmediata y epidérmica, es como si estuviesen todo el tiempo tratando de hacer que el lado más oscuro, más reptilíneo de las personas, emerja. Pensé inmediatamente en  en el caso de una escritora amiga en mi país, el Perú, Dalmacia Ruiz Rosas, del enfrentamiento que tuvo, en plena lectura de poesía, con una fauno machista, casi un cíclope burdo y agresivo. Ella no tardó en contestar, respondiendo a la agresión, utilizando la misma agresión, voz firme, gritos, etc... Era imposible que se condujese como una doncella cuando se trata de cambiar la imagen de la mujer, y cuando su agresor la estaba viendo justamente como "una mujer"  y esperaba la reacción modosita de una eclava que cediese a la presión, que dejase de leer, de hablar, que se calle.  La sutiliza a veces retrocede cuando la situación lo exige, y era el caso de Dalmacia. Ha seguido la ridiculización, la estigmatización y cero debate sobre el machismo imperante en el perú, y sobre todo en Lima, es como con el tema del racismo, por miedo a "molestar", y por qué nadie sabe qué rostro tiene, sobre todo no puede ser ni reconocerse como mestizo, nadie habla del tema. Nadie habla del aborto porque de la misma manera como no sabemos quiénes somos ni qué deseamos, no podemos planificqr nada, ni siquiera la feliz venida de un niño o niña, que, en vez de nacer en la miseria podría nacer en un espacio seguro y cálido.

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