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mercredi, avril 13, 2011

La casa soñada, ¿qué, de la feminidad?

Anoche soñé que llegaba a la casa del pueblo (Cora Cora) donde mi abuelo materno tenía dos haciendas (suena pretencioso, digamos terrenos, campos). Entraba y encontraba un espacio armonioso, sólido, con camas bien tendidas. Creo que vi la de mi abuelo, y me sentí feliz. Ese sueño lo interpreto como un reposo exigido, como si, por fin, el viento se hiciera suave y pudiésemos descansar...

Leyendo el libro de Luce Irigaray (Bélgica 1930), El sexo que no es uno (en una excelente edición de ed. Akal), comprendo algunas cosas que ya había leído en Judith Butler, pero que me parecen todavía más claras y pertinentes. De pronto recorro mi propio trabajo, mi situación en el mundo, esa constante pelea conmigo misma, y con el mundo para ser coherente, pare reconocerme y poder hablar con más claridad. Me doy cuenta (una vez Yuri Herrera, en México, me dijo sobre uno de mis libros: es como una ontología femenina, yo pensé: es la búsqueda sí, pero nada está dado. yo quiero reconocer mi propia ley), que mi trabajo tiene un sentido, y que está menos solo de lo que pensaba, que hay otras voces, otros ámbitos, que explorar.  Cito Luce Irigaray:

"Ahora bien, ¿a qué realidad correspondería la mujer, con independencia de su función reproductiva? Parece que se le reconocen dos roles posibles, a menudo, contradictorios.  La mujer sería la igual al hombre. Gozaría de un porvenir más o menos próximo, de los mismos derechos económicos, sociales y políticos que los hombres. Sería un hombre en devenir. Pero la mujer debería conservar y mantener en el mercado de los intercambios-especial o ejemplarmente sexuales-lo que se conoce como la feminidad. La mujer recibiría su valor de su papel materno, y además de su feminidad. Pero en realidad esa feminidad, es un rol, una imagen, un valor impuesto a las mujeres por los sistemas de representación de los hombres. La mujer se pierde en la mascarada de la feminidad y se pierde a fuerza de representarla. Lo que no impide que ello exija un trabajo (el doméstico) que ella no cobra, salvo que su placer se limite a ser elegida como objeto de consumo o de codicia por parte de sujetos masculinos. Y además, ¿se puede hacer otra cosa sin quedarse fuera del mercado?
En nuestro medio social, las mujeres son "producidas", utilizadas e intercambiadas por los hombres. Su estatuto es de las mercancías. ¿Cómo puede reivindicar ese objeto de uso y transacción un derecho a la palabra, y aún más, una participación en los intercambios? Se sabe que las mercancías no van solas al mercado, y que si pudieran hablar... Así pues, las mujeres deben seguir siendo una "infraestructura" ignorada en cuanto a tal por nuestra sociedad y nuestra cultura. El uso, el consumo y la circulación de sus cuerpos sexuados aseguran la organización y la reproducción del orden social, sin que ellas participen jamás como sujetos.

El análisis de Irigaray, empieza por una crítica a Sigmund Freud y su teoría psicoanalítica de la Feminidad como ausencia de falo, y envidia del pene (en realidad yo identifico al falo como el poder, el poder de hablar y ser oída). En realidad la mujer no es un sexo, sino un sexo mutilado, atrofiado, oscuro. Freud ignora las patologías (histeria, frigidez, neurosis) como el resultado de una sociedad y de una cultura. Olvida también que el idioma (y Judith Butler también lo dice) es un logos masculino que remite al hombre a un mundo espiritual y a la mujer a uno anatómico, el cuerpo. Esa naturalización de la anatomía como una división en la lectura que hacemos del mundo, no permite pensar de igual a igual, Es un prejuicio, casi un a priori que todoas hemos heredado. Prisioneras de ese fatum, la contienda es fuerte: no es solamente contra determinismos culturarles, políticos, y filosóficos, contra los que hay que luchar, es no saber donde se encuentra esa supuesta feminidad que nos han inventado.  La economía del logos masculino, legisla, define, representa. Y en ese espejo, jamás logramos reconocernos, es una desfiguración del propio rostro.

yo sigo con mi lectura, llueve como en París en Caracas...

Importante: La inferioridad social de las mujeres se refuerza y se complica a causa de que la mujer no tiene acceso al lenguaje, salvo recurriendo a sistemas de representación masculinos que la desapropian de la relación consigo mismas y con las demás mujeres.

Creo que la mayoría de las mujeres pasamos por esto, ausentes, despojadas de presencia y de palabra. Somos las mudas (igual que los más pobres). Por eso, elegir escribir, no es solo exponerse a esa turba dispuesta al linchamiento, es inventar día a día una escritura, es inventar sus propios códigos... todo eso, es muy agotador...

caminata forzada con Luce en el bolso... Luce, quiere decir, luz.... mnnnn

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