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vendredi, février 27, 2009

pensamiento monolítico




Ayer recordé releyendo mi texto en francés en cómo, durante mi infancia, no tenía problemas para entrar en contacto con el mundo exterior. Trato de ser clara: no me costaba nada dejarme llevar por sensaciones de pertenencia, de reciprocidad con el paisaje y con mi entorno. Mi proceso se invirtió y ha sido una lucha, lenta, para conseguir un estatus de persona, de individuo en el mundo, pero que me ha bloqueado un poco esa sensibilidad. Recuerdo que yo miraba un árbol y de ahí imaginaba un paraíso, con solo mirar una hoja, recorría la amazonía. No es que mi imaginación se haya empobrecido, es que se ha vuelto más analítica. No lo lamento, es una constatación. Como tengo mi idea de Amor fati, sé que es un paso a otra cosa. Y cito esta frase encontrada en la revista Europe, revista literaria francesa que, en su versión de enero-febrero, está dedicada a Le Clézio, él nos dice: La cultura occidental se ha vuelto demasiado monolítica. Privilegia hasta la exacerbación su lado urbano, técnico, que impide de esta forma el desarrollo de otras formas de expresión: la religiosidad, o los sentimientos. Toda la parte impenetrable del ser humano es ocultada en nombre del racionalismo. Es esta toma de consciencia que me empujó hacia otras civilizaciones...




Y justamente, yo creo haber hecho el camino inverso, de esa infancia sensualista, irracional y medio trágica, he pasado al racionalismo europeo que me liberó de ciertas supersticiones, sobre todo de los determinismos sociales, los que me condenaban como mujer. Pero nunca, nunca he abandonado la intuición que no se podía renunciar al primero para pertenecer al segundo, es decir, a cierta irracionalida para pertenecer al mundo de la razón, sino que el camino atraviesa ambas esferas: la necesidad de la luz y el saber avanzar en la oscuridad. Lo que hace nuestro paso un poco más intenso, a veces, doloroso. Sin esa parte no podemos reconocer, apreciar otras cosas.




Curiosamente esta lectura, esta estadía en México me está llevando a descubrir cosas nuevas. Creo, honestamente que mi manera de pensar es una fusión, y cuál!! entre mi origen americano, mestizo e indígena, porque el Perú tiene lo que tiene México, una historia terrible, trágica, y no resuelta todavía, y la influencia de Francia, mi fatum, mi vida en Francia y con el idioma francés. Sería genial hablar con Le Clézio de esto, es imposible? No sé, tal vez si hiciera el esfuerzo de hablar con Gallimard para escribirle, pero me da miedo invadirlo, peor ahora que ha ganado un nobel. Aunque dudo, saben? En una comida en un Fesival de Berlín en que me tocó sentarme en una mesa con el premio noble francés de origen chino Gao Xian Iang, me dijo: mi vida antes era apacible. Ahora es detestable, no tengo privacidad. Y le creí, y sentí pena. Debe ser horrible. Bueno, yo me voy a leer a Colette y a caminar, de ahí al Zócalo!!
Ps: quisiera resaltar el hecho de que no me estoy alineando al lado de LC o de Colette, o de quien sea, por vanidad, y solo trato de Comprender ciertas cosas y busco apoyos (espacios serenos), los que me permiten internarme mejor en lo que percibo y siento. Digo esto porque muchas veces las personas interpretan como arrogacia que se hable de igual a igual con una personalidad. Ante todo, son eso, solo personas...
Enseguida, entrevista que ha salido en el diario en línea, ellibrepensador, en España: http://www.ellibrepensador.com/2009/02/27/entrevista-a-patricia-de-souza-buscando-vivir-a-eros/
Fotos: Le Clézio y Colette, de quien LC es un gran lector...

jeudi, février 26, 2009

Hoy

Hoy me levanté y dije: termino mis correcciones de La traversée. Y lo hice. Acabo de mandárselo a Milletm a Gallimard, pero sucede que ya no me siento segura de ese texto. El tiempo ha pasado, o quizás la experiencia me ha demostrado otros espacios que no había explorado. Un texto hay que entregarlo cuando lo sentimos cerca, después solo nos despersonaliza. Creo que una desearía que la realidad esté a la altura, pero no es así, y es la razón misma de escribir, completar, cambiar esa realidad en una más poética...

Ahora no sé muy bien qué hacer. O sí, empezar la traducción de mi tesis para mi futuro ensayo...

J'ai touché le fond de la piscine avec mon petit pull marine... en fin, Adjani: http://www.youtube.com/watch?v=Dy1yi7q8Rv4

mardi, février 24, 2009

Cambio de piel

Esta frase que cito a continuación es la síntesis de este día, es de Le Clézio (hablando de México): Esta experiencia ha cambiado toda mi vida, mis ideas sobre el mundo, la literatura, el arte, mi manera de caminar, de dormir y de estar con los demás, hasta mis sueños.

Desde que he llegado hay algo que desea tomar forma, un cambio de piel. Creo que mi epistema, mi forma de conocer y comprender, está dando un pequeño giro, lento, precavido. Se trata de las razones por las cuales escribo, y en qué código. Creo que me acerco más a la idea de que aunque juzguemos y tendamos a formar categorías, como un rompecabezas, movemos las piezas para formar otras figuras. Y hay otra cosa que se me hace cada vez más evidente, más importante: que cuando se escribe, por el mismo intento de dejar una huella, se borra la experiencia, se la pierde. He sentido esto de manera muy tangible, que al mismo tiempo de que escribía para arraigarme, mi destierro se hace aún mayor. No he encontrado la fórmula de hacer que mi lenguaje, lo que escribo, no me aisle dejándome sola (un exceso de consciencia también que puede resultar agotador). Entonces me digo, esta experiencia, que también vivió Le Clézio (yo lo siento como un tutor), de alguna forma me acerca a mis orígenes, me hace dudar de la herencia racional, cartesiana, indoeuropea y me pone en contacto con otras necesidades. Cuáles? La de abrir mi lenguaje a otras esferas sensoriales, dialécticas. Por ejemplo, mi lectura de José María Arguedas, es nueva, es como si lo leyera por primera vez. Mi aversión al costumbrismo se ha relativizado. Creo que mi trabajo con el lenguaje como síntoma, de una época y de una condición de mujer, seguirá siendo una coordenada, pero me gustaría ponerme en contacto con esferas más primeras, más fundamentales. Con expresiones más arcaicas con mayor la libertad. Suena complicado pero no lo es. Por ejemplo una de las cosas que más me gustaría es hacer una investigación de tipo linguístico en el CNRS (Centre national de recherche en Francia) sobre las relaciones entre idiomas coloniales e idiomas locales, cuáles han sido sus simbiosis, sus sincretismos y cuáles son sus deudas. Por supuesto que las novelas no son solo lenguaje, porque hay personajes, escenas, espacio y tiempo, pero sin el lenguaje no existirían. Lo que quiero es hurgar en las expresiones marginales, cómo? No lo sé, es una intuíción aún no muy clara. Lo que sé es que me siento más autorizada a hacerlo, o más orientada. Esta refelexión era importane que la pusiera por escrito. Es un mutatis...

en esta mañana de sol espléndido... Y ahora a trabajar...

lundi, février 23, 2009

Alimentos terrestres

Después de mi blog y haber leído un fragmento del I Ching (es curioso, soy excéptica con esto, pero como el texto es hermoso, los leo) recomienda buscar alimentos espirituales. No tratar de alcanzar quellos alimentos que no nutren. Los terrestres son pasajeros, son de duración corta y dejan poca huella, los espirituales son los que fortalecen, por eso, hay que saber elegir lecturas, amistades, amores. Y lugares donde vivir. Tengo un fragmento e la memoria de la novela de Claude Simon, el Tranway, que sucede en Perpignan. Simon esá pequeño y describe una escena cuando persigue el Tranway, y lo pierde, con una intensidad poética tan verdadera, que parece imposible escribir después algo que valga la pena. Siempre espero no perder el tiempo dando vueltas en torno de cosas y personas que no nos van, nunca, a entregar un fragmento como ese, pero, y toda mi confianza en las personas, adónde se fue? Sí la tengo, pero hay que tener sentido de la realidad, hacer una selección. Ya vendrán tiempos bienaventurados donde le ciego quiera la luz, aunque no la pueda ver. De veras, es una disciplina. Y rinde frutos. Ganas de releer a Colette, incursión, en bicileta, a la biblioteca de la Maison de France... inevitable.

Valle Bravo


No fue al mar, fuimos a la montaña, a una cabaña en lo alto de la sierra de Valle de Bravo, con vista a un volcán, el de Toluca. A este valle van todos los "chilangos", así les dicen a los del D.F a pasar el fin de semana. Y es realmente bonito, las casas rodean un lago espectacular y el pueblo está regado de casas de teja roja, con muros de adobe, cubiertos de cal. Hay tiendas de todo tipo, desde la más sofisticadas hasta la más artesanales. La vegetación son pinos altísimos, elhechos, aloes, y otro tipo de coníferos (parecía mediterrránea, me hizo pensar un poco en el Montseny, de Barcelona). Sobre todo hay una migración de mariposas Monarca que parece ser impresionante, pero como yo estaba medio con jet lag, medio despistada, y Olivier también, decidimos dejarlo para la próxima visita. El pueblo me hacía pensar un poco en Cora Cora y los pocos recuerdos, intensos, que tengo de mi infancia. La llegada desde Lima y el momento jubilatorio en que mi abuelo nos designaba un caballo. Lo que sucede en México es que este lugar, pese a ser rural, tiene instalaciones y sobre todo, casas, de lujo. Ranchos con piscina, canchas de tenis, etc... casi me ofende esa riqueza...

