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vendredi, décembre 30, 2005

Relaciones peligrosas

Choderlos de Laclos, autor de Las relaciones peligrosas, leerlo es un estimulante peligro.



En 1782, un oficial de artillería publicaba una novela epistolar escandalosa por libertina, revolucionaria, por tener como uno de sus personajes más importantes a una mujer, y trágica porque al final sus personajes mueren o terminan mal.
Esta será la única novela de Choderlos de Laclos, nacido en la ciudad de Amiens (1741), en una familia burguesa que se intalará más tarde en París. Choderlos era un jacobino, convencido de las ventajas de la democracia y admirador de las ideas del Iluminismo francés, de la enciclopedia de Diderot y de todas aquellas ideas que defendían la libertad del actuar y el pensar. Sin embargo, la novela epistolar que se convertirá en la obra de arte del siglo XVIII, tendrá como clara intención una denuncia de las costumbres y abusos de la aristocracia francesa, se podría decir que incluso lleva contenida una moral al hacer que los personajes considerados “viles” o “malos” reciban finalmente su castigo.
Cuando la famosa novela aparece publicada con el título de “Relaciones peligrosas” (Liasons dangereuses)causa escándalo y asombro por el estilo sobrio y brillante de la prosa de las epístolas que lo contienen, pero sobre todo, impresiona por esa capacidad del autor para hacer tejer a sus protagonistas una delicada tela de araña donde se combinan delicadeza y perfidia, dulzura y crueldad, devoción religiosa y panteísmo pagano. Esa ambiguedad con que se desarrolla la trama, sería mejor decir intriga de la novela, es su mayor atractivo. ¿Cómo clasificar una novela que tiene los elementos morales de la filosofía de Jean-Jacques Rousseau, junto con la apología del mal de un Márques de Sade y la modernidad, por sus personajes femeninos, de un Gustave Flaubert?
Dos personajes son los pilares de la trama: La Marquise de Merteuil y el Vizconde de Valmont, dos personalidades fuertes y dominadoras, dueñas de una inteligencia perspizaz y refinada, ambos igualmente impregnados de la filosofía de su época, de su sensualismo y de su creencia en la razón como forma de conocer el mundo y conocerse a sí mismos. Estos dos personajes claves son los demiurgos, los manipuladores que llevarán a la desesperación a la joven Celile (la inocencia) y a la Presidenta de Tourvel (la virtud). Cada acto de uno de ellos es conducido con una absoluta ausencia de remordimientos, y la frase de Valmont: No lo puedo evitar, es la síntesis de esa consciencia irresponsable y feliz que contempla con deleite su desplazamiento por el mundo gracias a sus calidades intelectuales. Para este tipo de razonamiento lógico y frío, la carta es la forma más adecuada al permitir a su ejecutor estudiar diferentes formas de retórica, ponerlas en juego y calcular los golpes. Además, observar a los otros y a sí mismo: Al descender hasta mi corazón he comprendido haber inspirado la revolución el de los demás, escribe la Marquesa a Valmont y se presenta a sí misma como una nueva Dalila, capaz de traicionar el secreto de todos los hombres que la cortejan (¡ja, cuántas cabelleras de Sansones modernos, poseo bajo las tijeras!, carta de la Marquesa a Valmont).
Laclos, en el prólogo, se dirige sobre todo a las mujeres y confiesa haber dado a leer sus Relaciones peligrosas a una madre, quien le había escrito diciendo que se lo recomendaría a su hija antes de su matrimonio. Laclos también escribió un tratado para la educación de las mujeres, y una ópera cómica, Ernestina, inspirada en una novela que fue un fracaso. Pensó continuar con la redacción de otra novela, pero ese proyecto nunca se culminó. El libro se prohibe en Francia entre 1815 hasta 1875, por escandaloso, y en 1957, por haber inspirado la revolución. En España aparece una edición en 1822, una selección de cartas bajo el título de La Presidenta de Turvel, personaje virtuoso que sucumbe a las peripecias de Valmont para seducirla y quien termina renegando de su virtud. La novela ha inspirado varias versiones cinematográficas. La de Stephen Frears, con Glen Close como la malvada Presidenta, es la más conocida, pero han existido otras versiones, entre ellas, una de de Roger Vadim, censurada cuando apareció en 1960. Para comprender la complejidad de la época, la influencia de las ideas del “Iluminismo”, la influencia de Rousseau y su concepción del mal, los rigores de la apariencia o las exquisiteces de la seducción (seducir es mi destino, escribe Valmont), y más que nada, lo que ha sido verdaderamente el libertino: una persona dispuesta a luchar por la libertad individual, muy bien expresada en esta frase puesta en boca de la Marquesa: Yo no he deseado gozar sino saber, el deseo de instruirme me ha sugerido los medios.

