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mercredi, novembre 15, 2006

Por Angot


He estado releyendo fragmentos del libro de Christine Angot, Rendez-vous http://www.elpais.es(Flammarion 2006), eso y algunas experiencias vitales, me han llevado a pensar varias cosas. La primera es cómo toda comunicación se convierte en una forma de decodifición de un mensaje. Cuando el vínculo afectivo está bloqueado, pasamos a lo que dice un diálogo de sordos. Resumo un poco la novela que es muy concreta. Se trata de varios rendez-vous de la protagonista, la escritora misma, con varias personas del pasado y del presente. Un día Christine conoce a Eric Estolaza (el presente), un actor de teatro, quien se supone admira su obra. Se conocen y ella se enamora. Toda la novela 389 páginas, llevan a su autora un trabajo de criptología digno de una exégeta. Qué se esconde detrás de las frases, elípticas, pobres, de su interlocutor? (Eric). Esto la llevará a dudar de su estado mental. Ella dice: si yo no comprendo nada de lo que me dicen, y si lo que escribo es falso, equivocado, es que estoy loca (porque al mismo tiempo escribe sobre ello). Eric pasa con ella una sola noche, desde ese instante ella empieza una especie de obsesión que se traduce en llamadas a alguien que siempre tiene su celular apagado y siempre encuentra excusas para no contestar. Obviamente como lectora, se piensa que ella no se da cuenta que el tipo está en otra.


Veamos, un día la autora escribe: En el teléfono le había dicho. ¿has pensado en lo que nos sucedió? El dijo: he debido pensar sin pensar: Y yo: la hicimos mal la última vez, podríamos hacerlo mejor. El había contestado: hacemos como podemos, y sí, podríamos haber sido mejor.
Se refieren a su relación, pero es obvio el desinterés de su respuesta. De la nada se puede sacar un libro? Parece que sí. , es obvio que cada vez que le dice que no contesta el teléfono, es porque simplemente no desea hablar con ella. Un día él le dice: fue un error, lo que sentí fue admiración pero no amor. Está clarísimo, pero Christine no lo lee, y voltea la frase en todos los sentido.
Ella escribe luego: Cuando miraba a la luz del día mi vida pasada, renegaba de todo, salvo de mi hija. No renegaba realmente de los libros que había hecho, pero de casi todo. Sobre todo de los esfuerzos acumulados por amar a seres que no valían la pena. En ese instante se me aparecían en toda su banalidad, y me quedaba dormida con la garganta cerrada.


Al final ella termina por soñar un final feliz, pero es un sueño, todo eso ha sido falso.
Entonces este libro sale de una experiencia que no es nada en sí misma, si no banal, pobre en su apecto humano, nace del esfuerzo, casi épico, de una autora que se aferra a las palabras y les da otro significado, construyendo una situación humana dramática, tan real como la vida misma. Es por eso que a veces, cuando pienso que los libros nos alejan de la vida, dudo. Tal vez no, y solo nos acerquen a lo más íntimo, a lo más valioso que hay en cada uno de nosotros. Qué importa que Eric Estolaza sea un tonto, que no se merecía una línea del libro, qué importa. La crítica no lo ha dicho porque el personaje no sé si existe, pero de ser así, todo el mundo le teme a la verdad encarnada, y por eso, nadie ha reconocido el valor de esta novela. En fin, las razones, ya no las voy a mencionar. Pero una novela puede ayudarnos a comprender a los otros y a nosotroas mismoas, puede abrir una ventana y hacernos ver que la vulnerabilidad puesta al desnudo, no es una verguenza si no un gesto de generosidad. Sobre todo hecho en un libro con talento, auténtico, donde el personaje no se revaloriza ni se embellece si no que se muestra en toda su sensibilidad.
Para terminar, otra cualidad del libro es que su lenguaje es simple, directo, pero poético. Cada vez me acerco más a la idea que me gustaría escribir como una niña, con esa inocencia y como un juego.

1 commentaire:

Vanessa Soldevilla a dit…

Bello post Patricia, tal vez por eso no dejo de leerte aunque salga de vacaciones. Un bello post, inspirador para mí.
Cariños. V