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lundi, janvier 18, 2010

El tiempo, el Museo de la memoria

Hay un rigor indispensable a la escritura, no se puede escribir sin tiempo ni concentración. He estado dándole vueltas a algunas ideas, una de ellas tiene que ver con el libro de Nicolas Bourriaud, Radicant pour.... que podría ser una respuesta al reciente post de Gustavo Faverón sobre el museo de la memoria y sobre un comunicado sobre el Museo de la memoria en el Perú que considera como escritura hegemónica y dominante, por ser herencia colonial, a la escrita, abogando por una forma visual de recordar, las tablas de Sarhua, el trabajo colectivo de las arpilleras, los retablos, e incluso remontando al pasado, los quipus y los pallares. Esto ha desatado un debate sobre lo hegemónico, empezando por el concepto de museo, y las escrituras hegemónicas, o sea, una discusión por la forma de representación. ¿Cómo nos representamos el dolor y, existe un solo dispositivo? Prefiero llamarlo así. Apoyándome en un fragmento del libro de Bourriaud, quien critica al post-modernismo como una deconstrucción crítica que no ha hecho sino facilitar una atomización del multicuralismo, es decir, el encierro de la diferencia -asumimos que somos diferentes, por lo tanto no somos iguales-, acompaño las reflexiones sobre este tema; cito a NB: El desafío es colosal, se trata de permitir la reescritura de la Historia "oficial" en beneficio de relatos plurales, al mismo tiempo que tratamos de facilitar un diálogo entre las diferentes versiones de la historia (...). Para esto Bourriaud considera que debe haber con una voluntad de reconocimiento, tal como la comprende Charles Taylor (y añado Lévinas).
¿Cómo ignorar que la lucha política es hoy más que nunca por las representaciones? (quién sigue diciendo que escribir no es político, eh?) Se anuncia entonces como indispensable, según los discípulos contemporáneos de Fanon, de cambiar una historia dominada por los "hombres blancos muertos" y lo que se nombra con razón "un verdadero pluralismo histórico", es decir, la integración de la voz de los Vencidos en el relato monofónico de la historia"..

Nicolas Bourriaud, Radicant pour une esthétique de la globalisation, p. 31, 39. Denoel 2010.

Yo creop que es importante tener en cuenta estos puntos de análisis antes de oponerse a lo que sería una lectura abierta de lo que significa la memoria de un país, de un grupo humano. Sin caer en el frenesí de lo que se considera "nacional"o la exacerbación del rito popular (hay un poco de frenesí ciego cuando se quiere ver todo lo local como una manifestación pura, no occidentalizada, de arte),que gusta tanto a los políticos. Justamente, a veces he sentido qjue en esto se cariocaturiza a quien se observa, encerrándolo en esa atomización de la que habla Bourriaud, y que impide una relación horizontal. Por ejemplo, en la recuperación de ciertos ritos andinos, de parte de un sector de la burguesía que no se da de igual a igual sino con paternalismo y sentimiento de culpa. Hay, por otro lado, una industrialización en el consumo, en un mundo que, globalizado, explota cualquier maniestación cultural a la carta, convirtiéndola a veces en una ideología inentelegible. ¿Quién entiende por ejemplo qué contienen ese frenesí reciente por tomar ayahuasca, mezcla de propaganda new age con espiritualismo trascendental?, etc.. etc, además del Tao, el budismo, y otro gran etc...
Pues eso, que cualquier tema puede ser recuperado y transformado en lo que deseemos que sea, la manipulación es siempre una fuerza que está del lado del más fuerte.
Ojalá, como escribió Edouard Glissant, escritor antillés, la globalisación produzca, a fuerza de juntarnos rápidamente unos con otros, avances en la conciencia y en la esperanza...

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