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lundi, décembre 25, 2006

Hijos con hijos

Después de la noche navideña, quedo agotada, sin substancia. Despersonalización cuando me desean "feliz navidad", ganas de decir: no soy creyente, pereza de explicarse. El agotamiento viene de tratar de adaptarse a un ritmo que no es personal, en los esfuerzos por "cumplir" con las obligaciones familiares, para estar a la altura de "sus" expectativas. Me veo caminando con los niños, tratando de entender su mundo, su consumismo exagerado, descubriendo en ellos, sentimientos de adultos, ambiciones venales, poca inocencia, la certeza de que hay muchos "hijos con hijos", adolescentes que tienen hijos sin saber por qué, simplemente porque es así y es natural. Leo en ciertas miradas desconcierto, casi como si fuesen víctimas de una situación. En el taxi, pasando delante de las playas que hormiguean de gente la pregunta. ¿Por qué no irse a un lugar fuera de todo esto?, una utopía seguro, donde no sean los mismos valores, sino nuevos, completamente concentrados en una vida espiritual, si tan solo hubiese una persona dispuesta...
sensación de aislamiento total.
Una imagen: la de una niña que no es una niña, la mirada envejecida por la experiencia precoz y mi desconcierto: ¿cómo se les habla, cómo se les explica, cómo se les hace comprender?
Yo no creo en la inocencia de los niños, no más que en la de los adultos. La inocencia como inconciencia es solo un estado, una forma de ignorancia. La lucidez, cuando forma parte de una voluntad, rinde frutos, se convierte en un motor de acción. Siempre le he temido a esa forma de inconciencia de los niños, me hace pensar en ese niño que juega con una escopeta, y sin querer, dispara, y mata a una persona. He ahí en lo que me hace pensar la navidad!

1 commentaire:

Wine Mike a dit…

Es entretenido leerte. Muchas veces lo hago. Nunca dejo rastro.

Hoy quiero darte mi ángulo: los niños y los adultos no somos tan diferentes. Sin embargo, el consumismo que nos consume es diferente. Sus raíces son diferentes. EL cerebro del niño busca aprender, es una esponja, llena de preguntas. Es naturaleza humana, y no tiene que ver con inocencias. Solo es. Impulso, instinto.

En el caso de los adultos, las razones son muchas y muy variadas. Una de ellas puede ser el mismo de los niños. Otras, más complejas, abarcan una variedad compuesta por elementos como inseguridad, entretención, vacío interior, búsqueda de satisfacción (que rara vez es satisfecha). En fin, apetitos de todas las layas.

Sin embargo... la navidad agota, y en mi caso, el frenesí de la apertura de paquetes me cansa y apena. Más aún, me hace sentir solo. No me dan ganas de abrir nada. Solo actuar como observador externo.