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jeudi, février 08, 2007

París

Y ahora, París. Nevaba al llegar, entonces es el taxi rodando sobre le periférico y unas ganas locas de regresar aunque sienta cierta fascinación por esa nieve que ha silenciado todo, como ne un poema en el cual cada objeto, cada gesto transcurre con la lentitud armoniosa de una danza, casi un ritual. Por las noches el silencio es total y es fácil dormirse en el sueño. Solo antes de ayer, dormía siesta en casa de mi tía. La cama estaba pegada a un ropero que había sido de mi abuela materna, y el espejo refelejaba mi imagen. Creo que pensé: estos olores, estos objetos me son tan familiares, que cerré los ojos para imaginar que se producía un continuum, que me quedaba allí y que la situacón se prolongaba. Pero luego despierto y sé que no estaré. Son las divisiones que produce elegir el desarraigo como método de autentificación, una ciudadanía que nos obliga a estra en contacto con los otros y admitir, por más duro que sea, nuestra precariedad como personas. Esa creo que es mi apuesta. Antes de dormir, sé que hay apuestas que cuestan, cuestan porque es más fácil permanecer en lo idéntico, en la proximidad afectiva, es más fácil, reposar nuestro miedo a la muerte y al tiempo, en los brazos de gente que nos conoce de toda vida, con besos de personas que conocemos, y voces fáciles de descifrar, más complicado estar allí donde todo cuesta y donde nuestra identidad es aquella que se construye a cada instante en adaptación al otro, donde la sensación de continuidad es solo un fantasma. No hay nada de heroicidad en esto, me pregunto sino hay mucho orgullo, y orgullo como mujer. Lo digo porque siempre, las mujeres, estamos protegidas por la sombra de un hombre, o por la familia.

Me llega el último número de la revista de la universidad La Sorbonne Paris III, Trans. textos sobre Barthes y Proust. Descubro temas para mi tesis, escucho música mejicaba pensando en el D.F y salgo a caminar por París. Es curioso, mientras hablaba por el messanger, miraba el cielo cargado de nubes oscuras, iluminado, por intermitencias, por un sol brillante; los muros de las casas son grises y hay pasado en ellos, tiempo y pasado. Es el lado fascinante de París y su lado melancólico. Quién habrá jugado en este patio (en el barro XVIII), quién habrá soñado con viajar, quién lo habrá mirado? El departamento donde estoy está cargado de objetos, pero, por primera vez, siento que mi cabeza se impone al exterior y no me molestan. Lo afectivo en el acto de escribir, empieza a ser un estado interno, protegido. Al menos, por ahora, me parece así.

2 commentaires:

Fernando Visbal Uricoechea a dit…

Hoy leí tu blog escuchando a Jan Garbarek (3 piece, de su disco Those born with wings). Y de repente la epifanía que juntó música y escritura, ese camino que algunos buscamos para disfrutar aún más el placer de imaginarte.

Anonyme a dit…

Sigo tu blog desde hace unas semanas y disfruto mucho el caracter sereno y pausado de tus reflexiones: la(buena)literatura, el cuerpo, Lima, el desarraigo: la belleza de la vida interior