Pages

dimanche, décembre 17, 2006

Puerto


Esta mañana fui al puerto de Chorrillos a comprar pescado. Miraba los pelícanos mecerse sobre el mar, rodeados de gaviotas que se veían pequeñísimas a su lado. Estaba perpleja por el tamaño de los pescados, de los cangrejos y los mariscos que reposaban medio vivos sobre mesas de cemento, mientras mujeres envueltas en sus mandiles de colores, nos iban proponiendo precios. La vista de la bahía de Lima, desde allí, es muy intensa, hay una gama de colores que no se ve en Europa, son densos, porosos. Me recuerda a Marguerite Duras cuando describe Saigón, hay algo de mundo colonial, de pasado colonial, una situación anacrónica, de pasado y presente golpeándose entre ellos, algo violento y a la vez indulgente. Yo tengo la costumbre de desplazarme a mi ritmo, siguiendo mis pensamientos, casi no dejo que el exterior me invada. Rilke decía en una carta que necesitaba estar metido en sí mismo como en el corazón de una fruta, y Maurice Blanchot empieza su hermoso ensayo, “El espacio literario” diciendo: Parece que aprendemos algo sobre el arte cuando sentimos lo que significa la palabra soledad... Creo que ese ha sido mi estado hasta Lima en que el exterior se me impone, todo se hace concreto. Sin poder soportar mucho tiempo sin bibliotecas, fui a la Alianza, caí sobre uno de los tomos de “En búsqueda del tiempo perdido”, de Marcel Proust. Empecé a leerlo y el texto me fue jalando, como si me llevase a navegar sobre el mar sin que pudiese detenerme. Caminaba con el libro entre las manos con la música de las frases de Proust resonando en el cuerpo, como si todo volviese a desaparecer, pero solo por unos instantes. Luego, en el taxi, sin que pudiera darme realmente cuenta, oí disparos, mientras unas personas corrían detrás de un hombre que parecía desesperado. No entendí qué sucedía hasta que el taxista me pidió un poco desesperado que cierre con pestillo la puerta, pero sin hacerme cargo de su miedo, impregnada de la música de Proust. Me doy cuenta que mucha gente vive prisionera de sus miedos, sé que no hay que ignorar los peligros, pero no deseo dejarme aprisionar, no.

Por el momento no logro dormir las horas que acostumbro. Me despierto por la luz o algún ruido y luego, me pongo a conversar desde muy temprano, pero el sueño me vence por las noches y la sensación en Lima se hace soporífera, casi melancólica.

Traduzco solo un fragmento de La prisionera, de Proust, solo por placer.

Sin duda los primeros días en Balbec, Albertine parecía estar en un plano paralelo al que yo vivía, pero que se había aproximado (cuando estuve en casa de Elstir), luego, reunido conmigo, a medida que avanzaba mi relación con ella, en Balbec, en París, luego, de nuevo en Balbec.

No he puesto puntos y comas (Ch), solo he añadido un verbo, me gustaría releer una traducción al castellano.

Aucun commentaire: