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vendredi, mars 02, 2007

Los imponderables


Existen los imponderables, aquellos que no podemos evitar. Por ejemplo esta historia de la computadora que termina metiéndote en un mundo con entramados ilimitados, extraños, completamente ajenos a tus deseos. Es casi algo babilónico, una pesadilla. Luego me doy cuenta de mi dependencia con la computadora y de la neurosis que produce la técnica. Es decir, este material, frio, ajeno, complicado, sirve al mismo tiempo para fabricar y alimentar una vida espiritual. Es por eso que todo lo que se le oponga me neurotiza...
Leo ahora el octavo tomo del diario de Anais NIn, no sé si en castellano estén todos traducidos, pero sigo cada vez más imprsionada por la calidad. Ni una línea de más y una lucidez y una sensibilidad fuera de lo común. Es tan inteligente y sensible como el de André Gide, mucho mejor que el de Léautaud... más completo que el de Virginia Woolf (versión depurada por Leonard Woolf, de hecho). En este tomo se siente a una persona más resignada a su suetre; alguien cuya mirada sigue siendo riquísima (está ahora en Los Angeles) y fuera de lo común, pero es como si estuviese en un lugar donde no debiera estar y donde nadie la escucha. Creo que el hecho de que Truman Capote o Norman Mailer le hubiesen hecho vacío fue por deconfianza, misoginia, y a lo mejor celos... es increible que una obra diarística tan extraordinaria sea tan poco conocidada..., es la América puritana la que ignoró a Anais NIn, la Europa de la post-guerra que no entendió su manera de vivir, hedonista y libertaria... de todas formas es una pena porque en estos diarios se lee el trayecto de una mujer que lucha por su libertad con valentía, con talento... diría, con abosluta lucidez y, sobre todo, sensibilidad hacia los demás... Hay que leerla, obligatoriamente, en ella hay una mirada sobre los demás que hubiese encantado a Freud... en algo me recuerda a Lou Andréas Salomé, de quien Nietszche dijo que junto con Napoléon (el Napoleón interesante, sin duda; el del código penal, etc) y Dostoiesvki, era la única persona a quien respetaba. Nadie más presente ante si misma que Anais Nin. Y yo siento que con el tiempo, ees vitalidad fue domesticándose; No debe haber sido fácil... Yo siento que es un poco así en la vida, cuando esas cosas suceden me sale una especie de pantera negra que sólo pide salir de su jaula.


Anoche he vuelto a tener unos sueños un poco extraños, mis hermanas, mi madre. Yo las abandonaba en una ciudad de Italia donde se suponía que podrían ver una puesta de sol extraordinaria, pero luego yo regresaba y se habían perdido, por lo que me sentía responsable y lloraba amargamente. Yo creo que es mi sentido de la deuda, la necesidad de siempre proteger, de dar sosiego y de no estar en capacidad de hacerlo. Creo que ayer me dormí pensando en que siempre ha habido alguien que ha protegdo un poco mi trabajo como escritora, personas que ha sido generosas conmigo y me han mantenido en un estado de cierta pureza. Sé que eso no es constante y que gracias a esas personas relativizo muchas otras cosas. Entonces, mi miedo viene de allí, de defraudarlas como podría haber pensado que hacía al abandonar de nuevo Lima y mi familia.

1 commentaire:

Anonyme a dit…

No he leído a Anais Nin, pero en la editorial en que trabajo en algún momento nos interesaron sus diarios, y no sé si hubo algún problema de derechos o qué pasó. Y creo que por otro lado buscábamos también a Henry Miller.
No me atrevo a comentarte muy personal. No sé si viniste o no a mi blog, pero ya ves que yo también me dedico a escribir, pero lo del blog lo exploto hasta el extremo de la adicción, consiguiendo muchísimas visitas comentando aquí y allá, lo que como escritor me beneficia aunque solo sea por la función básica de que lo que uno escribe alguien lo lea. Apenas escribo sobre literatura. Escribo más bien sobre las mismas cosas que escribe la literatura, en tono de reflexión, muy personal, muy terapéutico, muy sincero.
Amor