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jeudi, mai 01, 2008

Personajes femeninos


Ahora que leo algo sobre una nueva publicación de Drieu de la Rochelle, autor de Fuego fatuo (de la que existe una película de Truffaut) y de otras novelas como Gilles, recuerdo la lectura de esta útima: recíén llegaba a París y el personaje era un burgués desesperado, desadapatado a su tiempo, llorón, no tan tonto en sus reflxiones, pero, para mí, que venía de una sociedad con probelmas muy concretos, un engreído.
Veo que la editorial Gallimard reedita un texto suyo: Por una novela sobre la sexualidad en la que figuran notas y bosquejos de su propia sexualidad y de cómo veía, notre cher Drieu, a las mujeres: virgen o prostituta, mala o buena... etc, los tópicos archilamidos de todo escritor de extrema derecha (escribió además panfleos por-nazis). Pero es solo en en esos caso? Mnnn, yo diría que no, que depende de cómo se presente el texto, caso de Philip Roth que construye personajes femeninos maniqueos, pero que pasan como muy a tono con la época. En sus novelas las mujeres son siempre un cuerpo, una edad, una forma de vestir... Es decir, plusvalía, mercancía... la belleza (todavía habría que definir esta idea de otra manera) es una cualidad que se exige solamente en la mujer, sino, cómo se pueden explicar que un Houllebecq, un De Prada, un Sartre ( o el mismo Roth, ah y me olvidaba de Rushdie (ufff!) que Iván celebra porque tiene una nueva novia modelo!), sean los héroes de novelas (y en la vida real, alucinante!!) donde las mujeres se vuelven locas por ellos (si aplicamos la misma regla)... Pocas son las novelas en que la mujeres no son valorizadas por su belleza. Todos los modelos femeninos redundan en ellos, salvo excepciones como Flaubert, Dostoiesvki, Stendhal y no se me vienen más. Las mujeres sino se construyen ellas mismas como personajes, se quedan como elementos decorativos, de ahí insisto en la necesidad del uso de la primera persona. De paso, La Rochelle escribe este libro en tercera persona, justo para hablar de su sexualidad-y de su reprimida homosexualidad- que generó en neurosis, y en suicidio. Felizmente, ahora, casi nadie se suicida por su opción sexual, pero cuando esto se mezcla a una clase social, parece que la cosa es grave. Jean Genet nunca tuvo problemas en asumir su homosexualidad porque siempre fue y se condujo como un marginal, Jean Cocteau era un hombre con mucho poder y determinado que hizo de eso una especie de dandysmo un poco histérico la verdad, pero en el caso de La Rochelle como en el de Cesar Pavese, la cosa terminó mal y, a fuerza de reprimir y sentirse incapaces de asumirlo en público, la bomba estalló. Habría que leer el estudio que le dedicó Freud a la supuesta homosexualidad de Da Vinci, sin buscar ninguna convicción, salvo que las neurosis, sí, seguro que tienen que ver con un deseo contrariado... en el sentido más vasto...

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