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mercredi, août 23, 2006


Cuelgo algunos fragmentos del diario de Anais Nin. Hoy ha cae una lluvia espectacular en México D.F., con rayos y truenos.

Diario de Anais Nin, fragmentos (1947-1955)

Para mí, Acapulco es la cura de desintoxicación para todos los males de la ciudad: ambición, vanidad, búsqueda del éxito y del dinero, la continua y contagiosa presencia de individuos obsesionados con el poder, que desean ser célebres y estar en primer plano, hacerse remarcar, como sin la vida en medio de una multitud diese una enfermedad incurable, aquella de desear penetrar, estar por encima de la masa, hacerse un nombre, existir en medio de una masa de hormigas y de ovejas. Esto se explica por la presencia de millones de rostros anónimos, personas anónimas, y del deseo de distinguirse cueste lo que cueste.

El artista y el escritor han pagado generalmente, a precio justo, su independencia y el privilegio de hacer un trabajo que aman, igual que sus rebeliones artísticas contra una vida de valores estandarizados.
Deberíamos proteger a los escritores de minorías porque son los investigadores de la literatura. La mantienen viva. Se ha puesto muy de moda tratar de persuadir a los escritores para que vuelvan a los caminos trazados, en contra, al mismo tiempo, del escritor y de un público que no está preparado.

Es un síntoma de gran inseguridad interior ser hostil a lo que no nos es familiar y negarse a explorar.

Madrugada

Y la lluvia sigue, osea que el ruido me ha despertado. Solo ahora me vienen imágenes claras de la visita a la casa de Frida Khalo en Coyoacán. Yo no sentí ninguna presencia dentro de ella, como si fuese una casa organizada para ser expuesta. Objetos e utensilios ordenados por una mano calculadora... Me quedé sin ver la casa de León Trosky porque estaba a demasiada distancia (cada vez que preguntábamos algo nos decían que faltaban varias cuadras...). Me doy cuenta de la dimensión de la ciudad, la noción de distancia distinta incluso a la de Lima y, nada que ver con París, donde todo es pequeño.
Al regreso, visión del metro impresionante: un andén lleno de mujeres, cientos de mujeres esperando el tren. Esto sucede porque a partir de las cinco de la tarde se separaran a las mujeres de los hombres (sic!), machismo mexicano dixit... Saliendo del metro un cielo negrísimo amenazaba con lluvia y es lo que ha sucedido. Salvo intermetencias de sol y calor húmedo, no ha dejado de llover. Coyoacán me decepcionó un poco, me gustó más San Angel, con más carácter, menos austero. La plaza Hidalgo, que recordaba alegre, no la sentí igual sino cargada de una malla de opacidad, un poco gastada... el barrio respiraba un tempo aburrido, lento. De regreso al barrio donde me alojo, La condesa, se encuentra mucho más movimiento, los cafés y los restaurantes me parecen mucho más animados. Además hay más extranjeros, lo que le da una apariencia contemporánea.

foto: Anais Nin

2 commentaires:

Anonyme a dit…

Lo que es ignorar una cultura: los andenes del metro que separan a hombres y mujeres solo son dos o tres de las decenas que hay, y solo es en una hora pico, después continua igual, y no es por machismo, es por los tumultos que hay (es hora pico precisamente) y cuidan de que no apachurren a las mujeres y niños.

Quien lee tu comentario, piensa que esto sucede en todas las estaciones del metro.

¿Más machismo que en Perú? lo dudo muuuuuuuuuuuuuuuuucho, pero mucho.

vikanda a dit…

Me gusto mucho esta entrada. Captas muy bien las atmosferas y se siente el lugar. Leo que alguien se escandaliza y ofende porque se describe (oh bochorno ante el extranjero!) que en la Ciudad de Mexico se deben separar mujeres y hombres. Contradigo: si es por seguridad de ellas, ante la mano masculina, el agandalle. Si es por machismo y no importa que sean 10 segundos al dia. Se hace en Mexico. Mientras el mexicano no se pueda verse en un espejo (querer minimizar el machismo en Mexico a costa del de Peru) el pais seguira dado al traste. Signo de madurez es aceptar los defectos. Despues se vera si se pueden corregir. Nadie ve mejor la esencia de algo como una persona que viene de afuera.