PS: al despertarme a veces siento una desubicación, no sé dónde estoy, pero, poco, aterrizo. Siempre hay que estar en el presente...

vendredi, février 20, 2009

Eros

Acabo de regresar de caminar (me encontré con Juan Gelmann en el supermercado, en ropa de deporte, acompañado de su esposa). Sigo con jet lag pero lo aprovecho para trabajar e ir más lento. Moderato... tengo que hablar de Steiner, de un texto que acabo de leer y que me ha dejado impresionada. A ver, creo que siempre oscilamos entre el excepticismo, la duda, y la confianza, la creencia. Cierto, Steiner, al hablar mal de Simone Weil, me pareció misógino, y ciertamente lo es, pero leyendo su texto, Los libros que no he escrito, me quedo impresionada al leer, Los idioma de Eros. Una exquisitez. No solo porque dice que lo erótico está ligado al lenguaje, que es una pericia del lenguaje y de su trabajo creativo, sino porque hay en este texto una vitalidad, una fuerza, un eros, que me subyuga: está tan vivo!

Ayer cité a Pavese, un escritor que me interesa más por su Oficio de escribir que por sus ficciones, solo puedo ver una cierta autocomplacencia con su pesimismo. Puede ser fácil ser pesimista, adelantarse a los hechos, esperando siempre lo peor. El vitalismo, es desprejuciado, no tiene una moral y no lee fracasos, solo experiencias. Creo que es una especie de sabiduría muy spinozista. Decían que Pavese tenía problemas de impotencia, es decir, Eros, estaba ausente. Steiner nos dice, en la vejez eros es el lenguaje porque el cuerpo ya no está activo. No podemos saber por Pavese, lo cierto es que estaba muy solo y necesitado de amor. Esa palabrita... me conmueve el esfuerzo que hacemos, con palabras, para alcanzar al otro, para seguirlo, abarcarlo, comprenderlo y acercarnos... Y dejar de sentirnos soloas. No somos tan cobardes, somos más valientes. Vivir es también un acto de valentía. La nota del autor de este libro de George Steiner que está en FCE dice: Cada uno de estos siete capítulos habla de un libro que yo tenía la esperanza de escribir y que nunca he escrito. Trata de explicar por qué. Un libro no escrito es algo más que un vacío. Acompaña a la obra que uno ha hecho como una sombra irónica y triste. Es una de las vidas que podíamos haber vivido, uno de los viajes que nunca emprendimos. La filosofía enseña que la negación puede ser determinante. Es más que una negación de posibilidad. La privación tiene consecuencias que no podemos prever ni calibrar adecuadamente. Es el libro que nunca hemos escrito el que podría haber establecido la diferencia. El que podría habernos permitido fracasar mejor. O tal vez no.

me gusta esta frase final... y decía, que la actitud espinozista, porque yo no la inventado, ya el la pensó antes es: No tomar con ironía las acciones humanas, ni con pena, ni con odio, sino tratar de comprenderlas.
No podemos vivir sin cierta neurosis, existir nos confronta al tiempo, al ser, a la nada. Y nuestra conciencia nos hace un poco prisioneras, por eso, para ser feliz, es necesaria cierta inconsciencia, o cierto paréntess en los juicios, cierto "dejarse ir", navegar sin amarras. Los prejuicios son nuestra piedra de Sísifo, eso, y nuestra arrogancia para creer que hemos comprendido todo, que lo sabemos todo. La vida nos enseña a ser humildes y a asumir nuestra porción de humanidad. Otra frase que me gusta del libro de GS es aquella que le dijo un hombre mayor a un joven: Es tan joven y ya ha hecho tan poco. Cuelgo el link de una reseña aparecida en un diario digital en España, Me gusta el punto de vista, desinhibido, directo Y honesto. http://www.ellibrepensador.com/2009/02/20/erotika-escenas-de-la-vida-sexual-patricia-de-sousa-ediciones-barataria-2009/ Y ahora, a prepararme, proque nos vamos al Valle bravo, un lugar en la montaña que parece muy hermoso. Ganas de ver árboles, pinos, bosques... hace un clima delicioso... Pequeña imagen del Museo Rodin, en París... nevaba!!

jeudi, février 19, 2009

Errata

Cuándo sentimos que hemos dejado de escribir lo que debíamos escribir? Yo creo que no lo he sentido nunca, hasta ahora. Siempre escribo lo que deseo. Pero lo que sí es cierto es que ahora mismo estoy un poco cansada, no es solo el jet lag, es que me propuse pasar correcciones y me fui a una terraza a trabajar. No he parado de digerir ideas, desde la lectura de la biografía de Lou Andréas y otro libro de Steiner, más otras cosas. Y más mi novela. Profusión de ideas. Pero la necesidad de no ponerlas todas por escrito, de dejarme ir un poco porque no estoy escribiendo un esnayo cada vez que hago un post! Y quiero vivir!! Ahora, en la terraza de un hotel que está cerca de mi casa, me puse a mirar simplemente los jacarandas y el cielo! El camarero vino a conversar, me arregló la blusa! Defitivement... soy yo la que transmite esa familiaridad? Bueno, me gusta, y sentí calidez. Ojalá siga así. Y luego regresaré con Steiner (he leído un texto sobre Eros, alucinante, époustoufflant), con Lou, y con Spinoza... y Pessoa... y colgaré la entrevista de la radio española que ya debe estar mañana en su site web...

Solo una cosa: leo le blog de Pierre Assouline y encuentro una frase Cesar Pavese, poco antes de su suicidio en Turín. Yo conocí esa habitación, la describo en una novela. Pero ya volveré con Pavese que se quejaba de no ser amado. Por eso pensaba : no dejemos nunca que nos invadan los gestos pequeños, la desconfianza, siempre dar, a brazos abiertos, que ahí es cuando somos más felices, más personas, más cercanos a la vida. Poco importan las respuestas, no detenerse, siempre dar, que es como hablar. Mirar para dejarse mirar. Me pellizca el corazón lo de Pavese...
Pavese dice:
"Je suis, comme on dit, au bout du rouleau (…) Puis-je te dire, mon amour, que je ne me suis jamais éveillé avec une femme à mon côté, que les femmes que j’ai aimées ne m’ont jamais pris au sérieux et que j’ignore le regard le regard de reconnaissance qu’une femme comblée adresse à un homme ? (…) Et que suis-je au monde depuis quarante-deux ans ? On ne peut pas brûler la chandelle par les deux bouts -dans mon cas, je l’ai brûlée par un bout seulement et la cendre, ce sont les livres que j’ai écrits.”

a + tard...

mercredi, février 18, 2009

México D.F: La vida soñada de los ángeles

Ayer, aterrizaje en el D.F después de mi aventura en París y la suerte de que me haya servido para conocer gente simpática, el taxista que ayer por la madrugada estuvo puntual para recogerme y que no perdiese mi avión otra vez!! Don Pedro carvalho, ese es su nombre. Un encanto de persona y el de Luthansa, Regis, no me olvido de ellos.

En el D.F hace un clima de primavera: 25 grados. Es decir que es una delicia y aunque tengo jet lag, me encanta estar de nuevo en casa, de encontrarme con Noemí, los vendedores que ya conozco, las librerías de mi barrio, las cafeterías, la ternura de Olivier, y todo lo que empieza a serme familiar, una textura distinta en los colores, en las plantas, los árboles etc... Terminando la biografía de Lou Andréas me doy cuenta de la proximidad en muchas cosas, las intuiciones sobre el origen de las neurosis, algunas ideas me han venido esponáneamente (en diálogo con ella) y las he anotado en un cuaderno, pero las comentaré en otro post, porque no son sencillas, pero sí, estoy muy cerca de su visión vitalista que estaba muy impregnada de la visión nietszchiana de amor fati. Pues sí, yo sé que nunca hay que desdeñar lo que se vive como presente, que todo depende la forma como miremos las cosas y de nuestra capacidad de entrar con contacto con las personas y las cosas... Ahora, estoy en México y tengo miles de cosas en la cabeza, ir a ver las librerías que están en mi barrio, escuchar la radio mexicana por las mañanas, mirar mejor las cosas, escuchar música, descubrir, terminar la corrección de mi novela ne francés,terminar la otra que tengo empezada, ir a una terraza que tengo cerca a escribir mirando la ciudad de México, hacer un salto a Acapulco, ocuparme más y mejor de los míos, Vida silenciosa, escuchar, aprender a expresar la vía escondida de las cosas, he ahí el camino del arte, escribió Di Chirico... exposición que vi y de la que tengo impregadas las huellas... Ah, y antes de ayer logré ir al Quai de Branly, visité la expocisión de fetiches de la Polinesia (en la boutique había un objeto hermoso hecho por indios navajo, aquí, que llamó mi atención), y me encantó... solo una cosa, antes de ir a almorzar con Olivier a Polanco: me doy cuenta de que basta que se rompa un poco las reglas sociales, la rigidez social, para que las personas actúen de otra manera. Lo digo por mi episodio del aeropuerto, sentí mucha necesidad de ser escuchado, hablado, y yo solo hice eso, y ese fue el resultado! Hay mucha soledad en París (en toda sociedad post industrial en las que los roles sociales se han encasillado y hay mucho miedo de perder cierto status) y es una lástima, podría ser mejor y menos solitario el camino.

lundi, février 16, 2009

Raté

Increíble, pero perdí mi vuelo!! No sé si soy yo (distraida a más no poder) o si es París. Lo cierto es que llegué media hora tarde. Trop tard, madame. Pensé que sería una catástrofe, que había perdido definitavamente mi vuelo....pero, primo, la persona que me hizo taxi era adorable, paciente, encantadora, y se compró mi pleito (me trajo de vuelta casi gratis, em llevó a recuperar las llaves de donde mi amiga Anne, increíble). Me esperó 40 minutos en el Aeropuerto Charles de Gaulle, luego la persona de Lufhansa, también, me hizo malabares para que no pague el cambio y me lo trasladó para mañana. He tenido suerte de caer con gente así, tan gentil, o simplemente siempre tengo que confiar, como confío en los demás en mí. Porque me sentí una estúpida por no haber mirado bien la hora, una inútil y una veleidosa. Ahora que tengo la maleta lista, no sé, no sé qué hacer...creo que me iré al Quai de Branly a ver fetiches... y Pensar que las personas saben ser generosas....

dimanche, février 15, 2009

último día

Hoy es mi último día en París. Es curioso porque las distancias son tan relativas, afectivamente hablando, se está dónde nos sentimos bien. Como yo escribo en todas partes, puedo, no siempre, llegar a sentirme acogida y combatir el desarraigo. Por supuesto hay ciudades en las que me cuesta más sentirme acompañada, pero sé que es solo una impresión que hay que atravesar. En Barcelona curiosamente me sentía bastante sola, en París, por la costumbre, salvo los fines de semana, he tenido la impresión de tumulto. Y ahora México y luego Lima. Donde pueda escribir, állí estará mi casa. Es la contradicción de necesitar esra sola ara escribir y necsitar del cariño y la compañía de los demás para poder recorrerse con más confianza.

