Pages

jeudi, janvier 03, 2013

Retorno

Mon verre est petit, mais je bois dans mon verre, Alfred de Musset

Después de estos días cargados de presión, presión exterior para celebrar el final de año, la navidad, todos nuestros símbolos de civilización occidental (sic) que a veces me llevaban a pararme en una esquina y pensar: ¿realmente, qué es todo esto, esta locura consumista, el deseo de comprar y comprar cualquier cosa, pourvu que quelqu un nous face sentir que somos necesarios? el lapsus en francés quiere decir: con tal que alguien nos haga sentir necesarioas....

tengo una imagen muy clara, caminando con mi madre por la calles de Chosica atestadas de vendedores ambulantes que anunciaban a gritos sus productos made in china, había una estridencia, un hormigueo humano que no sé si era humano o automático, inconciente. Todo el mundo acepta entrar en el juego de parecer más que ser: Por ejemplo, parece que hemos crecido en la economía peruana, que la clase media aumenta, pero lo que aumenta es el endeudamiento de esa clase media para consumir productos que "dan la impresión" que su vida ha mejorado. Pero la calidad de los productos que se consume, si se come mejor, o si se consumen productos tóxicos, de mala calidad, no está en juego, nadie se hace la pregunta. Basta que la propaganda diga lo contrario: el deseo es mimético, no es el deseo de unoa mismoa, es el deseo del Otro!! Y en esa mímesis todo el mundo padece la alienación de convertirse en una marca, con un miedo casi infantil de desaparecer como individuo. Por instantes pensaba: la ciudadanía de la mayoría de la gente no está inspirada en el diálogo, en el intercambio de ideas y emociones si no en el consumo! Eso también se transmite a las relaciones, somos lo que consumimos, y una representación en un mercado, exagerando el trazo, si alguien accede a decodificar (o conoce la marca) estamos establecemos un vínculo!

....


esa forma me parece tan forzada, tan poco "natural" por decirlo de alguna manera. Es lo más antinatural que conozco, violentamente cierto.
Hay que atravesar un límite para ver de cerca esa locura capitalista, consumista, que destruye todo, y folclorisa coloreando todo de un brillo fatuo incluso a las personas. Nadie es lo que es sino una especie de "aculturado" al consumo. En ese instante, la frase de Arguedas: Yo no soy un aculturado, me parecí rotunda. Nunca se había asimilado a otra cultura por acomodamiento, temor, mimetismo, sino por deseo, deseo de ser... hay una gran diferencia, creo, entre dejarse invadir por el deseo del otro, y buscar su propio deseo.  Aunque, sea  difícil saber dónde está tu deseo. Es casi imposible, pero asimilarse, perderse en ese teatro de máscaras que impone el capitalismo... NO.

Nunca me ha parecido más evidente cuántas ficciones nos contamos, cuántas creemos inocentemente y cuánto cuesta ponerlas en duda. Se nos enseña más a aceptar que a analizar...

Regreso a Caracas, y ahí, la sensación de que hay otra búsqueda, al menos, estoy al frente de una sociedad que se busca en el error y en la caída, pero se busca. Y eso es fortalecedor. Aquí no se puede actuar o parecer, solo ser.... Por supuesto, no en toda la sociedad venezolana, hay una gran parte que sigue el ritmo planetario y desea lo mismo que los demás, consumir. De lo contrario está dispuesta a matar. La fragmentación es enorme. Entonces moverse en esos pliegues de reposo...

Una imagen que mantengo de este primero de enero: la subida en el teleférico al cerro del Ávila, ahí el silencio es puro, un descanso de este mundo tan acelerado y extraño.


1 commentaire:

Rafael Llimós a dit…

en esta época, la utopía ha sido reemplazada por el simulacro