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jeudi, avril 29, 2010

JLG

Para encontrar un eco a mi último post, leer el último de Gustavo Faverón, en Puente aéreo y no ignorar algunas respuestas. Cinismo, inamovilidad, dejar pasar.

Leo la monumental biografía de Jean-Luc Godard, por Antoine de Baecque, y descubro a la persona que tanto me fascina: un hombre obsesionado con su trabajo, alquien que como dice AdB ha sido como un radar en el mundo que la ha tocado vivir, detector de momentos importantes desmontándolos, denunciándolos, trasnformándolos con su aliento. El aliento de Godard: inalienable, irrascible, a veces, pero totalmente auténtico. Un hecho que me deja impactada: cuando Godard es muy niño, no supo de los campos de concentración, cuando lo descubre, su malestar es intenso y le reprocha a su padre el no haberle dicho nada. A la lectura de algunos poemas de Eluard (liberté) y de Aragon (creve-coeur) se da cuenta de que es final del alejandrino y de la rima, la única forma es resistir a través del lenguaje, liberándolo de sus servidumbres, de sus silencios. Todo empieza por el lenguaje!! Pérdida de inocencia y nacimiento del nuevo Godard, obsesivo con su soledad, con la coherencia que ha mantendido incluso con sus contradicciones y que lo ha convertido en un mito, no solo es el hombre que ha transformado la idea de lo que significa el cine (poniendo el documental al nivel del arte, como Duchamp con sus ready mades) si no que está lejos de la frivolidad del mundo del cine en general, del esmalte, de la pose. Anoche me sorprendí que una persona no conociese a Godard, siempre me sorprendo de cosas que no deberían sorprender tanto, pero admito que prefiero sorprenderme a quedarme pasmada. La reacción, por mínima que esta sea, es una forma de acción.

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