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mercredi, janvier 24, 2007

Trianon


Es curioso, me levanto pensando en escribir sobre María Antonieta (ayer estuve pensando durante el día) y veo que me ha llegado una invitación de la editorial Funambulista, en Madrid, sobre este tema, aparantemente, una biografía (Mi testimonio). Conocemos los rasgos generales de María Antonieta, que murió decapitada junto con toda su familia, que era austriaca, que era un poco insumisa, pero de su verdadera vida privada, de su independencia en la manera de pensar, o de su soledad, o sea, su vida interior, sabemos poco. Nunca he entendido porqué preservamos los rasgos más fuertes en las personas, y los vulnerables, los olvidamos o los escondemos. A lo mejor porque esos aspectos son los que nos hacen a todos iguales, todos sabemos que somos vulnerables y que en el fondo si existimos es porque asumimos riesgos constantes (pienso en la primera frase de El extranjero: Mi madre ha muerto, pero ¿qué sabe o entiende Mersault sobre la muerte? Nada de nada). Una frase de Rilke me viene también ahora: Nous, nous, qui sommes si risqués (Nosotros, nosotros, que somos tan arriesgados)... Toda persona arriesga día a día, incluso la más segura y la menos activa. Se arriesga en todo, al hacer el más mínimo gesto, pero sobre todo, cuando hablamos. Y pensaba en otro personaje, en Barthebly, el no moverse sería una forma de mantenerse idéntico a sí mismo. Pero, ¿ de veras lo es? Pienso en las personas que no se han movido ni alejado de sus referentes, me pregunto: ¿realmente son más idénticos a sí mismoas o se parecen más a los demás? Quiero decir, al exterior, a la mirada de los otros, a lo que se espera de ellos y no a lo que ellos desean ser. Es una reflexión que me viene ahora, ¿la verdadera identidad no sería cuando nos parecemos a nosotroas mismoas, em medio de la soledad, confrontados a nuestros límites?

El instante en que María Antonieta es condenada y escribe una carta a su hermana Elisabeth y se enfrenta por primera y única vez a su vida como mujer y ser humano, a su vida de madre y esposa, en el seno de una nobleza que no respetaba...

Son preguntas que me hago antes de partir. La otra tarde, conversaba con Mario Vargas Llosa en su departamento de Barranco, desde donde se ve toda la bahía de Lima, hablaba sobre este hecho de alejarse de sus orígenes y sus vínculos familiares, de vivir en errancia; y sí, es una situación que condena a una cierta soledad, pero es la condición más auténtica. Yo no veía a Mario Vargas Llosa, el ídolo de mi infancia, el hombre de éxito que todo el mundo admira, yo solo veía al hombre que ha decidido un día escribir contra todo, de forma casi obsesiva, a la persona que en ese instante me hablaba de una cierta condición humana, yo veía sus gestos, su pelo, su mirada cargada de significado, y pensaba cómo ese rostro expresaba una vida interior, una insatisfacción y un constante movimiento.

No diría que realmente se decide en el instante en que hacemos algo (pienso en el tiempo que tardamos en darnos cuenta de ciertas cosas y en asimiliar, de ahí que me guste la imagen de rehén de la vida en ciertas ocasiones), simplemente actuamos tratando de estar presentes. Pienso en porqué tantas personas nos hemos ido fuera del Perú (las que no nos hemos ido por cuestiones económicas en un primer momento) tal vez proque es natural emigrar, es natural, para una cierta cantidad de personas, irse, abandonar. Es como uan conciencia viva de la precariedad de las cosas que construimos, como si supiéramos que nada va a durar y que mejor es adaptarse al cambio y al movimiento, someterse a esa separación como un ejercicio fundamental de subsistencia. Antes de partir de la casa de MVL, miré sus objetos que me parecían tan sólidos, tan durables y en armonía, un hipópotamo macizo sobre la mesa (su fetiche), sus libros acomodados en varias filas de estantes... cada objeto, hablaba, pero él, en poco tiempo, también se marchará y sé lo que siente, lo intuyo con los ojos cerrados.
Imagen: Carta de María Antonieta a su hermana Elisabeth.

2 commentaires:

Vanessa Soldevilla a dit…

Sí, también supongo que la vida es un riesgo constante. Tal vez lo triste es arriesgarse a perdedor. Dichosa tú, Patricia, que sabes marcharte. Supongo que yo también algún buen día lo haré.
Siempre que leo tus reflexiones por medio del blog me dejas admirada. Tanta sensibilidad con todo y sobre cualquier mínimo pretexto, una película, una partida, un libro, una carta...
Imagino que ya la vida te ha dado tiempo para aprender a partir con esa calma, sin prisa, y sin dejar de lado la pena natural que ese partir ocasiona.
¿Cuándo te vas?
Supongo que en esta estadía tuya en Lima tampoco podré conocerte. Tengo las esperanzas de que alguna vez si será posible.
Si te vas pronto espero que tengas un buen viaje.
Vanessa

MARLON AQUINO RAMÍREZ a dit…

"Nunca he entendido porqué preservamos los rasgos más fuertes en las personas, y los vulnerables, los olvidamos o los escondemos". Justo acabo de encontrar un poema de Eielson que, me parece se relaciona con esto que escribes, Patricia. El poema dice: "A lo mejor soy mujer
Y no lo sé. A lo mejor
Somos todos mujeres y no lo sabemos
Quizás por eso la suavidad
Nos da vergüenza y no creemos
En los ángeles porque no son hombres
Ni mujeres".