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mardi, juillet 21, 2009

Cada día

Cada día una nueva entrada, silenciosa, como una plegaria... Kafka decía que cada texto era como un rezo, a quién? A los demás, es la carta que se dirie a los otros buscando vivir en el ojo que la lee... Y cuando veo nueva entrada, me digo, sí, nueva entrada al mundo, nueva reconstitución porque amar la vida es aceptar que cada día es nuevo para inventarlo, porque hay que inventarlos... y por eso siempre admiro es valentía que poseemos como especie, como proyecto, siempre en devenir, en movimiento. Admiro profundamente eso y es la razón por la que me entusiasmo con la biografía de hombres y mujeres que han resistido pese a que sentían miedo y que nos han dejado sus letras, sus músicas, sus imágenes, para que podamos vivir mejor en su compañía. Esa es para mí la tarea de la escritura... la que cuenta. Suena arrogante y no lo es, porque sí, la contradicción es que se necesita cierta arrogancia, pero también cierta humildad para decidirse a remover las cosas, las ideas, las creencias...

Por ejemplo un fragmento como este:

Caminábamos juntos, hacíamos compras, mirábamos películas, escuchábamos música, encendíamos la televisión, dormíamos juntos, nos dábamos vuelta sobre la cama como en un ballet náutico perfectamente acordado, con composiciones diferentes, disfrutando de cada detalle, él besaba mis cabellos y acariciaba una mecha de pelo sobre mi frente. A veces hacíamos el amor con el mismo juego, él primero con los ojos cerrados, como si durmiese, luego se despertaba de ese sueño aparente y reclamaba cosas precisas. El resto del tiempo, muchos instantes fijos con pequeños movimientos ligeros. Como la unión de una tela y otra. Esas telas que las vendedoras desplegababan en las tiendas, los bordes que después de haber volado un instante se detenían sobre un pliegue, uno contra el otro.

Christine Angot, El mercado de los amantes.

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