samedi, décembre 24, 2005

Evo Morales


La elección de Evo Morales, dirigente cocalero, sin duda alguna un dirigente muy vital, no ha soprendido demasiado. Desde hace un tiempo surgen en América del Sur, movimientos políticos inspirados en las reivindaciones más urgentes de la población. Bolivia, que tiene aproximadamente unos 9 millones de habitantes, es uno de los países más pobres del sur, con una población rural importante. Sin embargo hay varias Bolivias, la de Sucre, la de Cochabamba y la de la capital, La Paz, andina, mestiza, austera. En el Perú, el candidato que más se le parece, es Ollanta Humala, líder del Partido Nacionalista (puaff!) lo que no me parece muy gracioso, puesto que no que está en juego no es un debate de ideas de fondo, de propuestas económicas, políticas, culturales, etc, sino la imagen que proyectan estos candidatos de representar a un país, en realidad, a su esterotipo. Es una de las razones por las cuales me parecía lamentable la manera como se celebraba en Francia la elección de Evo Morales: Los indígenas toman el poder, tituló el diario Liberation, reivindicando la revancha... pero, ¿sobre qué, y sobre quiénes? Los dicursos milenaristas, esotéricos, con refranes, como “No robarás, no matarás, no mentirás”, transposición de uno de los lemas quechuas y también aymaras (¿quién el origen de este pensamiento esquemático?), demuestra que el proceso de trans-culturalización se ha producido desde hace cientos de años. Y para los aymaras, enemistados con los quechuas, no tiene mucho sentido esa separación, ambos pertenecen a la clase de los oprimidos, pero también los mulatos (mezcla de negro y blanco), casi inexistentes en Bolivia, pero que sí existen en el Perú y todos aquellos que viven en la pobreza. Lo que no me satisface en este relato es que se creen esterotipos, lo que importa en una elección es que sus líderes comprendan los problemas de sus pueblos, los analicen y traten de encontrarles soluciones. Es su movimiento en el pensamiento, su creatividad. La identificaicón étnica es peligrosa, no puede no serlo. América Latina, como Europa, o como los Estados Unidos, vive un fenómeno de trans-culturación, trans-linguístico (debido al quechua y el aymara) desde hace años y no es ahora que vamos a empezar a decir que Bolivia es un país totalmente andino, entonces los sucrecinos, ¿qué?
Si en Europa se ve con complacencia la elección de Evo Morales, es por una actitud paternalista y romántica que desconoce la realidad de ese continente. De esa forma en los productos culturales, lo que gusta es el cliché, el esterotipo, si es un escritor o escritora latinoamericano, tiene que hablar de militares, de guerrilla, decorado de postal con palmeras, o con los Andes... Esa falta de oxígeno en la manera de ver a los demás países, conviene a una forma de pensar más bien rígida que no acepta la imprecisión y los cambios, es una actitud conservadora. A nosotros no debe importarnos eso. Evo Morales se verá ante el reto de demostrar que tiene una consciencia democrática y que realmente no es un peligro para el equilibrio geo-político de América del Sur (el problema de la salida al mar de Bolivia es delicado y esperemos que no lo utilice para despertar pasiones y ganarse el apoyo). Su reto es político, es de ideas, de contenidos, no tiene nada que ver con un color de piel, ni una forma de hablar. Ese es un barniz, lo que interesa es el fondo.

jeudi, décembre 22, 2005

El amor, tralalá...