samedi, février 14, 2009

la mujer, el otro

Después de haber visitado una expocisión de Giorgio Di Chirico, el Palais de Tokyo, la tienda Virgin en los Campos Elíseos, pensaba en cosas adyacentes a mi post de ayer. Que es seguro que ningún hombre se siente en peligro sino relaciona su inteligencia a su viriliad, es decir que una mujer inteligente, no lo pone en peligro (ni lo va castrar) sino que lo enriquece como cualquier otra persona que no tiene el mismo punto de vista. Justamente una reacción legítima y dignna en una mujer es por lo general no soportar ningún tipo de vasallismo, sobre todo, frente a un hombre. Este poder, de masculino, femenino, débiles o fuertes, tiene que ver con la economía, es ella la que hace los cortes y mientras las mujeres, o cualquier otra minoría, no posea poder económico, no será escuchada ni atendida. Porque aceptar la relación de igual a igual, es aceptar a ese otro, no como un adversario ni un peligro, sino como un ser humano, como cualquier ser humano, antes que un cuerpo, antes que nada, una hermana. Ese es el desafío. Y aunque no nos saciamos de decirlo, combatiendo cualquier teoría esencialista sobre lo que es la femineidad o la virilidad, es letra muerta mientras a sociedad no la viva como una realidad tangible, no solo en ideas, sino en gestos concretos. Mientras ese desfase, entre la idea y la praxis se mantenga, nada cambia, es solo un discurso políticamente correcto decir: yo no soy misógino, yo no soy machista. Empieza por la afirmación, pero debería terminar en la acción. Pocos hombres aceptan ser recusados, puestos en duda, o mirar a una mujer como si viesen a otro hombre. Pocos. No lo deciden, lo peor, es que padecen esto como un legado cultural, no son individuos, son parte adherente y necesitan de esto para aceptados en sociedad y mantener intacta su virilidad, que está vinculada a la especie y a lo más básico. Pero como somos seres de conciencia, seres simbólicos, la revolución empieza por unoa mismo, por ser autónomoas y lavarse cada día de los prejucios. Hombre y mujeres, al final todos estamos solos ante la adversidad, y nada nos hace más humanos que la enfermedad o la muerte. Ahí, hay masculino o femenino?

jeudi, février 12, 2009

George Steiner, el arte de la pedantería...


Escucho una serie de entrevistas a George Steiner, crítico, filólogo, políglota, cultísimo. Hay una cosa que me sorprende: su incapacidad de dudar, pero sobre todo, su convicción, su idea terminada de que es un gran escritor. Puede ser, eso no está en discusión, lo que me sorprende es su falta de humildad. Steiner es un hombre muy anciano, pero esa sabiduría, que está esmaltada de una admiración sin límites por las ciencias duras (cuando Steiner dice que las ciencias humanas, la literatura, por ejemplo, están llenas de bluff, puede que tenga razón, pero... es más complicado, ya regreso con esto) y una idea completamente elitista de la cultura sabia. Con esta idea discrepo, hay otras producciones de saber que no son eruditas o académicas. Yo estoy del lado de Lévi-Strauss. Pienso siempre en la frase de Delfos: Solo que nada sé. Sí, nuestro conocimiento es limitado, como es imperfecto, por eso siempre tenemos esa sensación de falta. Ayer leí una frase de Ingeborg Bachmann: el lenguaje es el castigo. Y me parece justa, aunque sea también un don, un regalo. Lo que me ha sorprendido más en Georges Steiner, es su misoginia. Culpabiliza a las mujeres de no crear, en letras, en ciencias, se ha burlado de Weil (De Gaulle dijo que estaba loca, sic), de Arendt (una mujer que habla sobre el totalitarismo y olvida Stalin), y aunque sea cierto, que las mujeres crean muy poco, que están replegadas, lo que es indignante, no es una responsabilidad directa: la sociedad hace todo lo posible para evitar que lo hagan. Pero su misoginia me pone de mal humor, cuando pienso en la arrogancia de los hombres que crean, escriben, en la forma como se admiran a sí mismos, aceptan sus mediocridades, las liman, las celebran, y las premian!, ahí sí estoy de acuerdo con él en que hay mucho bluff y falta de rigor en las ciencias humanas. Yo no entiendo a las personas que escriben y no leen, que son incapaces de pensar en palabras, que han adelgazado el lenguaje a tal punto de hacerlo solo instrumental, y que escriben con un cierto cinismo, es decir, esperando salir en los periódicos y obtener la ascensión social (se han olvidado que eso dura muy poco y que solo los tontos se sienten recompesados con eso) Todo eso es en parte, puesto que como lo dice Steiner, son mayoría, su responsabilidad (de los hombres, bien sur). Cierto, hay que subir la montaña para respirar aire limpio, ahí donde los necios no quieran subir, por pereza!! Pero hay excepciones y las responsabilidades están compartidas: las mujeres por estar tan alienadas con el discurso dominante y preservarlo, y los hombres, por misoginia que se nutre de lenguaje, sí, se nutre de lenguaje. Y no lo ponen en duda, es decir, es d euna ingenuidad...

Y un detalle Steiner dice: por qué no tenemos un libro como Casanova, que cuente desde su punto de vista el sexo y el amr? Justo, en la entrevista de ayer, dije que yo deseaba (con tanata pretención como la masculina) hacer lo que habían hecho los escritores como Casanova con los personajes femeninos, yo deseaba darles la palabra a esas mujeres que no hablan por distintas razones, pero no porque estén incapacitadas.

Y ahora termino mi post con una frase de Nietszche, tomada por Lou Andréas. De paso, Rilke era lo opuesto de un misógino, si admiraba a Lou, era por su inteligencia. Su amistad duró hasta su muerte, sin Lou, no hubiese escrito muchas cosas, tal vez Las elegías a Duino, o Los Cuadernos..., quién sabe. Nosotros somos los Otros, somos nuestras a amistades, nuestros afectos, somos a quienes leemos y frecuentamos y escuchamos. Solo los seres talentosos saben hacer durar una amistad, alimentarla, protegerla de la frivolidad de este tiempo. Que sí, es abrumadoramente frívolo y ruidoso y, en medio de ese ruido, los cantos se hacen inentelegibles y hay confusión. Pero esta frase: debemos aprender a decir sí a la vida en todas sus formas, sólo la alegría y el vigor con que proclamemos ese sí, nos reconciliará con ella, porque nos identificaremos con ella. El amor sin restricciones por la vida, he ahí la moral única del nuevo legislador.


Y ahora, ecce femmme tiene que salir al café de L industrie. Perú está muy presente estos días en París. Invitación esta noche, y como no hace frío, y hay sol, me voy por un velib!! Luego, quisiera ir a la ópera Bastille a ver Madame Buterfly de Robert Wilson, caminar antes por Tullerías... miles de cosas, podré? antes de tomar el avión de retour au Mexique...
foto: Steiner

mercredi, février 11, 2009

Entrevista, je t'aime, moi non plus

Me acaban de hacer una entrevista en la radio de Valencia, una persona encantadora, Lidya Peters. Ha sido mágico; cálido, diría, sensación de completitud. Hay luna, la música de Serge Gainsbourg, que me encantaba escuchar de pequeña (aunque me lo prohibiese mi madre!!). Y ahora a cenar y a salir a la Bastille a mirar la luna dar de brincos sobre el Sena!!!

j'aime ma vie, ohm oui, que je l'aime!!!

ps: Je t'aime, moi non plus, es un contrasentido, y el amor lo es, no?? Te quiero, yo tampoco....

Cuelgo la versión de esta canción con BB

http://www.youtube.com/watch?v=-RrlkXQshd8&feature=related

Lou y Rilke

Ahora que casi termino la biografía de Lou Andréas Salomé (de Dorian Astor), un fragmento que traduzco porque no deseo olvidarlo. Creo que tiene que ver conmigo y con todos, con esos pasajes forzados hacia la adultez. En una carta Lou le agradece a Rilke haberle ayudado, pese a la diferencia de edades, de haberla hecho pasar a la edad de la madurez, de la individuación sin dolor, sin duelo. Cito: Cuando Lou reivindica una juventud recuperada, ella entiende la felicidad de una plenitud, es decir, que le ha sido posible remontar el padecimiento de la individuacíón y sentir de nuevo la indeterminación entre ella y el mundo. El paso a la edad adulta necesita abandonos en cascada, renuncias; el principio de realidad es separación, corte, análisis: yo y el mundo, un objeto y el otro, el amor y el sexo, el amante y el amigo, marcados por la muerte de dios y de la infancia, el dios todopoderoso....

mardi, février 10, 2009

Perú en París

Vengo del festival de cine peruano en París. Un festival muy pequeño, un poco insular, pero que muestra el esfuerzo por representarse la realidad dentro de la narración. Hubo unos documenales bastante interesantes. Uno de ellos sobre la emigración africana en Perú que demuestra el esfuerzo que hacen por pensarse y entender su situación en un país que vive todavía mal su mestizaje. En la distancia, siento que la sociedad peruana se transforma, que tal vez los más jóvenes no vean el mismo país de sus padres, aunque se sigan produciendo los mismos cortes sociales, clasistas y de color de piel, que tanto me contrarían. El trabajo es interior,cómo acomodar esa imagen abstracta que tengo de mi propio país, fragmentada por la distancia, con lo que vivo? Me gustaría sentirme bien entre mis compatriotas, pero suelo sentir distancia. Aislamiento voluntario para poder pensar con libertad. Sé que de todas formas estoy ligada a él , porque hablo casi todos los días con varias personas de mi entorno, que es un soporte afectivo valioso, pero también sé de mis distancias. Al final, siempre me repito que el único país que conozco es mi cabeza y mis sentimientos. A lo mejor sea así para todo el mundo y la única diferencia es que lo reivindique. La distancia siempre nos hace más objetiva la mirada, y de alguna manera, la hace más crítica. Es por eso que estar lejos, tiene sus ventajas, pero paradójimante, su precio.

