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jeudi, octobre 12, 2006

Cave

Anoche descubrí en lo que era una “cave”, lugar donde los monjes debían almacenar el vino, a una gata con sus crías. Estaban metidos en un agujero y parece que están ahí desde hace un mes.... Por eso la gata viene hambrienta a quitarle la comida a su hijo mayor, Beckett, de quien nada sabe con certeza el género. En el cielo negro brillante de ayer, alguien me enseñó las constelaciones de Tauro y Aries que son las de mi signo. Y esta mañana hace un calor casi de verano. Terminada la lectura de Anais Nin, La casa del incesto, que me llamaba la atención. Aparte de este fragmento, no sé si la totalidad me ha gustado mucho. Mnnnn Lo traduzco porque en lo que dice de sí misma, yo me reconozco un poco. También pienso en el poema de Apollinaire, Je t’ai serré contre moi/ comme un enfant étouffe un oiseaux sans le vouloir (savoir ?)…
O algo así... buscaré el poema y lo pondré tal cual para mis lectores exigentes...
La casa del Incesto, Anaís Nin.

Me han arrancado los brazos, cantaba ella. Me han castigado por haberme aferrado. He clavado mis garras sobre todo lo que amaba; los he encerrado bajos los momentos más hermosos de mi vida; he cogido entre mis manos la plenitud de cada instante. Y tenía los brazos crispados en un perpetuo deseo de abrazo, quería besar, retener la luz y el viento, el sol y la noche, el mundo entero. Quería acariciar, quería aliviar y arrullar, calmar, rodear, envolver. Ponía tanta fuerza en apretarlos contra mí a los que quería que se quebraban. Lejos de mí. Y bien que mal alrededor mío, evitando mi contacto. Estaba condenada a tener las manos vacías.
Temblante y agitada estaba ella ahí mirando sus brazos estirados siempre delante de ella.
Ella miraba sus manos cerradas sobre sí mismas y lentamente ella las abrió; las abrió completamente como el Cristo, las abrió con un gesto de abandono y de ofrenda. Era la renuncia. Era el perdón. Ella abría sus brazos, sus manos, dejando que las cosas siguieran su curso más allá de ella misma.
Yo no podía seguir el derrumbamiento de las cosas. Todo lo que fluía, lo que escapaba, todo lo que se mueve me asfixiaba llenándome de angustia.

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