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dimanche, juin 17, 2012

El silencio de París

Una de las cosas que más me sorprenden al llegar a París es el silencio que puede encerrar una ciudad tan poblada, la gente discurre lenta, suave, rodeada de un ligero ruido de autos. Los cantos de los pájaros son tan distintos a los de Caracas: reconozco que mi primera impresión fue de sentirme desubicada al no encontrarme por la mañana con la maraña verde de allá y el tejido tupido de los pájaros, en cambio, ayer había un cielo gris, tupido, y hoy uno claro y iluminado donde sobresale el símbolo fálico de la Torre Eiffel. Ayer me dediqué a lo que llamo "pequeños placeres mezquinos" como son comer un buen pan, queso con finas hierbas, tarama, palta de Perú (sí, es alucinante) un té de Verbene en Les deux Magots  con mi amigo César, una larga caminata por Saint Germain, la visita a la librería La hune, que ahora ocupa el lugar de la boutique de Dior, una cosa rarísima en este mundo tan frívolo. Y una cosa todavía más extraña, sentí, no bien llegué, que mi cabeza está configurada, ahora, de otra manera, que este mundo funciona, gira, gracias a un consumo puntual, pero que la vida de las personas que circulaban, esencialmente, estaba muy desvalida, muy desprotegida. No sé cuándo he percibido esto, tal vez cuando entré a la boutique Orange y vi a una mujer sentada, visiblemente cansada, o golpeada por la vida, no lo sé y quizás sea mi lado novelero y dramático, pero ella pedía un Iphone y la vendedora (que seguro vive también de pequeñas comisiones) se lo endilgaba con varios argumentos, que escondían el hecho de que se endeudaba por varios años. Pensé, esto es una locura, la gente cree que poseer objetos es lo más importante, y funciona!! Esta crítica va también dirigida hacia mí misma que antes me llenaba de ansiedad por ir a las tiendas, las Galerías, etc, confieso que he ido, pero resuelta a comprar solo que me gustaba y necesitaba, y no perder mi deseo en la oferta que viene de afuera.

La felicidad no está en eso, quizás solo esté en detalles más ínfimos, gratuitos y que viene de nosotroas mismoas...
Exactamente como escribe Francoise Heritiere en su Sal de la vida, pro ejemplo: caminar sin zapatos, comer fresas Gariguette, caminar por las calles, mirar a un hombre que pasa jalando un carrito, una señora anciana que cruza la calle y te mira sorprendida, las conversaciones de los edificios, quedarse leyendo el libro sobre Manuela Saenz en la cama, mirar una película. conversar con X, ir a la biblioteca y quedarse mirando cualquier libro, pensar que voy a descubrir algo nuevo sobre el inconsciente (una broma, como se dice en Venezuela) leer las noticias de Venezuela, reírse un poco de sí misma por creeerse una "chiquilla" y se es una mujer adulta, caminar sobre los diarios tirados en el suelo, ir a comprarlos al tabac, mirar las flores de las floristerías (se dice así, ni idea), mirar las vitrinas, mirar a la gente y pensar en todas las personas que quiero y que sueño un día en París, conmigo...

y por último, salir a caminar ahora, con un poco de frío y a punto de resfriarme (no hace más que 20 grados) y dudar si tomar un velib...

voila la vie en gros.... et en rose...
foto, vista desde mi ventana en el XV...

4 commentaires:

Rafael Llimós a dit…

Al parecer el famoso encanto de Paris es un mito de otra época. La vida es la misma en todas partes. Muchos se alocan por un Iphone.

Patricia De Souza a dit…

Sí, la globalización también ha globalizado los gustos y las necesidades, aunque se mantengan algunas "espeficidades"... Ser independiente en sus deseos, cuesta mucho, no?

azuldeponiente a dit…

Me permites la posibilidad de acompañarte durante esos lujos del alma?

Hace tiempo que tomé la decisión de deslastrarme de posesiones adquiridas por inercia o presión ajenas a mi necesidad.

A salvo estoy con excepciones mínimas y estéticas: botines artísticos inevaluables económicamente. El precio y el valor no siempre al unísono.

Gracias por "tu París".

Patricia De Souza a dit…

de nada, un placer, compartir...