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mardi, février 07, 2006

El tiempo


El el libro XI de sus Confesiones de San Agustín, se hace la pregunta de lo que es el tiempo: ¿Dios mío, qué es el tiempo?. Tal vez sea como una estrella fugaz, como esa caída en el espacio. Al llegar a Lima, esta categoría se me trastoca, quiero decir, que mi noción de tiempo se pierde y es como pedalear en el vacío. Emmanuel Kant decía que las categorías de tiempo y espacio eran conceptos a priori, todos los tenemos. Pero ahora, con el MSM, las imágenes video, etc... la noción de tiempo se ha transformado. Nuestro indicativo del presente se ha dilatado y se ha hecho vasto, diablos, ¡que sí es así!! Y ese es el encanto de esta época, trascender su espacio, sentirse cerca a pesar de la distancia. Igual, nada reemplaza un cuerpo, un cuerpo es un cuerpo, es su respiración y su presencia la que nos fascina.
Ahora, lo más complicado en el tiempo, es aceptar los cambios. Una vez un profesor de filosofía me comentaba: cambiamos para los demás, pero nosotros tenemos la sensación de ser los mismos. Conmueven esos cambios porque nos dicen mucho de lo que se vive: una arruga, un ceño fruncido, nos da la medida de una vida. Hay rostros espirituales, sonrientes y serenos, y otros, duros, soberbios (me gustaba esa teoría de Hegel de cómo la fisonomía adquiere una parte del valor espiritual de la persona) o indiferentes...
En fin, la distancia, y el acercarse de nuevo, nos hace ver que todo es una cuestión de perspectiva. Acercarse o alejarse del objeto, nos da otra visión de las cosas...
Y ahora, !viva el sol y el mar de Lima! Pongo enseguida un texto hermoso:

Oh, rostro, perfectamente hermoso, todos los seres que pueden contemplarte no son suficientes para mirar tu esplendor. El rostro de los rostros aparece de una manera velada y misteriosa (velate et in aenigmate) en todos los rostros, pero aparece sin velo (revelate) solo cuando penetramos más allá de todos los rostros, en un cierto silencio secreto y escondido donde desaparece todo lo que podemos pensar o imaginar de un rostro. Es así, esa oscuridad, esa neblina, esa tenebra o ignorancia, en el que entra aquel que busca tu rostro, cuando trasciende todo silencio y va más allá (transilit, saltar por encima) de todo concepto: es ahí que tu rostro se puede ver, pero solo de manera velada, la oscuridad en sí misma revela lo que se encuentra en tu rostro, más allá de todos los velos.
Nicolas de Cue, De visione Dei, in Opera, Bale, 1502. t. I, p. 185. La tradúcción es mía.

PS:
Sobre el primer post: (Hay un poema de Alberti en el Malecón, Souza, en Barranco, que nos hace pensar que Lima es una capital privilegiada por tener al mar tan cerca). Y gracias por los comentarios, siempre inteligentes y refinados.

Imagen foto: Sarabanda, de Igmar Bergman.

1 commentaire:

Rain (Virginia M.T.) a dit…

Es tan hermoso el texto que has traducido: gracias mil.

Vislumbra lo que he meditado y lo expresa con tan honda profundidad...