Para darle un nombre los sentimientos de apego por las personas, hemos inventado una sóla palabra: amor. Pero me preguntaba si bastaba con ella, porque su espacio semántico, es reducido. El amor puede ser deseo por alguien, pero también puede ser un don, necesidad de dar sin esperar nada (el texto del Eclesiastés, sino me equivoco, es muy hermoso). En su diálogo El banquete, Platón analiza lo que considera amar y pone a Diotina como la diosa de la sabiduría y del buen amor, en la época medioeval, fueron los trovadores, y en la época moderna, luego del Romanticismo, dominó un modelo de amor trágico, siempre imposible. Eso, gracias a el auge de las novelas y a sus heroínas. En todo caso, podrían econtrarse muchísimos ejemplos. Pero lo que yo quería decir es que la palabra reduce el concepto a una forma de exlusividad que limita de alguna forma la libertad. Debería ser amar para que alguien se sienta más libre. Recuerdo uan carta de Heidegger dirigida a Hannah Arendt: te amaré en la medida en que seas fiel a ti misma. Me parece una bonita definición del amor, que alguien te ame para acercarte a ti misma y no para alejarte. Si el amar es comprendido como uan fuerza positiva, energética y creativa, no debería hacer sufrir. Sufrimos cuando no nos sentimos correspondidos, pero podríamos entender que sino lo somos es por que en nuestra elección no hemos dejado que el Otro actúe en nuestro interior. Nos hemos enamorado de la idea que poseemos del amor y no de la persona que lo inspira. Es la división entre los idealistas y los pragmáticos. Es difícil hacer que una persona coincida con la idea que nos hemos formado del amor. Para las mujeres el hombre muchas veces tiene que ser suficientemente sutil (y elegante) como para comprender las expectativas que podemos tener, justamente el hecho de poder ser fiel a nosotras mismas y no a un modelo social impuesto, construido por una sociedad androcentrista. Una mujer que no corresponda a ese modelo, muchas veces se queda sola. Parece casi imposible que no se desconfíe de una mujer que no tenga a un hombre junto a ella. El otro día conversaba con una mujer que vivía sola y me comentaba que sus círculos eran siempre de solteros, porque las personas en pareja no aceptaban la subversión de la soledad. Finalmente en esos encuentros con los otros, del mismo sexo, o del opuesto, nuestra propia imagen se pone a prueba. Milan Kundera decía una de las pocas cosas que me han gustado: uno no ama alguien por sus cualidades, sino por sus defectos. Sería lo más cercano a ser fiel a sí misma. Ahora, en la separaciones, suele haber el sentimiento de no haber sido comprendido o valorado como se deseaba. Cada pareja que se separa piensa y siente que de alguna forma estando con esa persona de la cual se separa, ha perdido algo o ha traicionado algo. Y tal vez no sea eso, es que nadie nos devolverá nuestra imagen incompleta y la persona que comparte con nosotros nos hace ver todo lo que somos, en el sentido más extenso del término. No es una plusvalía amar, es un riesgo. Y por eso pienso que las relaciones no se acaban ni se terminan, solo se transforman en otra cosa. El deseo es impredecible, las personas, también. Nos acercamos para tratar de reconocernos en el otro, pero en ese juego también nos despersonalizamos. Entonces, ¿es que estamos condenados a la duda y a la imprecisión? No creo, si avanzamos con confianza, si dejamos que lo que nos oriente, sean nuestros sentimientos y menos las ideas, quizás sea menos complicado aceptar las pérdidas o las separaciones. La verdad que en el fondo no estoy segura de nada de lo que escribo, son únicamente divagaciones. ¿Pero por qué no, diablos! el amor comprendido como una fuerza vasta, amplia, generosa, como una libido que acepta su movimiento, por qué no? Parece una idea un poco mística y hay algo de eso en esa vocación que podríamos tener por los otros. Obviamente si nos aceptamos, podemos avanzar hacia el encuentro. Bueno, todo esto es un poco abstracto, pero la experiencia msma del amor, lo es.

samedi, décembre 17, 2005

Memoria


El proyecto de una ley en Francia que pretende resaltar el rol positivo de las colonias en ciertos países del África ha provocado otra polémica en torno a la identidad, el pasado y el deber de memoria. Una revisión de la historia es posible llamando las cosas por su nombre, a los infames tratados de negros, crímenes contra la humanidad. El concepto no sea tal vez al final de cuentas lo más importante, pero tal vez recordarlo, sí, conocer la historia de miles de esclavos y la de sus hijos. Es el caso del escritor Martiniqués Aimé Césaire, hijo de esclavos, filósofo, poeta, fundamental en la historia de descolonización de las Antillas. Devolverles la dignidad reconociendo cuál ha sido el pasado, es parte del reclamo que exigen escritores como Edouard Glissant o Patrick Chamoiseau. Me pregunto si en el caso de América Latina reconocer ciertos atropellos, ciertas sumisiones y la esclavitud como parte de la historia en la formación de las Repúblicas, no sería tal vez una mala idea. Deber de memoria sin conmiseración y sin caridad victimaria.

