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mercredi, août 27, 2008

Ir y venir

Hay un libro que recomiendo leer: Del nomadismo, de Michel Maffessoli. Es importante porque habla de un esfuerzo constante del nómada para adaptarse a nuevas situaciones lo que genera un movimiento constante en el pensamiento y que sería el núcleo de todo pensamiento libre y creativo. Ahora caminaba por Barranco, bajé hasta el mar y allí me puse a pensar en mi necesidad de silencio y en la desorganización interior que me porduce estar en Lima. Siempre tengo la impresión de no estar en una sociedad de derechos sino de privilegios. La educación es el síntoma más agudo. Sé lo que cuesta cultivar un jardín interior aquí, de la carestía de los libros, de la ausencia de bibliotecas, del ruido descomunal de esta ciudad (el transporte público merece otro post, porque creo que es el más indigno, el más violento de América Latina) y del costo de la educación, lo que hace que sea exclusivamente elitista y establezca una jerarquía inamovible de ciudadanos: los que no tienen dinero no tienen derecho a nada. Es la brutalidad del capital. Sin embargo, pese a esa violencia, pese a que algunas personas portestan, hay un silencio intuitivo, una doble moral de parte de la mayoría de la población que no se queja mucho. Cuando se les señala, es como si no deseasen que les muestren un paisaje demasiado feo sobre las condiciones en las cuales viven por miedo a afrontar una realidad demasiado violenta (y lo entiendo, pero no lo justifico). Hay ocultamiento de las diferencias sociales, del rascismo, de la violencia (no por robos ni nada de eso) verbal a la que se expone todos los días cualquier persona, esa violencia que segrega, que humilla, que somete, que dice: tú no eres igual a mí.
Pensar, crear, entonces, es un lujo, pero sobre todo pensar con serenidad. Nunca antes había tenido esa sensación de hablar en medio del alboroto, de Torrel de babel en la que nadie escucha a nadie, nadie sabe lo que dice. Esto tiene que ver con la educación y el desprecio que se siente por ella al haberla convertido en un negocio y en lugares de alienación (pienso en la impresión que me produce la Universidad La Católica, en la rigidez de su arquitectura, en el ambiente que se repira allí dentro). La verdad, que aunque mucha gente diga que les arruino la fiesta, lo siento, pero a veces pienso que ese pequeño país en el que nací (que no digan que es grande!!), vive un proceso esquizofrénico constante, una especie de ficción en la cual los protagonistas no tienen el rostro que desean sino el que les presta el exterior, rostros que van cambiando según la circunstancia, sin ninguna presencia, sin ninguna transformación interior. Estamos en pleno proceso de frivolización y eso, que nadie lea, que nadie pida ni busque bienes culturales (solo cuenta lo concreto, en la política, en todo), ni reflexionar, es perderse en el tiempo, absorberse. Al final, dejar de existir con autonomía. Me da pena decirlo, pero ahora que abro un periódico, La República y leo la columna de Mirko Lawer, que contrasta con las frivolidades de los blogs que todo el mundo lee con avidez, me doy cuenta que sí, que sí se trata de una sociedad fragmentada y ausente. Por eso cada lector, cada persona que como Rocamadour se interesa por la literatura y vibra con ella, adivino que es porque esa es la única manera de estar realmente vivo, de existir con libertad y de sentir que algo pueda cambiar. Al final, las grandes revoluciones del pensamiento y de las costumbres se han hecho a través de libros: Diderot y su enciclopedia, Marx, Freud.... Y la lista es larga...
Au moins!!!

1 commentaire:

XIGGIX a dit…

Comprendo esa especie de nomadismo, pero me parece dudosa esa adaptación del sujeto a ese movimiento sin fin de la historia, la cosa es cuando parar el mundo en circunstancias en las que ese devenir nos sobrepasa sin poder actuar para cambiar el curso de los acontecimientos y entonces esa adaptación nos convierte en parte de una patología de la modernidad que adocena las conciencias en exílios voluntarios frente a la acción social; nunca he sido militante de nada y siempre intenté andar con una conciencia libremente móvil para salvarme de cualquier dogmatismo, pero hay un tiempo en el que aquella posición resulta cómplice de las fuerzas irracionales; últimamente no puedo dejar de sentirme contestado por aquellos movimientos sociales, como el de las comunidades amazónicas que buscan sustraer de la compra-venta derechos más fundamentales, y es en éste ahora en donde se hace más necesario que los intelectuales acompañen esas "energías utópicas" en la formulación de nuevas ideas para lograr una convivencia inclusiva y hacia una nueva emancipación de nuestra tradición histórica, clausurando el pasado sin olvidar sus lecciones, es entonces cuando los intelectuales deben arriesgar su patrimonio más caro, es decir, la independencia de sus ideas, aun a fuerza de equívocos, sino, mas temprano que tarde, seremos el objeto de algún otro relato sobre la violencia en nuestra tierra.