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lundi, avril 28, 2008

Vuelvo

Ninguna querella niega el valor humano de una relación. Eso nos hace hasta cierto punto inocentes.

Siempre vuelvo sobre una idea cuando oigo o sucede algo que me cuestiona y me hace ver eso que no vi o no sentí. Pensaba en la frase que cierra mi anterior post y que siento, después de una efímera conversación, como algo tangible: cuán necesitadoas de afecto estamos todoas aunque lo disimulemos bajo la acción, el silencio, incluso la creación.
Se trata, a lo largo de nuestras vidas, de lo cosntruir lo que consideramos Vida buena, de crear espacios no solo para ideas representativas (como la democracia) sino de crear aquellos qu sirvan para la acción a través de nuestra capacidades (y limitaciones) individuales, espacios de resistencia, de conocimiento (no de obscurantismo ni de superstición) y de goce. En eso consiste mi idea de democracia que tomo prestada de Spinoza. La idea de cada individuoa como potencia creativa nunca fija. Creación en la amistad, en el amor, en las relaciones afectivas, etc...
A veces, me doy de golpes con realidades concretas que muestran el otro lado, y por supuesto surje una enorme frustración. La mayoría de las veces se elige lo idéntico, no lo múltiple, la ausencia de diálogo a la convergencia de ideas, la severidad a la indulgencia, la soledad no como elección sino como condena. La idea de civilización como aquella que incluye a seres múltiples, conviviendo y construyedo juntos y no alienados con sus certezas. La idea de existir y de dudar y concederle al otro (como una parte constitutiva pero irreductible) la posibiliad de errar, equivocarse y enmendar. La vida, el estilo, como un trabajo sobre nosotroas mismoas, mientras más manos tengamos al alcance, mejor, mientras más miradas valorizantes, más fácil será la travesía. Mientras más amor, más creatividad. Creo que todoas pedimos, con los ojos cerrados y en el silencio, eso a la vida. He ahí la apuesta, no ciega, como Pascal, pero sí confiada.

Visión en la calle: una mujer manejando un auto muy antiguo, un hombre que se alejaba fumando haciéndome pensar en alguien que conozco... dos visiones que por un instante podría considerar como enigmáticas o premonitorias (la de la mujer era de vulnerabilidad, la del hombre, la de la incapacidad de retener a alguien) y que restituí a su valor verdadero: el hombre era solo un hombre caminando, y ella, una chica que se divertía en su carro... Y caminé, aliviada.

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