Foto: el escritor antillés Edouard Glissant.

lundi, décembre 12, 2005

Pérez Subirana


Se trata de un hombre que observa el mundo, de alguien que lo observa con atención, y que, a fuerza de mirar y mirar, termina por hacerlo suyo. Es un hombre solitario, de esa soledad cósmica de todos, tan universal y tan íntima. Porque la voz de Manuel Pérez Subirana (Lo importante es perder (2004) y Egipto (2005), las dos en Anagrama) , la de sus personajes, es una voz cálida, entrañable, heterónoma, como las personalidades del poeta Pessoa. El martes 13 presenta su novela en Madrid, junto con Alonso Cueto, quien ha escrito La hora azul, Anagrama, 2005. Cueto es el ganador del Premio Herral de novela, Pérez Subirana, el finalista. Al margen de los premios, espero que su presentacion sea estupenda, se lo merece: suerte!!!!
Y me voy a comer, en una panaderia de Paris un "pain au chocolat", chocolatin, una de las preferencias de la que escribe esta nota. Soit.

dimanche, décembre 11, 2005

Angelus Novus


El último disco de Alain Souchon (La vie Theodore, ver la excelente página web: www.alainsouchon.net) , un hallazgo. Una joyita que habla de esa locura religiosa que aliena y separa a las personas. Souchon dice: ¿y si el cielo estuviese vacío? Si no hubiese simplemente... Dios!!
Temps d’Angelus (tiempo de Angelus), esa música que se toca en las iglesias cuando alguien se muere. Es como si el mundo estuviese dividido entre aquellos que lo sienten como una separación y los que se sienten parte. La alteridad es posible si entendemos que todos estamos solos, que todos somos vulnerables y que lo único que le da sentido a nuestras vidas es construir juntos y compartir. ¿Por qué no, creer como lo hizo Fourier y luego, Flora Tristán con su unión obrera que se pueda pensar en otra utopía sin más ideología que aquella de los afectos, los sentimientos, las emociones? El amor, como una fuerza motor, energética, la única que nos permita entrar un poco en la subjetividad de los demás o, al menos, acercarnos sin hacernos daño. La ignorancia, y sí creo en esta idea rosseauniana, hace que actuemos en la oscuridad, dándonos de golpes. Al verdugo no le gusta ser le verdugo y a la víctima tampoco. Un Angelus novus entonces, que mire hacia el futuro y crea en él. Hay que confiar en cada una de las personas, en nosotros mismos... Recuerdo la imagen del otro día en la estación del tren, en Matabiau-Toulouse. Un chico muy joven de origen árabe tropezó con uno africano, de origen, seguro, musulmán. Estuvieron a punto de pelearse, se sentían, además observados. Pero de pronto, uno de ellos dijo que era una tontería y que ese árabe, era un hermano. Todos los vulnerables son hermanos en la carencia, hay cierto poder en los que se saben vulnerables, cierta belleza, y esos jóvenes eran hermosos y conmovían por su fragilidad.

Bamako, Dakar, Rio, París, New york, ou est le probleme, dice la canción de Manu Chau y Amadou y Mariam. No más ghettos, por qué no aprender a vivir juntos?

vendredi, décembre 09, 2005

El deseo

Creo que no hay nada más complicado que el deseo, el deseo simplemente, lo que late en nosotros y nos permite estar vivos. Difícil que el deseo se acomode al mundo exterior, a los otros, es siempre algo que no tiene límites y entonces, lo que hacemos, es ponerle un límte apoyándonos en la razón. De lo contrario, terminaríamos perdiéndonos en él. El libertinaje hizo del deseo un motor de creación y subversión, el Marquéz de Sade el más interesante, pero ¿es posible confinar su deseo, es posible domesticarlos? Con Francois Weyergans, hablando de este tema, decíamos: es terrible luchar contra su deseo es agotador. Y una de estas mañanas mientras oía un programa de France Culture alguien citaba las frases de Spinoza sobre el deseo: uno ama su propio deseo y eso hace que el objeto del deseo sea también amado. Luego me preguntaba por qué, en muchos casos, el deseo produce una combustión física, al borde del stress. Tal vez, pensé que el deseo siempre busca construir una figura que recomponga algo interior en nosotras, el deseo mal vivido hace que la neurosis empiece a actuar, al menos, es así cómo lo veía Freud. La renuncia al deseo, es la neurosis en su forma activa y la depresión en la pasiva. En el fondo, en el caso de un deseo encarnado en un cuerpo de mujer, tiene que ver con una neurosis del origen, es como si esta fuerza buscara recrear las cosas desde allí para unirlas a la experiencia exterior, al mundo. Cuando esto sucede de forma armoniosa, la fluidez da lugar a la serenidad y la confianza, es cuando, se puede construir y me pregunto si los hombres, más acostumbrados a vivir su deseo de manera libre, por cuestiones sociales y culturales, estar menos presionados, sentir menos culpabilidad por el hecho de tener un cuerpo que está preparado para dar vida al otro, lo viven de la misma manera. El deseo no tiene una forma definida, puesto que es actividad casi molecular, tampoco tiene siempre un sólo rostro. Pasa el deseo allí donde late la vida, en una conversación, un encuentro, una caricia, una mirada, pero el deseo por una sola persona, por su presencia y su proximidad es confinar el deseo para celebrarlo y hacer de esto un epifenómeno, consagrarlo, hacer de él un acontemiento que marcará nuestras vidas. Si siguiésemos simplemente nuestro deseo de manera más natural, sin prejuicios, ni formas, sin necesidad de trascendencia, bajaríamos tal vez al terreno de lo puramente profano, de lo factual y lo ordinario. Algo más fuerte nos hace sentir esa necesidad de trascendernos, aún sabiendo que en ello nos podemos perder... son nuestras apuestas humanas, siempre, como diría Pascal, entre Dios y la Nada.

samedi, décembre 03, 2005

Bamako


Ahora que el Presidente de Francia, Jacques Chirac, está en Bamako para una reunión con varios dirigentes de países africanos, me gustaría volver a poner un fragmento del misterioso Diario del África, olvidado en el TGV para que yo lo recogiese.

Soñé que la gente del África, con la esperanza de vivir materialmente mejor, llegan a París. Una sola muchedumbre de millones de personas, que atraviesa el desierto más duro del mundo, el Sahara, y son acogidos por un pueblo que tiene la esperanza de vivir mejor humanamente su propia cultura. La cultura de la hospitalidad. Estoy seguro, el pueblo francés necesita de la sonrisa africana.

Cotounou, 25 de julio del 2003

Me pregunto: ¿y si Nicolas Sarkozy contratase a esta persona como consejero? No way José!!

vendredi, décembre 02, 2005

Escribir una novela, un texto, puede ser un acto de generosidad, una manera de desparecer en el proceso para dejar que otros rostros aparezcan bajo la observación del ojo atento de su autor, una forma de ser una partícula del mundo para integrarse a él. Por eso, las leyes del mercado, la edición, poco tienen que ver con lo que sucede dentro del autor, con su padecimiento y su soledad. Afrontar el silencio de una página es como esa alegoría de Michel Leiris, La literatura como una tauromaquia, un riesgo, una apuesta ciega. Algunos ejercen un sacerdocio, otros, aspiran al mercado. Lo inédito no significa que un texto no exista, éste existe siempre para los lectores, muchas veces ignorados por los editores que manejan los criterios de mercado, desde el momento en que su autor lo deja brillar en la página. Un fragmento es algo que está construido con algo del autor y esa es su pequeña grandeza, y por eso un fragmento inédito de Michel Abax, que construye un personaje inasible, tal vez el mismo libro que se escapa...

Fragmentos de Error de Casting

Michel Abax


¿Había golpeado a la puerta de mi cuarto? Estaba oyendo Wednesday night prayer meeting, tocado por Charlie Mingus, a todo volumen, es verdad. Sentí su perfume que revoloteaba entre los saxos, luego sus manos acariciaron mi espalda como si fuese un contrabajo entre sus dedos, sacó el audífono de mi cabeza. Creo que había bebido sola en su cuarto, en plena tarde. No pude esconder lo que escribía y ella se puso a leer en voz alta sobre mi pantalla, los otros residente debieron escucharla igual que yo.

(...)

Cuando su avión salió de Niza hacia Madrid, me quedé en la cafetería del aeropuerto para tomar algunos vasos de vodka tonic y no me esforzaba en esconder mi desarraigo, sosteniendo mi cabeza entre mis manos y hablando en voz alta. Los empresarios, en la mesa del lado, levantaban la mirada de sus documentos y parecía perturbardos en su trabajo. Tenía miedo de no verla más. ¿Qué había en le fondo de su linda cebecita? Algunas células, algunas neuronas eran suficientes para crear en ella una resistencia para que nos volviéramos a ver. Después de todo, para ella, nuestro encuentro había sido marcado por el signo de un error de casting, y los conflictos entre nosotros, ¿no eran la prueba de un amor contranatura? Yo no sé si se trataba de una defensa de mi parte, una falta de confianza y la costumbre de perder que me venía de la infancia. ¿No era acaso el producto de la inestabilidad afectiva, como si la confrontación con la ausencia se hubiese vuelto una especie de órgano implantado a la fuerza, un cuerpo extranjero que en vano intentaba expulsar?... Repasaba todos los instantes pasados juntos, los que fundaban su sinceridad. Y por supuesto encontraba otros que estaban muy lejos de inspirarme confianza. Brazilia era una estrellita volcánica, y si la deseaba sólo para mí, tenía la impresión que no tenía menos que empujar un satélite, desviarlo de su órbita habitual para poder pararme en ese territorio en el presente lejano y frágil.

Habíamos ido al restaurante La boule, en el último piso de la tienda Kenzo. Estábamos en una mesa, frente al Pont Neuf para ver ese nuevo lugar que había servido de decorado a uno de los últimos episodios Sex and the city. Pensé que pasaríamos un momento juntos, frente a frente, pero no fue así. El había regresado de Venecia y la había llamado con la idea de devolverle las llaves de su departamento, me explicaba ella. Llegó a mis espaldas, no lo vi entrar y ella se levantó resplandeciente, de forma brusca para tomarse por los brazos, sus gestos eran tiernos, ella golpeaba su mejilla y acariciaba sus cabellos... El me ajustó la mano con flacidez, como si metiese su mano en un bol de gelatina transparente, luego, se sentó a nuestra mesa. En fin, volteado como se encontraba, estaba más que nada al lado de Brazilia, en realidad ni siquiera me miró a los ojos, se reía apretando el brazo de Brazilia. Era bastante corpulento, con una casaca de pana muy pequeña para él y un pañuelo verde botella, llevaba una cola de caballo y tenía la piel mate, una piel de grano ligero, y sus ojos negros estaban concentrados en ella, demasiado, sin duda...
Sentí que hubiesen preferido estar solos, en realidad partir de ahí para estar más tranquilos. Yo hacía un poco de figurante, un poco? Totalmente... Se hablaron por mucho tiempo, demasiado tiempo y sin dirigirme la palabra! Yo rumiaba mientras comía solo mi steak tartare y mi puré de camote, porque Brazilia no tenía hambre, hablaba y se reía con él que hablaba inglés sin que pueda comprender lo que realmente decía, sólo que tenía mil anécdotas para contarle sobre sus amigos en común y sus proyectos en el mundo entero.

(...)

He aquí que estábamos en una relación completamente virtual, gracias al precio reducido del teléfono en Internet y algunas manipulaciones fraudulentas. Pasábamos muy a menudo cuatro horas en el teléfono. En los casos más difíciles, ella me escribía desde un cyber café o de su computadora portátil. Tenía la impresión de seguirla por el mundo entero, escuchaba el ruido de las olas del Pacifico en San Francisco, o el Atlántico en Río, los ruidos de una tratoría en Roma, los anuncios en el tren en francés, español, etc... los ruidos de la calle en Barcelona, o los camareros de un Sushi bar que le dejaban la comida en su hotel de París. La seguía por todas partes, en todos los baños donde escuchaba correr el agua de la bomba o la de la ducha, la oía masticar, cubrirse con una sábana, ladrar a los perros, el rayo que caía sobre una ciudad y me hacían reconfortarla, la aconsejaba en sus comidas, en sus negociaciones, me había vuelto su secretario, le hacía sus plaquettes, y le contruía una página web, mi vida se organizaba completamente alrededor de ella.

