Pages

vendredi, décembre 09, 2005

El deseo

Creo que no hay nada más complicado que el deseo, el deseo simplemente, lo que late en nosotros y nos permite estar vivos. Difícil que el deseo se acomode al mundo exterior, a los otros, es siempre algo que no tiene límites y entonces, lo que hacemos, es ponerle un límte apoyándonos en la razón. De lo contrario, terminaríamos perdiéndonos en él. El libertinaje hizo del deseo un motor de creación y subversión, el Marquéz de Sade el más interesante, pero ¿es posible confinar su deseo, es posible domesticarlos? Con Francois Weyergans, hablando de este tema, decíamos: es terrible luchar contra su deseo es agotador. Y una de estas mañanas mientras oía un programa de France Culture alguien citaba las frases de Spinoza sobre el deseo: uno ama su propio deseo y eso hace que el objeto del deseo sea también amado. Luego me preguntaba por qué, en muchos casos, el deseo produce una combustión física, al borde del stress. Tal vez, pensé que el deseo siempre busca construir una figura que recomponga algo interior en nosotras, el deseo mal vivido hace que la neurosis empiece a actuar, al menos, es así cómo lo veía Freud. La renuncia al deseo, es la neurosis en su forma activa y la depresión en la pasiva. En el fondo, en el caso de un deseo encarnado en un cuerpo de mujer, tiene que ver con una neurosis del origen, es como si esta fuerza buscara recrear las cosas desde allí para unirlas a la experiencia exterior, al mundo. Cuando esto sucede de forma armoniosa, la fluidez da lugar a la serenidad y la confianza, es cuando, se puede construir y me pregunto si los hombres, más acostumbrados a vivir su deseo de manera libre, por cuestiones sociales y culturales, estar menos presionados, sentir menos culpabilidad por el hecho de tener un cuerpo que está preparado para dar vida al otro, lo viven de la misma manera. El deseo no tiene una forma definida, puesto que es actividad casi molecular, tampoco tiene siempre un sólo rostro. Pasa el deseo allí donde late la vida, en una conversación, un encuentro, una caricia, una mirada, pero el deseo por una sola persona, por su presencia y su proximidad es confinar el deseo para celebrarlo y hacer de esto un epifenómeno, consagrarlo, hacer de él un acontemiento que marcará nuestras vidas. Si siguiésemos simplemente nuestro deseo de manera más natural, sin prejuicios, ni formas, sin necesidad de trascendencia, bajaríamos tal vez al terreno de lo puramente profano, de lo factual y lo ordinario. Algo más fuerte nos hace sentir esa necesidad de trascendernos, aún sabiendo que en ello nos podemos perder... son nuestras apuestas humanas, siempre, como diría Pascal, entre Dios y la Nada.

4 commentaires:

ÓL a dit…

Probablemente, nos opomemos al deseo porque queremos sobrevivir a él, y que con ello, necesitar lo que deseamos cuando ya no lo deseemos más.

Rain (Virginia M.T.) a dit…

Lo que escribes Patricia, me trae imágenes fuertes, y algo de tristeza.


Mas es algo que viene por mí, y lo que tú ofreces es luz, siempre luz.

Unknown a dit…

Creo que el deseo nace de una necesidad. Y observo a cada ser humano lleno de necesidades, de sedes, de tipo objetivo o del otro, es decir, subjetivo. Sé que un ser humano es como esos abismos sin final que no puedes llenar, le des lo que le des... Pero, abría que buscar aquello que calma todas las necesidades, todas las sedes. En mi caso personal encuentro a la Paz como aquel líquido, aquel estado de contentamiento como la meta, o el destino de todos los deseos.
Puede un ser humano escribir pero jamás podrá decir lo que siente. Pero, el ser humano que encuentra la Paz en una persona que vive intensamente lo que siente...

Sara Tusta a dit…

allo, tú también?