Esta noche hay luna llena, la puedo ver desde mi ventana, brilla sobre los techos grises de la ciudad. Ayer, reunión privada con Millet en Gallimard. Su oficina está en lo alto de la editorial. Luego caminamos por el Sena hasta la cour del Museo de Louvre. Le digo: ya no ves todo esto a fuerza de verlo, no lo ves. La imagen es espectacular, la pirámide, el patio, el Louvre. No, ya no. Hablamos dl sueño de ir al Líbano. Hablo esta mañana con Olivier y le cuento las bromas que me hace de su fase de falangista en el Líbano. Olivier se queda perplejo. Yo no sé si creerle a M. siento que ha decidido ser el malo de la historia sin darse cuenta. Nadie elige estar del lado de los responsables. Siempre pienso que es un estado de alienación, de un proceso suicida e inconsciente. Esa confianza que tengo en las personas, creo que no es una utopía, es lúcida. No es romántica. Es simplemente realista. Creo que además no me siento mejor que nadie y de ahí que tampoco sea capaz de condenar, solo tratar de comprender. Si desean, es una acción pragmática. Roussouista, sí. Pero no fue acaso un exceso de lucidez pensar que el ser humano nace bueno? Hagánse la pregunta. La maldad no es un gen ni una hormona, es una reacción a una situación concreta y una ausencia de conciencia, de remordimiento...

je l espere....

lundi, février 09, 2009

Délicieux


A ver, me gustaría describir mi estado de ánimo en París: me levanto y miro la mañana, pienso en que estoy a 10 minutos de la Place de Vosges, donde está la Maison de Victor Hugo, que esa noche hay un venissage para una exposción de fotos en el Hotel de Sully, edificio del XVIII en la rue de Rivoli, que basta con que ponga un pie en la calle para que me llene de estímulos, que puedo ir a la bibioteca nacional, o a la de Beaubourg a buscar los libros que desee, que veré más tarde a Millet, que necesita apoyo, que el fin de semana he visto cosas interesantísimas, la exposición de los manuscritos y el proceso e escritura de Los Miserables, de Hugo, la de Freud en el museo Rodin, que ayer fue una cena agradable, con cuna conversación serena e intensa, que, en suma, soy muy afortunada y que eso es lo que más se parece a la felicidad (aunque ande procupada por mi madre). No es que esté completamente satisfecha, eso es imposibe, pero hay una armonía, un sincretismo, que es una música agradable que afina todas las cuerdas de mi interior haciéndolas vibrar.


Justamente, sobre vibraciones, hablé de Stigg Dagerman, y no volví a comentar nada porque no encontré el libro que buscaba: está descatalogado. En su lugar, hallé uno pequeño: Nuestro deseo de consuelo es insaciable. Y a ver, es un libro desesperado, que grita su frustración de no poder cambiar nada por medio de la palabra. Una cosa nos une a mí, a Le Clézio (quien lo ha mencionado varias veces)y a Dagerman, el de saber que el lenguaje representa, lo es todo. Dagerman, pensaba como yo, que la neurosis del lenguaje lo creaba el Estado opresor. Es decir, lo que dije en la entrevista de Porta9, donde, de paso, me veo arrogante, y no creo ser así, en fin, el tema es que una sociedad oxigenada, libre, tiene un lenguaje más vital, más erótico, que loas que escribimos tratamos de cuidar el lenguaje y de curarlo en caso de "falla". Es lo que decía Dagerman pero que nadie entendió dejándolo solo, hasta terminar con sus suicidio a los 31 años. Yo creo que esa soledad de Dagerman se originaba en una noción de tiempo aguda, que, al contrario de Proust, de Le Clézio, no encontró salida en la creación, sino la confirmación de ese encierro. Por supuesto, es más complicado y no conozo tan bien su vida, pero una frase de este libro me ha dejado pensando: Lo que busco no e suna justificación a mi vida, sino exactamente lo contrario: el perdón. Qué quiere decir con esto? Es enigmático porque contiene una noción de redención, perdón por la falta de existir de manera incompleta, por no llegar a ser mejor de lo que se es? Presumo que sí, que en ciertas personas, una conciencia moral muy aguda, los convierte en su propia inquisición que, de no encontrar una manera de reconciliarse con esas debilidades, termina produciendo su propio sacrificio. Leo eso en Dagerman, intolerancia hacia sus propios límites porque era todo lo contrario de un cínico.

En fin, yo ando de un humor incompable que además se ha reforzado con algunos fragmentos que léi en la exposición en la casa de Victor Hugo sobre Los miserables. No es solo su escritura, la que es moderna y magnífica, son sus ideas. Cito una elipsis sobre Jean Valjean que podría ser análogo a cualquier época sobre el tema de los oprimidos: Esa visión era la aparición siniestra, lúgubre, desforme, de una revolución que dormía en las tenebras.

Sobre esta misma relación de redención entre el cura y Jean Valjean: Sentía sin distinción que el perdón de ese cura era el asalto más grande y el ataque más formidable del que podía ser víctima: que la lucha, una lucha colosal y definitiva, se había puesto en marcha entre su maldad y la bondad de este hombre.


Solo con esa frase se siente porque Hugo es Hugo... Y vi las cartas que le mandaba a su hija Adele, con quien siento parecido, incluso físico, lo que me hacía sentir como la hija preferida. La dieferencia entre Adele y yo, es que yo nunca he abandonado, ni abandonaré, la toma de palabra, que ella no pudo tener y que su padre hubiese deseado otorgarle. Adele es Cossette, ese personaje maravilloso que Jean Valjean va a proteger luego de se recuperado espirtualmente por el cura, y Fantine, la hija desgraciada, sufriente que también fue Leopoldine, que en realidad murió ahogada y de cuya pérdida Hugo nunca se recuperó. Bueno, y luego de ese pequeño recorrido, tengo algunas hojas que corregir, llamadas que hacer, y con el frío parisino, seguir soñando tanto para mí como para ustedes, ver árboles, mujeres elegantes, la belleza de los parisinos, la elegancia de los cafés, la riqueza de esa mezcla humana tan diversa que sí, a mí me hace imaginar que es posible otro tipo de sociedades, que es posible la vida con hospitalidad y afecto para llegar al final a nuestros días y decir: he vivido. OUieeeeee!!! Creo que si comprendemos que vivir es aprender, sufrir, gozar, contemplar la vida sin esperar nada excepcional, salvo en nosotros mismoas, que es caer y levantarse, que es acción y reflexión, sabiduría, no seremos muy infelices...
Sitg Dagerman es un autor sueco http://fr.wikipedia.org/wiki/Stig_Dagerman qué conoció la notoriedad y se suicidó el 4 de noviembre de 1954 a los 31 años. Una de sus novelas más conocidas es El niño quemado, además de sus escritos políticos, traducidos en parte al castellano.
Imagen: Hugo y su hija cherie, Adele...

vendredi, février 06, 2009

Velib en París


Regreso, exhausta, de hacer el Velib, en París. Es la bicicleta que la municipalidad de París pone a servicio de todos los ciudadanos, ahora existe en casi todo el país, y también en varias ciudades de Europa, en Barcelona, por ejemplo, solo que aquí es un poco má sencillo rentarla. Así que gran paseo desde La bastilla hasta los Jardines de Luxemburgo pasando por el Pont neuf, con altos en librerías, un chocolate en el salón de té de la calle de L école de la medicine y retorno: agotada, pero feliz. Pienso en la discresión de los franceses, incapaces de molestar o de ser poco amables. Hay una paciencia que veo en pocas ciudades. Pensaba, es que aquí siempre se espera lo mejor de las personas, y el hecho de pensarlo hace que estén a la altura. Sí, cuando esperamos lo mejor de nosotroas mismoas y de los demás, sucede.

Enfin.. Paris, la hospitallidad

Finalmente París: Anne me esperaba con una botella de vino, un super ensalada y quesos diversos. Desde el taxi veía las ostras en los escaparates y me moría de ganas, pero no estuvo mal la cena y me doy cuenta también de la hospitalidad de los franceses (aunque ya extraño la de los españoles!), de la que yo me siento parte... Hace un sol espléndido, no llueve!! Recién despierto y tengo unas ganas de tomarme un café au lait con croissant, comprar el diario, ir a buscar a la librería el libro de Stig Dagerman: La dictature del miedo... Irme a leer al parque de Luxemburgo... devorar calles... soñar...

a plus tard....

mercredi, février 04, 2009

Paris


Mañana me voy a París, ganas de recostarme sobre la espalda de París, de recorrer sus calles, de atravesar puentes y dejarme envolver por las entonaciones de voz... ganas de mirar y mirar... y su silencio, sí, porque hay mucho silencio. Imagen, interior, Barcelona. No sé qué sucede pero los vieos salen oscuros.. image trouble... podría ser un título...mnnnn


azar objetivo...

Como la duda es importante, a veces me pregunto si nuestros movimientos, nuestros deseos, no producen desplazamientos de energía. Por ejemplo, a veces siento que mi propia energía me lleva a aquellos lugares, y cerca de aquellas personas que me pueden comprender. No siempre, claro, existe un margen de error alto, pero al final de doy cuenta de que algo me impidió quedarme en el lugar donde no debía o cerca de una persona que me alejará de las cosas que más cuido: mi integridad y mi deseo de seguir creando. Mi centro. Yo no sé si manejamos todo lo que nos sucede, creo, sí, que una vocación, una pasión, son lo contrariode un destino, y que cuando estamos en contacto con nuestro interior sabemos trazarnos una ruta, que, aunque implique que a veces nos extraviemos, siempre nos llevará ahí donde deseamos estar.

Y como avanzo la biografía sobre Lou Andréas Salomé encuentro este fragmento que es alentador: La contrariedad consiste en una toma de consciencia que otra persona siempre nos conduce a trascender nuestra propia individualidad, no por una alienación pasional, sino por una crítica que revla la realidad misma de una verdadera individuación.

Creo que yo ya he escrito algo muy parecido: que hay personas que nos parecemos en esto, que, de no estar constantemente confrontadoas con una mirada crítica, nos secamos y morimos de sed. Por eso, buscar aquellos lugares y personas que propician esta confrontanción.

