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mardi, janvier 03, 2012

El horror ecológico

Regreso de unos días en los cayos del parque nacional Morocoy, parque nacional de Venezuela. Fuimos con mucha ilusión, al menos, yo, imaginé toda una aventura, y qué aventura!. La verdad que este parque es una reserva  natural importante, con playas hermosas de arena blanca y cocoteros, aves de todo tipo, corales, peces de colores... es, sigue siendo, pero dejará de serlo muy pronto porque están al borde de la catástrofe ecológica.
tal vez la ecología se haya convertido en una nueva religión, eso no significa que no hayamos violentado todo el planeta volviéndolo hostil, inhospitalario (hay que ver las temperaturas en verano, los diluvios, etc) y pronto, más inhabitable...
es la impresión que he sentido en Chichiriviche, una naturaleza abrumada, destrozada por el consumo humano. cientos de botellas, de bolsas de plástico, de tapas de botella, flotando en el puerto de embarque para los cayos, luego, en los mismos cayos, en pleno parque nacional, bolsas reventando de basura cada diez metros, botellas de todo tipo, mientras alguna ave de paraíso venía a recordarte que ese era un lugar equilibrado  pero que ahora se ha c onvertido en un centro de intercambio de estereoptipos, lo que se podría llamar "la ideología de la playa". Todo el mundo va al mar, pero no a disfrutarlo sino a proyectar una imagen y a intercambiarla.
Lanchas, yates y botes flotando en el piélago. Música a todo volumen
guerra de música
mujeres con senos en silicona (me dice una amiga que cada 4h, una mujer se opera de los senos en Venezuela) bailando, bebiendo alegremente, primero piensas: qué bien, cómo se divierten, luego, la imagen se repite tanto y con tanta histeria, que no sabes qué hacer...
las calles revientan de gente, todo el mundo transporta su nevera con cervezas y otras bebidas dependienedo del estatus social

vamos a cayo pescadores, en bote, el paisaje a cortar el aliento. la playa, hermosa, pero de pronto, oh oh, de nuevo esa música estridente, empiezas a caminar y la basura, más basura...
regresar al pueblo pensar en comer una langosta, pero el laberitno es tal, que me desestructura inmediatramente... no puedo con el ruido, me vuelvo esquizofrénica...
el retorno es todavía peor, miles de autos en las carreteras, con gente que corre a  las playas, aprovechando el periodo más largo de vacaciones...dispuestas a soportar el estrés de horas y horas de espera acariciando la imagen que después podrán mostrar como la imagen idílica de las vacaciones. }
yo lo entiendo, es simbólico y el mar es delicioso, pero están ciegos o qué? no ven que las playas están enterradas de botellas, que el ruido no deja descansar un segundo, que si se bebe demasiado no es tanto por hybris que por vacío? Definitivamente hay dos países en este lugar, es casi surrealista, es decir, nunca imaginé tanta gente en ese mismo estado, compartiendo los mismos códigos, las mismas poses, los mismos gestos. Hay una mímesis colectiva que de hecho funciona, pero la depredación como resultado es inquietante, es de una inconciencia sorda, torpe, necia.

lo peor de todo es que ya existen experiencias crueles: la España de la Costa del sol, Acapulco y Cancún en México (donde hay el índice más alto de suicidios, les dice algo?), son los que me vienen a la mente...

si la noche del 31 cenaba pensando en los cayos como un lugarde paseo, de juego y silencio, regresé pensando que si no hacen nada en Venezuela, estos lugares serán solo la imagen caduca de un sitio paradisíaco, convertidos en inhóspitos y destrozados por la horda aturdida de veraneantes que no ve en la naturaleza más que una proyección de sus necesidades de tarjeta postal, una imagen industrial de lo que significa disfrutar, el placer, y sobre todo el cuerpo, ahora más mercantilizado que nunca, si no pregunten a estas jóvenes náyades que piden como regalo de quince años un par de senos en silicona... y si los homnbres se pusieran a pedir algo por el estilo a sus madres?

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