mardi, novembre 29, 2005


Las mujeres y la novela


Siempre me ha producido cierto asombro el ver la poca cantidad de mujeres que escriben novelas. Pero más que juzgar, me interesa comprender mejor las razones. Siempre he pensado que escribir necesita de una confianza en la capacidad de proyección del propio autor y en el lenguaje. Las novelas se inscriben más en el terreno de la doxa, del mundo concreto, del de la prosa del mundo, como lo decía Kundera en su ensayo, La cortina. Obvio, no? No tanto, porque el hecho de que en las novelas se hable del mundo factual y concreto, hace que las mujeres sean pasivas. Las reglas de la tribu no pueden ser trastocadas, hay que preservar la especie y para escribir se necesita tiempo, soledad y cierta arrogancia para decir, Yo en voz alta.... ¿Se contradice esto con la maternidad? No, no necesariamente aunque no sea madre, tal vez sea incluso una manera de trascendencia, de experiencia metafísica. Lo que sí pienso es que las creencias culturales mantienen las cosas intactas, los roles sociales casi en la misma situación que el siglo XIX.... El siglo XX será de las mujeres, anunció Víctor Hugo con ánimo de predestigitado. Y no lo creo porque los movimientos en el pensamiento son impredecibles y hay un retorno a una manera de pensamiento racional, apodíctico, desconfiado de todo lo que se le escapa. La frase se Simone de Beauvoir, uno no nace mujer, lo deviene, no satisface a muchas mujeres y se prefiere hablar de esencia femenina y masculina. Es decir, ¿lo femenino es una esencia, o es simplemente una huella cultural, que puede ser trascendida? Tal vez nuestra identidad sea mucho menos imprecisa, y aunque tenga que ver con un cuerpo, con su volumen y su forma (un buen acomodamiento de átomos???), tiene que ver con un mundo interior, psicológico y complicado, con los símbolos que se forman a través del tiempo y a los cuales hemos ido poniendo nombres. Hace poco, la guerra contra el psicoanálisis declarada por un libro negro, me hizo pensar que la época desconfía de los símbolos, de su imprecisión y su aleteo interno. Un acontencimiento, un atentado, una guerra, un terremoto, actúa en forma de símbolo y rompe la cadena de representaciones, bloquea el lenguaje, lo hace incomprensible. Para mí, todo acto linguístico, sobre todo el escrito, es afectivo. Por eso, que las mujeres escriban y escriban novelas, depende de la confianza que sientan en sí mismas, de la capacidad de crear su propio relato, su auto-bio-grafía, en el sentido pleno. Lo difícil es que como decía Simone Weil, cada relato fundamental empieza por la dominación del hombre, la Biblia, los textos clásicos, Occidentales y Orientales. La mujer no es origen, y sin embargo es la que da vida. El hombre es el creador porque es él el logos, él el que nombra y da sentido, y toda mujer que se atreva a querer usurpar ese lugar puede ser neutralizada. Nombrar, es el comienzo de esta historia, atreverse, el reto. Hummm, pensaba en si las cosas son tan dífíciles, pienso en voz alta, pienso en Duras, en Woolf, en Mac Cullers, en Beauvoir... Y no, no hay tantas... Geo-políticamente las cosas parecen presentar un androcentrismo irreversible, no veo una posibilidad de cambio sino es en los países de América donde las cosas están menos determinadas y el movimiento permite que los roles no sean arquetípicos, quiero decir estigmatizados, sino concretos. Para que las mujeres conquisten el terreno de la novela, tienen que poder seguir escribiendo, tienen que confiar en su lenguaje y en la forma en cómo se representan el mundo, tienen que romper con la autoridad masculina. Olvidar ciertos traumas, acontecimientos, como pueden ser las imágenes de una mujer golpeada, torturada o lapidada. Aquí sí, es terrible como un cuerpo es un cuerpo, un cuerpo frágil que no puede defenderse. Pienso en un crimen espantoso, duecedido hace una semana en París, el de una joven quemada viva por su novio que no aceptó negativas a su propuesta de matrimonio. Una mujer muere violentamente por causa de un hombre cada 4 días, un hombre cada 16...

foto: Sartre et Beauvoir.