Y cuelgo, justamente el discurso de Jean Marie Lé Clézio sobre por qué escribir. Ayer hablaba sobre el tema, sobre el hecho de que sí se puede cambiar las cosas si todo es lenguaje, y que si somos conscientes de su poder para transformar las cosas, de curar, embellecer y dar sentido, la vida es más intensa y más rica. Es una gran apuesta.

Dans la forêt des paradoxes (discurso de JML a la recepción del nobel de literatura 2008)

Pourquoi écrit-on ? J'imagine que chacun a sa réponse à cette simple question. Il y a les prédispositions, le milieu, les circonstances. Les incapacités aussi. Si l'on écrit, cela veut dire que l'on n'agit pas. Que l'on se sent en difficulté devant la réalité, que l'on choisit un autre moyen de réaction, une autre façon de communiquer, une distance, un temps de réflexion.
Si j'examine les circonstances qui m'ont amené à écrire – je ne le fais pas par complaisance, mais par souci d'exactitude – je vois bien qu'au point de départ de tout cela, pour moi, il y a la guerre. La guerre, non pas comme un grand moment bouleversant où l'on vit des heures historiques, par exemple la campagne de France relatée des deux côtés du champ de bataille de Valmy, par Goethe du côté allemand et par mon ancêtre François du côté de l'armée révolutionnaire. Ce doit être exaltant, pathétique. Non, la guerre pour moi, c'est celle que vivaient les civils, et surtout les enfants très jeunes. Pas un instant elle ne m'a paru un moment historique. Nous avions faim, nous avions peur, nous avions froid, c'est tout. Je me souviens d'avoir vu passer sous ma fenêtre les troupes du maréchal Rommel remontant les Alpes à la recherche d'un passage vers le nord de l'Italie et l'Autriche. Cela ne m'a pas laissé un souvenir très marquant. En revanche, dans les années qui ont suivi la guerre, je me souviens d'avoir manqué de tout, et particulièrement de quoi écrire et de quoi lire. Faute de papier et de plume à encre, j'ai dessiné et j'ai écrit mes premiers mots sur l'envers des carnets de rationnement, en me servant d'un crayon de charpentier bleu et rouge. Il m'en est resté un certain goût pour les supports rêches et pour les crayons ordinaires. Faute de livres pour enfants, j'ai lu les dictionnaires de ma grand-mère. C'étaient de merveilleux portiques pour partir à la reconnaissance du monde, pour vagabonder et rêver devant les planches d'illustrations, les cartes, les listes de mots inconnus. Le premier livre que j'ai écrit, à l'âge de six ou sept ans, du reste s'intitulait Le Globe à mariner. Suivi tout de suite par la biographie d'un roi imaginaire appelé Daniel III – peut-être était-il de Suède ? Et par un récit raconté par une mouette. C'était une période de réclusion. Les enfants n'avaient guère la liberté d'aller jouer dehors, car les terrains et les jardins autour de chez ma grand-mère avaient été minés. Au hasard des promenades, je me souviens d'avoir longé un enclos de barbelés au bord de la mer, sur lequel un écriteau en français et en allemand menaçait les intrus d'une interdiction accompagnée d'une tête de mort.
Je peux comprendre que c'était un contexte où l'on avait le désir de s'enfuir – donc de rêver et d'écrire ces rêves. En outre, ma grand-mère maternelle était une extraordinaire conteuse, qui réservait aux longues heures d'après-midi le temps des histoires. Ses contes étaient toujours très imaginatifs, et mettaient en scène une forêt – peut-être africaine, ou peut-être la forêt mauricienne de Macchabée – dont le personnage principal était un singe doué de malice, qui se sortait toujours des situations les plus périlleuses. Par la suite, j'ai fait un voyage et un séjour en Afrique, où j'ai découvert la forêt véritable, à peu près dépourvue d'animaux. Mais un D.O. du village d'Obudu, à la frontière des Camerouns, m'a fait écouter le crépitement des gorilles sur une colline voisine, en train de frapper leurs poitrines. De ce voyage, de ce séjour (au Nigéria où mon père était médecin de brousse) j'ai rapporté non pas la matière de romans futurs, mais une sorte de seconde personnalité, à la fois rêveuse et fascinée par le réel, qui m'a accompagné toute ma vie – et qui a été la dimension contradictoire, l'étrangeté moi-même que j'ai ressentie parfois jusqu à la souffrance. La lenteur de la vie est telle qu'il m'aura fallu la durée de la majeure partie de cette existence pour comprendre ce que cela signifie.
Les livres sont entrés dans ma vie un peu plus tard. C'était sous la forme de plusieurs bibliothèques que mon père avait réussi à réunir et qui provenaient de la dispersion de son héritage lorsqu'il avait été expulsé de sa maison natale à Moka (Ile Maurice). C'est alors que j'ai compris cette vérité qui n'apparaît pas immédiatement aux enfants, à savoir que les livres sont un trésor plus précieux que les biens immeubles ou que les comptes en banque. C'est dans ces volumes, la plupart anciens et reliés, que j'ai découvert les grands textes de la littérature universelle, le Don Quijote illustré par Tony Johannot, La vida de Lazarillo de Tormes ; The Ingoldsby Legends, Gulliver's Travels ; les grands romans inspirés de Victor Hugo, Quatre-vingt Treize, Les Travailleurs de la Mer, ou L'Homme qui rit. Les Contes drolatiques de Balzac, aussi. Mais les livres qui m'ont le plus marqué, ce sont les collections de récits de voyage, pour la plupart consacrés à l'Inde, à l'Afrique et aux îles Masacareignes, ainsi que les grands textes d'exploration, de Dumont d'Urville ou de l'Abbé Rochon, de Bougainville, de Cook, et bien sûr le Livre des Merveilles de Marco Polo. Dans la vie médiocre d'une petite bourgade de province endormie au soleil, après les années de liberté en Afrique, ces livres m'ont donné le goût de l'aventure, ils m'ont permis de pressentir la grandeur du monde réel, de l'explorer par l'instinct et par les sens plutôt que par les connaissances. D'une certaine façon ils m'ont permis de ressentir très tôt la nature contradictoire de la vie d' enfant, qui garde un refuge où il peut oublier la violence et la compétition, et prendre son plaisir à regarder la vie extérieure par le carré de sa fenêtre.
Dans les instants qui ont précédé l'annonce, pour moi très étonnante, de la distinction que m'octroyait l'Académie de Suède, j'étais en train de relire un petit livre de Stig Dagerman que j'aime particulièrement : la collection de textes politiques intitulée Essäer och texter (La Dictature du Chagrin). Ce n'était par hasard que je me replongeais dans la lecture de ce livre caustique et amer. Je devais me rendre en Suède pour y recevoir le prix que l'association des amis de Dagerman m'avait donné l'été passé, afin de rendre visite aux lieux de l'enfance de cet écrivain. J'ai toujours été sensible à l'écriture de Dagerman, à ce mélange de tendresse juvénile, de naïveté et de sarcasme. À son idéalisme. À la clairvoyance avec laquelle il juge son époque troublée de l'après-guerre, pour lui le temps de la maturité, pour moi celui de mon enfance. Une phrase en particulier m'a arrêté, et m'a semblée s'adresser à moi dans cet instant précis – alors que je venais de publier un roman intitulé Ritournelle de la Faim. Cette phrase, ou plutôt ce passage, le voici : « Comment est-il possible par exemple de se comporter, d'un côté comme si rien au monde n'avait plus d'importance que la littérature, alors que de l'autre il est impossible de ne pas voir alentour que les gens luttent contre la faim et sont obligés de considérer que le plus important pour eux, c'est ce qu'ils gagnent à la fin du mois ? Car il (l'écrivain) bute sur un nouveau paradoxe : lui qui ne voulait écrire que pour ceux qui ont faim découvre que seuls ceux qui ont assez à manger ont loisir de s'apercevoir de son existence. » (L'écrivain et la conscience)
Cette « forêt de paradoxes », comme l'a nommé Stig Dagerman, c'est justement le domaine de l'écriture, le lieu dont l'artiste ne doit pas chercher à s'échapper, mais bien au contraire dans lequel il doit « camper » pour en reconnaître chaque détail, pour explorer chaque sentier, pour donner son nom à chaque arbre. Ce n'est pas toujours un séjour agréable. Lui qui se croyait à l'abri, elle qui se confiait à sa page comme à une amie intime et indulgente, les voici confrontés au réel, non pas seulement comme observateurs, mais comme des acteurs. Il leur faut choisir leur camp, prendre des distances. Cicéron, Rabelais, Condorcet, Rousseau, Madame de Staël, ou bien plus récemment Soljenitsyne ou Hwang Seok-yong, Abdelatif Laâbi ou Milan Kundera ont eu à prendre la route de l'exil. Pour moi qui ai toujours connu – sauf durant la brève période de la guerre – la possibilité de mouvement, l'interdiction de vivre dans le lieu qu'on a choisi est aussi inacceptable que la privation de liberté.
Mais cette liberté de bouger comme un privilège a pour conséquence le paradoxe. Voyez l'arbre aux épines hérissées au sein de la forêt qu'habite l'écrivain : cet homme, cette femme occupés à écrire, à inventer leurs songes, ne sont-ils pas les membres d'une très heureuse et réduite happy few ? Imaginons une situation extrême, terrifiante – celle-là même que vit le plus grand nombre sur notre planète. Celle qu'ont vécue jadis, au temps d'Aristote ou au temps de Tolstoï, les inqualifiables – les serfs, serviteurs, vilains de l'Europe au Moyen-Âge, ou peuples razziés au temps des Lumières sur la côte d'Afrique, vendus à Gorée, à El Mina, à Zanzibar. Et aujourd'hui même, à l'heure que je vous parle, tous ceux qui n'ont pas droit à la parole, qui sont de l'autre côté du langage. C'est la pensée pessimiste de Dagerman qui m'envahit plutôt que le constat militant de Gramsci ou le pari désabusé de Sartre. Que la littérature soit le luxe d'une classe dominante, qu'elle se nourrisse d'idées et d'images étrangères au plus grand nombre, cela est à l'origine du malaise que chacun de nous éprouve – je m'adresse à ceux qui lisent et écrivent. L'on pourrait être tenté de porter cette parole à ceux qui en sont exclus, les inviter généreusement au banquet de la culture. Pourquoi est-ce si difficile ? Les peuples sans écriture, comme les anthropologues se sont plu à les nommer, sont parvenus à inventer une commun- ication totale, au moyen des chants et des mythes. Pourquoi est-ce devenu aujourd'hui impossible dans notre société industrialisée ? Faut-il réinventer la culture ? Faut-il revenir à une communication immédiate, directe ? On serait tenté de croire que le cinéma joue ce rôle aujourd'hui, ou bien la chanson populaire, rythmée, rimée, dansée. Le jazz peut-être, ou sous d'autres cieux, le calypso, le maloya, le sega.
Le paradoxe ne date pas d'hier. François Rabelais, le plus grand écrivain de langue française, partit jadis en guerre contre le pédantisme des gens de la Sorbonne en jetant à leur face les mots saisis dans la langue populaire. Parlait-il pour ceux qui ont faim ? Débordements, ivresses, ripailles. Il mettait en mots l'extraordinaire appétit de ceux qui se nourrissaient de la maigreur des paysans et des ouvriers, pour le temps d'une mascarade, d'un monde à l'envers. Le paradoxe de la révolution, comme l'épique chevauchée du chevalier à la triste figure, vit dans la conscience de l'écrivain. S'il y a une vertu indispensable à sa plume, c'est qu'elle ne doive jamais servir à la louange des puissants, fût-ce du plus léger chatouillis. Et pourtant, même dans la pratique de cette vertu, l'artiste ne doit pas se sentir lavé de tout soupçon. Sa révolte, son refus, ses imprécations restent d'un certain côté de la barrière, du côté de la langue des puissants. Quelques mots, quelques phrases s'échappent. Mais le reste ? Un long palimpseste, un atermoiement élégant et distant. L'humour, parfois, qui n'est pas la politesse du désespoir mais la désespérance des imparfaits, la plage où le courant tumultueux de l'injustice les abandonne.
