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mercredi, novembre 12, 2008

De llegada

Llegando a Cuernavaca, una luna llena, luminosa, erguida sobre las montañas, las luces al fondo, intermitentes, intensas. Hay abejas, mosquitos, zancudos... la temperatura es por lo menos 5 grados más alta que en el D.F donde hace 20 C. Y solo estamos a una hora de distancia. La vista me invita a quedarme en la terraza, oyendo a los grillos. Los espacios del hotel son enormes, el jardín revienta de hierbas, árboles y frondosas plantas trepadoras... Es intenso y, al mismo tiempo es silencioso. Los mexicanos son suaves, nunca me los imagino violentos: hablan muy despacio, van despacio, el tiempo para ellos, y a lo mejor eso sea una marca ancestral, es algo que no tiene una dirección lineal, no se detiene ni avanza, simplemente es un acontecer constate, y, en ese contexto, las personas se van preparando para la muerte. Hoy leyó José Emilio Pacheco en la editorial Jus. Me pareció encantador, dijo que ya no le quedaba mucho tiempo para escribir, pero que estaba feliz de haber podido hacerlo y estar allí, entre nosotros, dijo unos poemas muy cortos, y luego se fue amablemente a sentar a un lado para conversar con los jóvenes poetas mexicas...

Y yo debo salir a comer... caminaré entre calles oscuras, de casas gigantescas, bordeadas de madreselvas... un privilegio.

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