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dimanche, juin 11, 2006

Filosofía de la alteridad


Creo que la filosofía de Emmanuel Levinas me fascina porque contiene la reflexión más interesante que se ha hecho en el pensamiento Occidental: la irreductibilidad, la epifanía, presentes en la aparición del rostro del Otro. Los verdugos nunca miran los rostros de sus víctimas, porque si lo vieran, no se atreverían a ejecutarlos. La filosofía Occidental se ha encargado de establecer una ética de la acción que permita actuar guiados por una escala de valores universales, desde la época clásica hasta la más moderna (aunque esto no sea completamente universal sino consensual al olvidarnos de que el mundo no es Occidente), Kant y su imperativo universal, o la filosofía moralista e inconoclasta de Nietszche, que se situaría en las antípodas y que yo creo está más arraigada en la importancia del Yo individual, la combinación de lo apolíneo con dionisiaco, etc... Pero nadie, nadie, se ha ocupado como Levinas de pensarse a sí mismo como Otro (y es también Rimbaud y Rousseau, como que...), es decir, el número 2, que en la filosofía china es la sabiduría: Ren. Es curioso, porque la fisolofía de Levinas tiene como inspiración el Talmud y la Torah, libros que conozco mal sino es por la Biblia, y esto, porque llevé un curso sobre ese tema en la universidad de Toulouse-Le Mirail. Recuerdo que empecé a faltar a ese seminario y cuando me decidí a ir, me di cuenta de que era interesantísimo... Estudiamos los Evangelios Apócrifos y algunos libros del Nuevo y el Antiguo testamento. Pero, vuelvo a Levinas, que además es criticado por su idea de “rehén”. Para él todos somos “rehén” de alguien y es en esa alteridad, voluntaria porque no se trata de “amo y esclavo” (como en Hegel) sino en una entrega consciente, casi una idea de sacrificio por el otro, gratuito y felizque se produce un verdadero trabajo de trascendencia, es decir, nuestra realización plena en tanto que seres humanos. Bueno, yo decía que ningún filósofo contemporáneo, ni Habermas, ni Sartre, ni John Rawls (el autor de la Teoría de la justicia) se ha ocupado de este tema. ¿Como fundar una ética de la alteridad, verdadera, y en el goce y no en una especie de sumisión o resignación?... Pienso que esta noción del “amor por el otro” que tiene Levinas, una idea de amor responsable que tiene que ver un poco con la idea de don de amor en la Biblia (igual que Simone Weil), al menos, eso leo yo. Hay más felicidad en dar que en recibir, dice el verso bíblico, y en ese sentido, alguien que como él escapó por un milagro a la masacre judía para construir la filosofía más hermosa que me ha tocado conocer, es como para seguir apostando por ciertas cosas. Por ejemplo que un texto se escribe y deja huella, que un rostro, cuando se nos parece en toda su desnudez, produce un impacto en el interior de nosotros, y ese rostro sea como sea, tenga la edad y la forma y el color que tenga, es lo humano.
A Levinas le interesaban mucho Marcel Proust y Franz kafka, el primero, porque en su literatura hay una desnudez y una vulnerabilidad casi trágicas, el segundo, porque supo expresar la contingencia de nuestra existencia, ese estar encerrados en un ser concreto como si fuésemos nuestros propios prisioneros. A lo mejor de ahí nazca la compasión, cuando sentimos al Otro como víctima de sí mismo y se desea ayudarle a trascenderse. Para Levinas este trabajo no se hace sin el Otro, por eso hay una gran generosidad ene esta filsofía, y aconsejaría leer
Totalidad e infinito...

Una ultima reflexión: Paul Ricoeur, otro autor que me interesa, le reprochaba el carácter hiperbólico de su idea de “rehén”, porque Ricoeur pensaba que en ese dar había implícita la necesidad de una promesa de reconocimiento. Tal vez, es la promesa de “futuro” al acto, sin lo que, el gesto parece desprovisto de sentido, pero, ¿ es realmente así?. Creo que el interés pervierte todo. Es la acción así, desnuda, que nos da un bienestar... Solo el acto es importante(incluso escribir), el resto, bueno, qué importa el resto.

(ojo: ni siquiera es una idea que me pertenezca del todo, la he visto también en una película de Godard)
Sigo con Levinas, en la terraza de la Residencia de Chateaubriand desde donde veo el cedro de Líbano que plantó el propio Chateaubriand pensando en cómo le daría sombra en verano. Y sí, ¡gracias René! Porque hoy hace 30 grados y todo parece dilatarse por este calor, alargarse, es curioso.

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