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vendredi, novembre 07, 2008

Lévis-Strauss, centenario


Este año, este mes de noviembre, Claude Lévi-Strauss, autor de ese libro legendario que es Tristes trópicos y que todos deberíamos de leer alguna vez, y que empieza así: Detesto los viajes y a los exploradores...., cumple cien años. El comienzo siempre me sorprendió porque hacía justo lo contrario del pensamiento científico-racional: exhumaba pasión, una forma de sentir. LS está entonces muy anciano, postrado, pero hasta hace poco seguía corrigiendo los manuscritos de la edición canónica de La pléiade, privilegiando aquellos textos en los cuales la observación no pretende demostrar nada y se limita a observar y describir una realidad concreta. Eligió los textos más literarios (más poéticos) porque son los que le parecieron más veraces, más justos, lo que le devuelvería a la literatura un papel menos pretencioso y aleccionador, haciendo de ella un tamiz a través del cual podemos acercarnos para adherir al mundo. Creo que la palabra justa sería adherir.

Aquí va:


La voz sin máscara, o El último Mohicano

En el centenario de Claude Lévi-Strauss, se reedita su obra principal que fue toda una revolución antropológica. Por Patricia de Souza

Si el pensamiento de Lévi-Strauss (Bruselas, 1908) sigue siendo completamente contemporánneo es porque la revolución antropológica que se produjo cuando publicó sus primeros libros, Tristes trópicos y El pensamiento salvaje, transformó la visión de las culturas americanas consideradas hasta entonces como primitivas. De golpe adquirieron un valor para el conocimiento de lo que es el hombre y sus costumbres, el hombre y la naturaleza. Más que ver en el otro una imagen inacabada de sí mismo, Lévi-Srauss se reconoció a sí mismo como Otro, con un extrañamiento, una poética, que ha hecho que este autor sea imprescindible, El último mohicano. No se trataba de renunciar a los universales sino de comprender las particularidades culturales como una realidad que completaba, que difería, la cualidad de la comparación. A través de la rememoración y el relato de sus viajes (su primera expedición fue al Brasil, en 1934) Lévi-Strauss leyó en los pueblos que simplemente se consideraban como bárbaros, o salvajes, el valor intrínseco de toda civilización impreso en sus rasgos culturales (de vida colectiva), más que en la producción de conceptos. Era simplemente otra forma de civilización. Para empezar, Lévi-Strauss aplica a la antropología un modelo linguístico, el de Saussure, cuyo objeto de estudio son los signos y sus combinaciones que se definen no con respecto del objeto al que nombran sino por la relación entre los propios signos. Si esta forma de método científico encontró resistencia es porque ponía en duda el pensamiento subjetivo cartesiano, y existencialista, en el que el individuo se separaba de alguna manera de la colectividad existiendo solo para sí mismo, a través de estas especie de sustanciación del pensamiento.
Una de las cosas más importantes es su resistencia a la noción de raza como una distinción cualitiva: si esta particularidad existe -lo que no se pone en duda- se debe a circunstancias geográficas, históricas y sociológicas. No a aptitudes distintas ligadas a la constitución anatómica o fisiológica de los negros, los amarillos o los blancos, escribe Lévi-Srauss en Raza e historia.
El hombre no hace sino interpretar las estructuras que no están en el sujeto sino en la naturaleza. Esta es una realidad sensible que se puede decodificar a través de los signos, trabajando con ellos como un albañil y a través de la metáfora (los mitos). Una de sus primeras intuiciones es que la prohibición del incesto tenía una relación directa con una necesidad de nacer a la vida colectiva y cultural. Así como el lenguaje, el parentesco es un sistema de comunicación que tiene como fundamento la regla del don, es menos prohibición que las necesidad de entregar a la hija o el hijo a un grupo distinto. Son las reglas del intercambio, el paso del estado natural al de la cultura.
Así, todo el análisis Lévi- Straussiano está basado en un método de clasificación riguroso del pensamieno pre-lógico y empírico: lo cocido, lo crudo, lo húmedo o lo podrido.
Otra de las cosas más interesantes es como Lévi-Strauss reconoce las propiedades terapéutitcas del lenguaje; por ejemplo, la función de los mitos y el pensamiento totémico para curar experiencias traumáticas organizando el caos en las culturas que nunca serán vegetativas. Es el caso de los Bororos, en el Brasil. Lo totémico recupera un sentido alegórico esencial. Ese cambio en la observación de las culturas aborígenes de toda América ha hecho que Lévi-Strauss entre en la colección de La Pléiade. Nada es más humano que considerar que toda civilización tiende a sobrevalorar la orientación objetiva de su reflexión, lo que nos lleva a renunciar a ese trascendentalismo occidental que nos ha marcado desde Emmanuel Kant. No hay nada más concreto que el “Pensamiento salvaje”, en constante relación con el mundo natural. Lévi- Strauss escribe justamente: El pensamiento mágico no es un comienzo, un boceto, la parte de un todo todavía no realizado, es pensamiento. Constituye un sistema bien articulado, independiente, bajo esta relación con ese otro sistema que es la ciencia, salvo por la analogía que los aproxima y que hace del primero una especie de expresión metafórica del segundo.
La carrera científica de Lévis Strauss comienza realmente en los Estados Unidos, a inicios de los años 40. Poco a poco se aleja de la filosofía manteniendo el rigor en la reflexión: su estilo es limpio, fácil, literario. La primera parte de su obra científica podría ubicarse, como lo indica el prefacio de la edición de La pléiade entre los años 1943-1955, etapa en la que establece sus primeras ideas sobre el parentesco. La segunda, culmina con La historia del Lince (incluída en las pequeñas mitologías) que observa con atención la elaboración de mitos, los cuentos y narraciones orales de las culturas americanas. Durante toda su vida LS no ha dejado de establecer una dialéctica con todo sus libros, un pensamiento que ha ido afinándose como si fuese una música cada vez más melodiosa, como esa música de Chopin que oía cuando estba en compañía den los indígenas de Mato-Grosso.

La gran sorpresa es que un autor considerado científico, como es Lévi-Strauss sea editado en una colección literaria como La Pléiade, lo que de alguna manera nos muestra que toda antropología es también literatura, es creación. La observación sociológica y filosófica, podría dar forma a un árbol genealógico que empezaría con Rousseau o Montaigne, y que muestra la validez de la mirada, la precisión del estilo, de la misma manera que los límites de la comprensión. Lévi- Strauss no ha dejado de hacerse preguntas, de retomar ciertos conceptos y enriquecerlos con la humildad de quien sabe que la literatura es la única que puede integrar ese elemento irreductible de lo humano, delante del cual la ciencia solo puede inclinarse. Este volumen de La Pléiade reune los libros principales que privilegian el relato y la rememoración a la teoría (el primer capítulo del Pensamiento salvaje - La ciencia de lo concreto- podría ser un manifiesto de la teoría de LS). Los escritos de LS son como cartas dirigidas a los lectores pidiendo la aceptación de una visión diferente de las cosas, de un movimiento constante hacia los otros. Y de una eterna pregunta: ¿qué es la civilización?

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