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vendredi, septembre 15, 2006


Solo ahora puedo darme cuenta de lo que sentí aquella noche en la plaza Garibaldi, en México. Creo que de ahí viene esa presencia rotunda, fuerte que se impuso cuando estaba allí. En esa plaza había una mezcla de pasado y presente, de un pasadao actualizado, pero como envuelto, protegido. Esa luz, esa algarabía, tenía que ver con no querer abandonar una especie de Arcadia, como si se buscase lo eterno en el presente, algo que no va a cambiar. Entre un ambiente de provincia y de gran ciudad, entre formas barrocas y líneas modernas. Creo que en Lima no se ve una atmósfera como esa y por eso me sorprendió. En el Perú las cosas están más divididas, debe ser por la geografía. Y en la capital, se han limado esas mezclas, se han hecho minimalistas. El gusto del peruano es austero como el desierto, o como la presencia imponente de los Andes. En México, el color, las formas, son más cargadas, no se tiene miedo del exceso, es la exuberancia. Anoche alguien dijo que le había encantado la casa de Frida Khalo en Coyoacán, a mí, no. Me decepcionó, pero creo que eso ya lo dije en otro blog.

Anoche comimos en terraza con una lluvia profusa que sonaba sobre el monasterio. Dorothée preparó una tortilla española a la francesa que yo recordaba, según las instrucciones de Vicky, la madre de Manuel, debía mezclarse en un bol con los huevos batidos y que ella añadió directamente a la sartén. Al margen, Barry, poeta norteamericano que vive en Nueva York, hizo un postre muy poético. Doy la receta: cortar naranjas en rodajas sin sacar la piel, ponerlas en un tasón, añadir, según la catidad de naranjas, miel de abeja, esencia de flores de naranjas, canela molida y un poco de pimienta negra. Otra cosa que me pareció exquisita fue una compota hecha por otro residente, Luc, con manzanas y peras cortadas en dados que hizo cocinar, a fuego lento, con un poco de agua (hasta cubrirlas), por una media hora. Añadió azúcar y canela molida. Al final, unas hojas de menta.

Antes de dormir me puse a escuchar unos cds que Dorothée me ha prestado, con una serie de entrevistas a Marguerite Duras. Fueron hechas en tres periodos de su vida, y se nota la diferencia en su timbre de voz. Siempre he pensado que Duras creó un personaje que de alguna manera ella actuó. Creía que la vida y la escritura son lo mismo. Lo sentía así. Si son lo mismo, de todas formas nos transforman al convertirse en objeto. Yo creo que de ahí proviene mi incredulidad. Pero ella creía. Y actuaba. Su voz, su cuerpo, toda ella, se transformaban en actuación. Entonces dice cosas como que el alcohol es la ausencia de Dios, y como la religión, hay que ver la cara de algunos creyentes y suena Bach y Chopin... ella es su propio Dramatis Personae. Casi por pudor, por miedo a la impostura, como si me impusiese una suerte de ascésis, de rigor para compensar el hecho de mostrarse a los demás, no podría hablar así. Siempre trato de convencerme que escribir puede ser un acto de generosidad, pero cuesta no ver el lado narcisista y darse cuenta de que si nos exponemos es porque no podemos prescindir de la mirada del otro, porque la buscamos, lo queramos o no. Es el lado social de la escritura, tal vez...
Y es cierto lo que dice Duras, el alcohol reemplaza algo, actúa como bálsamo, pero exacerba otras cosas. Desnuda las experiencias, y muestra sentimientos, pero también los pervierte porque levanta la barra, y deja pasar todo como en un río. “La enfermedad y la muerte” la escribió roceada de vino, es lo que ella dice... no sé si creerle, a tal punto actúa su personaje...
Iba a decir algo más pero ahora ya no sé.

2 commentaires:

Anonyme a dit…

talvez porque te quedaste en Lima, para luego enrumbar a Paris, pero el Perú, recorre desde el arte renacentista hasta el barroco, ¿conoces todo lo que tiene Juli en Puno?, ¿las Iglesias en Cusco, desde la ciudad hasta las provincias, la de andahuaylas, la de Maras...?

Rain (Virginia M.T.) a dit…

Hay un grupo humano, diferenciado, creo, en Lima, el de la juventud emergente que escribe, pinta, imagina. Podré equivocarme, mas esa es la mirada que tengo sobre la desmesura limeña. O en Cusco, ciudad cosmpolita, y es verdad,, ya no se percibe en otras ciudades, y lo digo por lo que conozco del Perú.

Lo que cuentas sobre Duras es sorprendente hasta cierto punto. Ah, esos gestos, esa grandilocuencia, todo eso.

Gran salute Patricia.