Alors, pourquoi écrire ? L'écrivain, depuis quelque temps déjà, n'a plus l'outrecuidance de croire qu'il va changer le monde, qu'il va accoucher par ses nouvelles et ses romans un modèle de vie meilleur. Plus simplement, il se veut témoin. Voyez cet autre arbre dans la forêt des paradoxes. L'écrivain se veut témoin, alors qu'il n'est, la plupart du temps, qu'un simple voyeur.
Témoin, il arrive que l'artiste le soit : Dante dans La Divina Commedia, Shakespeare dans The Tempest – et Césaire dans la magnifique reprise de cette pièce, appelée Une Tempête, dans laquelle Caliban, à cheval sur un baril de poudre, menace d'emmener avec lui dans la mort ses maîtres détestés. Témoin, il l'est parfois de façon irrécusable, comme Euclides da Cunha dans Os Sertões, ou comme Primo Levi. L'absurde du monde est dans Der Prozess (ou dans les films de Chaplin), son imperfection dans La Naissance du jour de Colette, sa fantasmagorie dans la chanson irlandaise que Joyce a mise en scène dans Finnegans Wake. Sa beauté brille d'un éclat irrésistible dans The Snow Leopard de Peter Matthiessen ou dans A Sand County Almanach d'Aldo Leopold. Sa méchanceté dans Sanctuary de William Faulkner, ou dans Première neige de Lao She. Sa fragilité d'enfance dans Ormen (Le Serpent) de Dagerman.
L'écrivain n'est jamais un meilleur témoin que lorsqu'il est un témoin malgré lui, à son corps défendant. Le paradoxe, c'est que ce dont il témoigne n'est pas ce qu'il a vu, ni même ce qu'il a inventé. L'amertume, parfois le désespoir, viennent de ce qu'il n'est pas présent au réquisitoire. Tolstoï nous fait voir le malheur que l'armée napoléonienne inflige à la Russie, et pourtant rien n'est changé dans le cours de l'histoire. Mme de Duras écrit Ourika, Harriet Beecher Stowe Uncle Tom's Cabin, mais ce sont les peuples esclaves qui changent leur propre destin, qui se révoltent et fondent contre l'injustice les résistances marronnes, au Brésil, en Guyane, aux Antilles, et la première république noire en Haïti.
Agir, c'est ce que l'écrivain voudrait par-dessus tout. Agir, plutôt que témoigner. Ecrire, imaginer, rêver, pour que ses mots, ses inventions et ses rêves interviennent dans la réalité, changent les esprits et les cœurs, ouvrent un monde meilleur. Et cependant, à cet instant même, une voix lui souffle que cela ne se pourra pas, que les mots sont des mots que le vent de la société emporte, que les rêves ne sont que des chimères. De quel droit se vouloir meilleur ? Est-ce vraiment à l'écrivain de chercher des issues ? N'est-il pas dans la position du garde champêtre dans la pièce du Knock ou Le Triomphe de la médecine, qui voudrait empêcher un tremblement de terre ? Comment l'écrivain pourrait-il agir, alors qu'il ne sait que se souvenir ?
La solitude sera son lot. Elle l'a toujours été. Enfant, il était cet être fragile, inquiet, réceptif excessivement, cette fille que décrit Colette, qui ne peut que regarder ses parents se déchirer, ses grands yeux noirs agrandis par une sorte d'attention douloureuse. La solitude est aimante aux écrivains, c'est dans sa compagnie qu'ils trouvent l'essence du bonheur. C'est un bonheur contradictoire, mélange de douleur et de délectation, un triomphe derisoire, un mal sourd et omniprésent, à la manière d'une petite musique obsédante. L'écrivain est l'être qui cultive le mieux cette plante vénéneuse et nécessaire , qui ne croît que sur le sol de sa propre incapacité. Il voulait parler pour tous, pour tous les temps : le voilà, la voici dans sa chambre, devant le miroir trop blanc de la page vide, sous l'abat-jour qui distille une lumière secrète. Devant l'écran trop vif de son ordinateur, à écouter le bruit de ses doigts qui clic-claquent sur les touches. C'est cela, sa forêt. L'écrivain en connaît trop bien chaque sente. Si parfois quelque chose s'en échappe, comme un oiseau levé par un chien à l'aube, c'est sous son regard éberlué – c'était au hasard, c'était malgré lui, malgré elle.
Mais je ne voudrais pas me complaire dans une attitude négative. La littérature – c'est là que je voulais en venir – n'est pas une survivance archaïque à laquelle devrait se substituer logiquement les arts de l'audiovisuel, et particulièrement le cinéma. Elle est une voie complexe, difficile, mais que je crois encore plus nécessaire aujourd'hui qu'au temps de Byron ou de Victor Hugo.
Il y a deux raisons à cette nécessité :D'abord, parce que la littérature est faite de langage. C'est le sens premier du mot : lettres, c'est-à-dire ce qui est écrit. En France, le mot roman désigne ces écrits en prose qui utilisaient pour la première fois depuis le Moyen Age la langue nouvelle que chacun parlait, la langue romane. La nouvelle vient aussi de cette idée de la nouveauté. A peu près à la même époque, en France l'on a cessé d'utiliser le mot rimeur (de rime) pour parler de poésie et de poètes – du verbe grec poiein, créer. L'écrivain, le poète, le romancier, sont des créateurs . Cela ne veut pas dire qu'ils inventent le langage, cela veut dire qu'ils l'utilisent pour créer de la beauté, de la pensée, de l'image. C'est pourquoi l'on ne saurait se passer d'eux. Le langage est l'invention la plus extraordinaire de l'humanité, celle qui précède tout, partage tout. Sans le langage, pas de sciences, pas de technique, pas de lois, pas d'art, pas d'amour. Mais cette invention, sans l'apport des locuteurs, devient virtuelle. Elle peut s'anémier, se réduire, disparaître. Les écrivains, dans une certaine mesure, en sont les gardiens. Quand ils écrivent leurs romans, leurs poèmes, leur théâtre, ils font vivre le langage. Ils n'utilisent pas les mots, mais au contraire ils sont au service du langage. Ils le célèbrent, l'aiguisent, le transforment, parce que le langage est vivant par eux, à travers eux et accompagne les transformations sociales ou économiques de leur epoque.
Lorsque, au siècle dernier, les théories racistes se sont fait jour, l'on a évoqué les différences fondamentales entre les cultures. Dans une sorte de hiérarchie absurde, l'on a fait correspondre la réussite économique des puissances coloniales avec une soi-disant supériorité culturelle. Ces théories, comme une pulsion fiévreuse et malsaine, de temps à autre ressurgissent ça et là pour justifier le néo-colonialisme ou l'impérialisme. Certains peuples seraient à la traîne, n'auraient pas acquis droit de cité (de parole) du fait de leur retard économique, ou de leur archaïsme technologique. Mais s'est-on avisé que tous les peuples du monde, où qu'ils soient, et quel que soit leur degré de développement, utilisent le langage ? Et chacun de ces langages est ce même ensemble logique, complexe, architecturé, analytique, qui permet d'exprimer le monde – capable de dire la science ou d'inventer les mythes.
Ayant défendu l'existence de cet être ambigu et un peu archaïque qu'est l'écrivain, je voudrais dire la deuxième raison de l'existence de la littérature, car celle-ci touche davantage au beau métier de l'édition.
L'on parle beaucoup de mondialisation aujourd'hui. On oublie que le phénomène a commencé en Europe à la Renaissance, avec le début de l'ère coloniale. La mondialisation n'est pas une mauvaise chose en soi. La communication rend le progrès plus rapide, en médecine, ou en sciences. Peut-être que la généralisation de l'information rendra les conflits plus difficiles. S'il y avait eu internet, il est possible que Hitler n'eût pas réussi son complot mafieux – le ridicule l'eût peut-être empêché de naître.
Nous vivons, paraît-il, à l'ère de l'internet et de la communication virtuelle. Cela est bien, mais que valent ces stupéfiantes inventions sans l'enseignement de la langue écrite et sans les livres ? Fournir en écrans à cristaux liquides la plus grande partie de l'humanité relève de l'utopie. Alors ne sommes-nous pas en train de créer une nouvelle élite, de tracer une nouvelle ligne qui divise le monde entre ceux qui ont accès à la communication et au savoir et ceux qui restent les exclus du partage ? De grands peuples, de grandes civilisations ont disparu faute de l'avoir compris. Certes de grandes cultures, que l'on dit minoritaires, ont su résister jusqu'à aujourd'hui, grâce à la transmission orale des savoirs et des mythes. Il est indispensable, il est bénéfique de reconnaître l'apport de ces cultures. Mais que nous le voulions ou non, même si nous ne sommes pas encore à l‘âge du réel, nous ne vivons plus à l'âge du mythe. Il n‘est pas possible de fonder le respect d'autrui et l'égalité sans donner à chaque enfant le bienfait de l'ecriture.
Aujourd'hui, au lendemain de la décolonisation, la littérature est un des moyens pour les hommes et les femmes de notre temps d'exprimer leur identité, de revendiquer leur droit à la parole, et d'être entendus dans leur diversité. Sans leur voix, sans leur appel, nous vivrions dans un monde silencieux.
La culture à l'échelle mondiale est notre affaire à tous. Mais elle est surtout la responsabilité des lecteurs, c'est-à-dire celle des éditeurs. Il est vrai qu'il est injuste qu'un Indien du grand Nord Canadien, pour pouvoir être entendu, ait à écrire dans la langue des conquérants – en Français, ou en Anglais. Il est vrai qu'il est illusoire de croire que la langue créole de Maurice ou des Antilles pourra atteindre la même facilité d'écoute que les cinq ou six langues qui règnent aujourd'hui en maîtresses absolues sur les médias. Mais si, par la traduction, le monde peut les entendre, quelque chose de nouveau et d'optimiste est en train de se produire. La culture, je le disais, est notre bien commun, à toute l'humanité. Mais pour que cela soit vrai, il faudrait que les mêmes moyens soient donnés à chacun, d'accéder à la culture. Pour cela, le livre est, dans tout son archaïsme, l'outil idéal. Il est pratique, maniable, économique. Il ne demande aucune prouesse technologique particulière, et peut se conserver sous tous les climats. Son seul défaut – et là je m'adresse particulièrement aux éditeurs – est d'être encore difficile d'accès pour beaucoup de pays. A Maurice le prix d'un roman ou d'un recueil de poèmes correspond à une part importante du budget d'une famille. En Afrique, en Asie du Sud-Est, au Mexique, en Océanie, le livre reste un luxe inaccessible. Ce mal n'est pas sans remède. La coédition avec les pays en voie de développement, la création de fonds pour les bibliothèques de prêt ou les bibliobus, et d'une façon générale une attention accrue apportée à l'égard des demandes et des écritures dans les langues dites minoritaires – très majoritaires en nombre parfois – permettrait à la littérature de continuer d'être ce merveilleux moyen de se connaître soi-même, de découvrir l'autre, d'entendre dans toute la richesse de ses thèmes et de ses modulations le concert de l'humanité.
