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mercredi, août 03, 2011

La tierra, el fuego, el ardor, y la violencia...

Una escena violenta me ha dejado con una sensación de desconcierto, primero, miedo, desconfianza, luego, haciendo un esfuerzo por comprender, entiendo que hay algo que se nos escapa en esta violencia común que ha llenado las calles de Caracas. No es suficiente una lucha contra la pobreza, es necesaria, una lucha contra el deterioro moral que produce la pobreza, y no es fácil. Los jóvenes roban armados, teléfonos, computadoras, autos, nada los detiene, ninguna promesa de futuro mejor en la que posiblemente no creen.

Escuché balas, ruido de sirenas cuando me preparaba a salir. Salí un instante después,  bajé a pie la quebrada de Las lomas y descubrí una nube de policías en moto, patrulleros. Habían chapado al joven ladrón, no más de 18 años, rostro confundido, emblanquecido por el miedo, expresión de desconcierto: qué aguas turbias se agitan dentro de él? Tal vez ni el mismo lo sepa. Me hacía recordar a los jóvenes de los suburbios parisinos que quemaban buses, destrozaban vitrinas y agredían a personas: no sé por qué me sale tanta violencia, pero solo tengo ganas de destruir...

La exclusión y el desamparo exacerban esa sensación de sinsentido que en algunos momentos nos invaden. Pienso que tal vez cuando se roba,  se arranca una parte de la identidad de los otros )lo que los distingue de elloas):  sus bienes, sus objetos, como si fuese una forma de pelear contra su desarraigo. Son hijos de la noche, de la nada, de una sociedad bipolar que propone dos países: uno que debe construirse en medio de su tiempo y con todas los riesgos  (y errores, populismos, derrapes) que significa, y otro, que da la espalda al presente, que desea seguir como en el pasado, ignorando a esos hijos de la noche,  ese fuego de la violencia.
No creo que haya muchas soluciones para controlarla, la impunidad no puede ser tan fácil, pero tampoco el castigo generalizado o estigmatizar de los "motorizados", así les dicen a los que circulan en moto y que son quienes más roban, es la solución. Tendría que romperse esa barrera de hielo que separa a las castas sociales, hacerlas dialogar, mezclarse, ¿cómo? Los colegios, las universidades deberían ser el lugar donde esta población se conozca, se junte y se entienda, pero no es así. Son cotos cerrados y las diferencias sociales saltan a la vista, son más radicales y más violentas que en Perú o México. Tal vez una policía de proximidad, no lo sé, una que no intimide sino que trate de ganarse la confianza de esa población desorientada y que ve el robo como una reivindicación social inmediata.

Una mujer joven pasa a mi lado y me dice con su boca roja, muy carnosa: eso sucede aquí de vez en cuando, pero en mi barrio (las fabelas, los pueblos jóvenes de Caracas) sucede todos los días...

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