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dimanche, février 17, 2008

teatro

Ayer, visto en un teatro de Coyoacán, la pieza de teatro Alcira, la poesía en armas, sobre la historia real de una poeta uruguaya, quien durante la ocupación de UNAM en 1968, epílogo estudiantil del mayo del 68 francés, se encierra durante quince días en un baño de la universidad para huir de la policía. La pieza es un largo monólogo compuesto con fragmentos de Los detectivas salvajes, de Roberto Bolaño, melancólica y muy fechada en esas épocas de violencia política (la terrible matanza de Tlatelolco). Curioso que en el teatro contemporáneo yo busque algo más, algo que lo arranque de sus lastres tradicionales, como en todo, por otra parte. Conversando con Rodolfo Hinostroza, que anda por México, me doy cuenta de que la idea de que los géneros sean una convención académica no convence. Cuando yo digo que los géneros no existen es porque abro paso a la literatura como escritura, como huella de lo que se vive o se sueña. La forma es una cosa que se adapta a una necesidad y defender categorías solo impide, para mí, la libertad en la creación. Como escribir no es una ciencia sino un acto completamente afectivo, yo creo que las clasificaciones ayudan a los críticos a situarse, pero no tanto a loas que escriben, quienes buscan algo más que un formato en líneas o páginas...

Además, un texto, una novela, puede contener poesía, texto corto y texto largo, ensayo, etc... Perder esa clasificación quizás crearía un problema de identidad, sino somos poetas, novelistas, qué somos? pues nada, gente que escribe. Humilitas.

Ps: acabo de ver una película sobre ese hecho siniestro, y me he quedado literalmente conmocionada. La película que rata sobre los sucesos de octubre del 68, previos a las olimpiadas, es Octubre Rojo (1989).

3 commentaires:

Anonyme a dit…

las formas quizás no existan. pero eso me da miedo.

Emmanuel a dit…

Bienvenue donc dans ce pays qu'on a appelé "la terre du vrai surréalisme".
Esa película, uf. De las obligadas nuestras.

Emmanuel a dit…

Perdón, olvidé anotar que no hay que olvidar el agosto checo del mismo año, no menos importante que el mayo parisino.