Il me plaît assez de parler encore de la forêt. C'est sans doute pour cela que la petite phrase de Stig Dagerman résonne dans ma mémoire, pour cela que je veux la lire et la relire, m'en pénétrer. Il y a quelque chose de désespéré en elle, et au même instant de jubilatoire, parce que c'est dans l'amertume que se trouve la part de vérité que chacun cherche. Enfant, je rêvais de cette forêt. Elle m'épouvantait et m'attirait à la fois – je suppose que le petit Poucet, ou Hansel devaient ressentir la même émotion, quand elle se refermait sur eux avec tous ses dangers et toutes ses merveilles. La forêt est un monde sans repères. La touffeur des arbres, l'obscurité qui y règnent peuvent vous perdre. L'on pourrait dire la même chose du désert, ou de la haute mer, lorsque chaque dune, chaque colline s'écarte pour montrer une autre colline, une autre vague parfaitement identiques. Je me souviens de la première fois que j'ai ressenti ce que peut être la littérature – Dans The Call of the Wild, de Jack London, précisément, l'un des personnages, perdu dans la neige, sent le froid l'envahir peu à peu alors que le cercle des loups se referme autour de lui. Il regarde sa main déjà engourdie, et s'efforce de bouger chaque doigt l'un après l'autre. Cette découverte pour l'enfant que j'étais avait quelque chose de magique. Cela s'appelait la conscience de soi.
Je dois à la forêt une de mes plus grandes émotions littéraires de mon âge adulte. Cela se passe il y a une trentaine d'années, dans une région d'Amérique centrale appelée El Tapón de Darien, le Bouchon, parce que c'est là que s'interrompait alors (et je crois savoir que depuis la situation n'a pas changé) la route Panaméricaine qui devait relier les deux Amériques, de l'Alaska à la pointe de la Terre de Feu. L'isthme de Panama, dans cette partie, est couvert d'une forêt de pluie extrêmement dense, dans laquelle il n'est possible de voyager qu'en remontant le cours des fleuves en pirogue. Cette forêt est habitée par une population amérindienne, divisée en deux groupes, les Emberas et les Waunanas, tous deux appartenant à la famille linguistique Ge-Pano-Karib. Etant venu là par hasard, je me suis trouvé fasciné par ce peuple au point d'y faire plusieurs séjours assez longs, pendant environ trois ans. Pendant tout ce temps, je n'ai rien fait d'autre que d'aller à l'aventure, de maison en maison – car ce peuple refusait alors de se grouper en villages – et d'apprendre à vivre selon un rythme entièrement différent de ce que j'avais connu jusque là. Comme toutes les vraies forêts, cette forêt était particulièrement hostile. Il fallait faire l'inventaire de tous les dangers, et aussi de tous les moyens de survie qu'elle comportait. Je dois dire que dans l'ensemble, les Emberas ont été très patients avec moi. Ma maladresse les faisait rire, et je crois que dans une certaine mesure, je leur ai rendu en distraction un peu de ce qu'ils m'ont appris en sagesse. Je n'écrivais pas beaucoup. La forêt n'est pas un milieu idéal pour cela. L'humidité détrempe le papier, la chaleur dessèche les crayons à bille. Rien de ce qui marche à l'électricité ne dure très longtemps. J'arrivais là avec la conviction que l'écriture était un privilège, et qu'il me resterait toujours pour résister à tous les problèmes de l'existence. Une protection, en quelque sorte, une espèce de vitre virtuelle que je pouvais remonter à ma guise pour m'abriter des intempéries.
Ayant assimilé le système de communisme primordial que pratiquent les Amérindiens, ainsi que leur profond dégoût pour l'autorité, et leur tendance à une anarchie naturelle, je pouvais imaginer que l'art, en tant qu'expression individuelle, ne pouvait avoir cours dans la forêt. D'ailleurs, rien chez ces gens qui pût ressembler à ce que l'on appelle l'art dans notre société de consommation. Au lieu de tableaux, les hommes et les femmes peignent leur corps, et répugnent de façon générale à construire rien de durable. Puis j'ai eu accès aux mythes. Lorsqu'on parle de mythes, dans notre monde de livres écrits, l'on semble parler de quelque chose de très lointain, soit dans le temps, soit dans l'espace. Je croyais moi aussi à cette distance. Et voilà que les mythes venaient à moi, régulièrement, presque chaque nuit. Près d'un feu de bois construit sur le foyer à trois pierres dans les maisons, dans le ballet des moustiques et des papillons de nuit, la voix des conteurs et des conteuses mettait en mouvement ces histoires, ces légendes, ces récits, comme s'ils parlaient de la réalité quotidienne. Le conteur chantait d'une voix aigüe, en frappant sa poitrine, son visage mimait les expressions, les passions, les inquiétudes des personnages. Cela aurait pu être du roman, et non du mythe. Mais une nuit est arrivée une jeune femme. Son nom était Elvira. Dans toute la forêt des Emberas, Elvira était connue pour son art de conter. C'était une aventurière, qui vivait sans homme, sans enfants – on racontait qu'elle était un peu ivrognesse, un peu prostituée, mais je n'en crois rien – et qui allait de maison en maison pour chanter, moyennant un repas, une bouteille d'alcool, parfois un peu d'argent. Bien que je n'aie eu accès à ses contes que par le biais de la traduction – la langue embera comprend une version littéraire beaucoup plus complexe que la langue de chaque jour – j'ai tout de suite compris qu'elle était une grande artiste, dans le meilleur sens qu'on puisse donner à ce mot. Le timbre de sa voix, le rythme de ses mains frappant ses lourds colliers de pièces d'argent sur sa poitrine, et par-dessus tout cet air de possession qui illuminait son visage et son regard, cette sorte d'emportement mesuré et cadencé, avaient un pouvoir sur tous ceux qui étaient présents. A la trame simple des mythes – l'invention du tabac, le couple des jumeaux originels, histoires de dieux et d'humains venues du fond des temps, elle ajoutait sa propre histoire, celle de sa vie errante, ses amours, les trahisons et les souffrances, le bonheur intense de l'amour charnel, l'acide de la jalousie, la peur de vieillir et de mourir. Elle etait la poésie en action, le théâtre antique, en meme temps que le roman le plus contemporain. Elle était tout cela avec feu, avec violence, elle inventait, dans la noirceur de la forêt, parmi le bruit environnant des insectes et des crapauds, le tourbillon des chauves-souris, cette sensation qui n'a pas d'autre nom que la beauté. Comme si elle portait dans son chant la puissance véridique de la nature, et c'était là sans doute le plus grand paradoxe, que ce lieu isolé, cette forêt, la plus éloignée de la sophistication de la littérature, était l'endroit où l'art s'exprimait avec le plus de force et d'authenticité.
Ensuite j'ai quitté ce pays, je n'ai plus jamais revu Elvira, ni aucun des conteurs de la forêt du Darien. Mais il m'est resté beaucoup plus que de la nostalgie, la certitude que la littérature pouvait exister, malgré toute l'usure des conventions et des compromis, malgré l'incapacité dans laquelle les écrivains étaient de changer le monde. Quelque chose de grand et de fort, qui les surpasse, parfois les anime et les transfigure, et leur rend l'harmonie avec la nature. Quelque chose de neuf et de très ancien à la fois, impalpable comme le vent, immatériel comme les nuages, infini comme la mer. Ce quelque chose qui vibre dans la poésie de Jallal Eddine Roumi, par exemple, ou dans l'architecture visionnaire d'Emanuel Swedenborg. Le frisson que l'on éprouve à lire les plus beaux textes de l'humanité, tel le discours que le chef Stealth des Indiens Lumni adressait à la fin du dix-neuvième siècle au Président des Etats-Unis, afin de lui faire don de la terre : « Peut-être sommes nous frères… »
Quelque chose de simple, de vrai, qui n'existe que dans le langage. Une allure, une ruse parfois, une danse grinçante, ou bien de grandes plages de silence. La langue de la moquerie, les interjections, les malédictions, et tout de suite après, la langue du paradis.
C'est à elle, Elvira, que j'adresse cet éloge – à elle que je dédie ce Prix que l'Académie de Suède me remet. À elle, et à tous ces écrivains avec qui – ou parfois contre qui j'ai vécu. Aux Africains, Wole Soyinka, Chinua Achebe, Ahmadou Kourouma, Mongo Beti, à Cry the Beloved Country d'Alan Paton, à Chaka de Tomas Mofolo. Au très grand Mauricien Malcolm de Chazal, auteur, entre autres de Judas. Au romancier mauricien hindi Abhimanyu Unnuth, pour Lal passina (Sueur de sang), la romancière urdu Hyder Qurratulain pour l'épopée de Ag ka Darya (River of fire). Au Réunionnais Danyèl Waro, le chanteur de maloyas, l'insoumis, à la poétesse kanak Dewé Gorodé qui a défié le pouvoir colonial jusqu'en prison, à Abdourahman Waberi le révolté. À Juan Rulfo, à Pedro Paramo et aux nouvelles du El llano en llamas, aux photos simples et tragiques qu'il a faites dans la campagne mexicaine. À John Reed pour Insurgent Mexico, à Jean Meyer pour avoir porté la parole d'Aurelio Acevedo et des insurgés Cristeros du Mexique central. À Luis González, auteur de Pueblo en vilo. À John Nichols, qui a écrit sur l'âpre pays dans The Milagro Beanfield War, à Henry Roth, mon voisin de la rue New York à Albuquerque (Nouveau Mexique) pour Call it Sleep. À J.P. Sartre, pour les larmes contenues dans sa pièce Morts sans sépulture. À Wilfrid Owen, au poète mort sur les bords de la Marne en 1914. À J.D. Salinger, parce qu'il a réussi à nous faire entrer dans la peau d'un jeune garçon de quatorze ans nommé Holden Caufield. Aux écrivains des premières nations de l'Amérique, le Sioux Sherman Alexie, le Navajo Scott Momaday, pour The Names. A Rita Mestokosho, poétesse innue de Mingan (Province de Québec) qui fait parler les arbres et les animaux. À José Maria Arguedas, à Octavio Paz, à Miguel Angel Asturias. Aux poètes des oasis de Oualata, de Chinguetti. Aux grands imaginatifs que furent Alphonse Allais et Raymond Queneau. À Georges Perec pour Quel petit vélo à guidon chromé au fond de la cour ? Aux Antillais Edouard Glissant et Patrick Chamoiseau, au Haitien René Depestre, à Schwartz-Bart pour Le Dernier des justes. Au poète mexicain Homero Aridjis qui nous glisse dans la vie d'une tortue lyre, et qui parle des fleuves orangés des papillons monarques coulant dans les rues de son village, à Contepec. À Vénus Koury Ghata qui parle du Liban comme d'un amant tragique et invincible. À Khalil Jibran. À Rimbaud. À Emile Nelligan. À Réjean Ducharme, pour la vie.
À l'enfant inconnu que j'ai rencontré un jour, au bord du fleuve Tuira, dans la forêt du Darién. Dans la nuit, assis sur le plancher d'une boutique, éclairé par la flamme d'une lampe à kérosène, il lit un livre et écrit, penché en avant, sans prêter attention à ce qui l'entoure, sans se soucier de l'inconfort, du bruit, de la promiscuité, de la vie âpre et violente qui se déroule à côté de lui. Cet enfant assis en tailleur sur le plancher de cette boutique, au cœur de la forêt, en train de lire tout seul à la flamme de la lampe, n'est pas là par hasard. Il ressemble comme un frère à cet autre enfant dont je parle au commencement de ces pages, qui s'essaie à écrire avec un crayon de charpentier au verso des carnets de rationnement, dans les sombres années de l'après-guerre. Il nous rappelle les deux grandes urgences de l'histoire humaine, auxquelles nous sommes hélas loin d'avoir répondu. L'éradication de la faim, et l'alphabétisation.
Dans tout son pessimisme, la phrase de Stig Dagerman sur le paradoxe fondamental de l'écrivain, insatisfait de ne pouvoir s'adresser à ceux qui ont faim – de nourriture et de savoir – touche à la plus grande vérité. L'alphabétisation et la lutte contre la famine sont liées, étroitement interdépendantes. L'une ne saurait réussir sans l'autre. Toutes deux demandent – exigent aujourd'hui notre action. Que dans ce troisième millénaire qui vient de commencer, sur notre terre commune, aucun enfant, quel que soit son sexe, sa langue ou sa religion, ne soit abandonné à la faim ou à l'ignorance, laissé à l'écart du festin. Cet enfant porte en lui l'avenir de notre race humaine. À lui la royauté, comme l'a écrit il y a très longtemps le Grec Héraclite.
J.M.G. Le Clézio , Bretagne, 4 novembre 2008

Nobelprize.

lundi, février 02, 2009

la Cultura

El Presidente Nicholas Sarkozy ha anunciado, será su idea o se la habrán soplado?, que la cultura debe ser el motor para salir de la crisis (además ha creado un Consejo para la creación, cuyo director es un hombre muy interesante), oh, oh... Y sobre todo, la creación. Ejem... Cierto la cultura: ese enjambre de estructuras sociales que produce su propio saber, cuando se anquilosa, muere. Por eso, supongo que habló de creación, creación en el sentido de entrar en contacto con otras culturas, de mezclarse, de producir otros cortes sociales que no se inspiren tan solo en la economía (poder económico, cuáles son las culturas más valoriadas sino aquellas que poseen poder?), de renovar la mirada, pero, todo eso, se hará? Cierto, Francia es el país donde las culturas respiran en contacto con la francesa, que es, pienso, la más cosmopolita del planeta. Son 50 años de Ministerio de la cultura, desde que lo creó Charles de Gaulle y nombró a André Malraux como ministro.
Ayer, tuve una conversación con una amigo en la Plaza de Oriente, toda cultura que se fija en sus estructuras me produce pavor, aquella que se celebra en su uniformidad o en su conformismo... me asfixia, por qué? porque impide la creación...

Una de las cosas que más me sorprende es la falta de curiosidad, las personas que se quedan en la esquina de su casa, sin salir, pero sobre todo, la endogamia. Lo asimilado fácil, lo idéntico. Escuchaba una entrevista a un hombre de 85 años, contaba un poco su vida diaria, su sed por saber que no había disminuido con el tiempo, sus ganas de conocer el mundo, de comprender otras culturas, de escucharlas. Es decir, afinar el oído. Creo que esa es la verdadera juventud, la curiosidad, la observación, la escucha atenta. Muchos jóvenes son cadáveres, creen que lo han entendido todo, que lo conocen todo, y peor, se sienten genios. Son incapaces de sospechar d ela vanidad fácil de la juventud. Lo noto a cada instante. Son viejos pero son jòvenes, tienen la rigidez de la muerte, ese estado de vacío, de nada, de no deseo. Y es extraño, algunos, en la globalización, se abren, otros, alimentados por el fuego fatuo, se encierran (temo que son mayoría)... Pero, me pregunto si la época no exigirá justamente que se produzca una apertura por donde corra el agua, si estar encerrado en su caparazón, no es una forma de suicidio. Pensaba todo esto porque hay proyectos sociales, sociedades en las cuales el aire circula, otras, más locales, parroquianas, tristes, en las que se vive en prisión. Una bella historia social a nivel internacional, es aquella de la sociedad que se mira, se increpa, se cae, se levanta, y se pone de pie. Podría ser la norteamericana, Francia siempre ha sido muy autocrítica y se piensa constantemente, América Latina, se prepara para dar un salto, dejar los pañales... Y las otras no sé, las observo...

Y después de este análisis de un tema que no es mi tema pero que igual, me apasiona, debo escribir sobre Patrick Modiano. Me quedan dos días en Barcelona antes de irme a París. Entrevista con La razón, paseo frustrado a causa de la lluvia... Exasperación... Apenas hay luz...

Pero algo me ilumina por dentro!!

dimanche, février 01, 2009

El secreto es...

Anoche he sentido muy claramente una intuición: es que el secreto es que no existe ningún secreto. Me refiero en el sentido epistemológico, metafísico. Trato de explicarme: creo que por mucho tiempo pensamos que ciertas cosas se esconen destrás de la realidad, de una realidad hecha de lenguaje, de palabras, porque no tenemos otra. Sino existimos en palabras, no podemos demostrarnos nada. Prueben lo contrario.. Siempre damos vueltas a una frase, a un tema, y pensamos que nos esconde un significado, una segunda lectura y tratamos de descifrarlo. Anoche pensé que nuestro lenguaje llega a ser tan rico, tan simbólico, crea tantos mitos y leyenda,s que pensamos que la vida ambién es así. Y no, detrás de toda esa realidad, me decía, tal vez no se esconde nada. Pensé en la anécdota que contó Clément Rosset en su exposición en el MACBA , sobre Maurice Ravel, el compositor. Este dejó una caja que decía: abra para conocer el secreto, en la que había muchas cajas, hasta llegar a una que decía: no hay secreto.
El secreto solo está en nosotroas mismoas, y no en las personas y las cosas, de ahí ese desfase constante con la realidad, nunca compensado sino es con la imaginación y la poesía.

Ayer Grecia Cáceres, novelista y amiga, tuvo el delicado gesto de presentar Erótika en París (creo que fue en La maison de l Amérique Latine). Grecia es una excelente lectora y como buena lectora, muy buena escritora. Me ha impresionado su generosidad y la delicadeza de sus comentarios...