jeudi, novembre 24, 2005

Manchette reeditado




Jean Pierre Manchette no es sólo el autor de novela negra nacido en 1942 y desaparecido precozmente a los 52 años de un cáncer, es el origen de una serie de novelas que inauguran un período de crítica social y desenfado en el lenguaje que se conoce n Francia como la Serie Negra. Es sobre todo un escritor que quemó una a una las etapas de su vida, con la misma velocidad con que transcurren sus novelas de personajes arquetípicos, nostálgicos, truhanes y dandys, bandidos y protectores, misóginos y contestatarios de la sociedad de los años 60. La revuelta estudiantil de mayo del 68 fue posiblemente la culminación de una serie de frustraciones sociales que encontraron una forma casi épica de resolverse. Nutrido del pensamiento anarquista, fascinado por ciertas etapas de la Guerra civil española, y del pensamiento Situacionista, Manchette es ahora una especie de icono, un ídolo valiente, humano, próximo.
Su vida es un poco como sus libros, un poco épica, un poco cómica. Fue el hijo de una madre burguesa y de un padre campesino, estudiante de literatura inglesa, que lo llevó a traducir una gran cantidad de novelas policíacas al francés, trabajo casi tan importante como su obra creativa. Cuando a Jean Echenoz le preguntaron cuáles eran los autores que lo habían influenciado, habló de Manchette, y claro, ese héroe un poco perdido, nostálgico, mezcla de bolero y jazz, tiene que ver con Echenoz (si le agregamos la angustia y el lado metafísico), con sus personajes y con ese mundo laberíntico e urbano de París. Mundo arcaico y mundo contemporáneo, nostalgia y sensualidad. Manchette a los 16 años: un joven fascinado por las ideas anarquistas, el cine norteamericano, el jazz, la aviación, los comics y el Situacionismo de Guy Debord que denunciaba los vicios y perversiones de la sociedad de consumo. Manchette construyó una obra de crítica social sostenida en clisés de la sociedad francesa contemporánea.
Los héroes de Manchette están relacionados con las causas revolucionarias, independientes, que estas sucedan en el Uruguay de los Tupacamarus, o en Santo Domingo, Inglaterra o España, país entrañable para el autor que inspira su novela Nada, versión ficcional del movimiento “Nosotros”. Sobre todo denuncia, señala, a la manera de un romántico revolucionario. Cuando escribe Le petit bleu de la cote ouest (El azul de la costa oeste), no sabe cómo hacer con la relación amorosa en la que se entrampan sus personajes, la verdad que son treinta páginas en la que no se sabe si es una novela de amor, escribe Manchette. Su diario, en el que escribió toda su vida, ha sido editado por primera vez. En él encontramos un Manchette muy consciente de su necesidad de hacer un trabajo crítico apoyándose en un enfoque completamente behavorista y arcaico. Cito: Viernes, 14 de mayo de 1976: Algo interesante con la ecritura behavorista, es que las acciones son indicadas sin explicación. Comprendemos en general, pero a veces no comprendemos suficientemente. Y yo creo que hay que crear ssistemáticamente accione sy diálogos que sean un poco incomprensibles. Y sobre Le tireur couché (El tirador echado): Trato de scribir de manera hiper-behavorista, muy densa y rápida, es decir, de una manera neo-clásica. A lo mejor pienso leer Chase para ver cómo funciona un buen ersatz. Sucede que los norteamericanos, a pesar de que han producido parte de las mejores novelas negras, no han pensado que pueda ser un género en sí mismo. Manchette lo había visto: comprendió rápidamente que la sociedad contemporánea atravesaría una gran crisis, y que la novela, sería el eje estético de esa revolución individual, la distancia entre vida y escritura mínima, como sucede ahora con la “autoficicción”. Por supuesto, su preocupación estaba sobre todo en el “mostrar” y “señalar” los defectos de la sociedad capitalista. Una literatura muy política que puede llegar a ser aburrida, por esquemática, pero apreciada en su justa dimensión dentro de su contexto.
Manchette fumaba demasiado, producía demasiados guiones para cine, algunas películas con Luis Buñuel, ¿Ciego, qué deseas?, en 1993, con Max Pecas, con Claude Chabrol y Vera Velmont, su carta de la suerte porque desde entonces porque su vida económica mejoró disfrutando de cierto éxito con algunas de sus novelas. Agorafóbico por mucho tiempo, un cáncer alcanza el páncreas, luego, es un descenso lento y productivo. Varias novelas más, entre ellas Fatal, curiosamente editada en la colección blanca de Gallimard y no en la Serie negra que ya se había convertido en un mito gracias al impulso que le dio su editor, Duhamel. En 1977 aparecen los primeros comics, con dibujos de Tardi y como protagonista al detective Griffu, un descreído, romántico y delicado como lo era el propio Manchette. Entre la música del saxo que tocaba, la agorafobia , el trabajo y el agotamiento, un día se termina el episodio Manchette, igual que su héroe que muere sin lamentos: Pensé que sería divertido que muera... con esta idea, me río.

Todas las novelas negras de Manchette han salido editadas en la colección Quarto, de Gallimard. Una lectura que vale la pena. Una forma de desenfado, de respuesta fresca al anquilosamiento literario.

mardi, novembre 22, 2005

El frío

Cuando llega el invierno, siempre pienso que el frío es insoportable. Es una impresión de información no registrada en el disco duro de mi memoria. El temor a las temperaturas extremas, frío o calor, es que impidan pensar con propiedad. Jean-Jacques Rousseau hace un análisis apasionante en un pequeño ensayo, El origen de los idiomas, incluído en otro texto suyo, Sobre la desigualdad de los hombres: ¿hasta qué punto influye el clima en nuestro comportamiento, pero sobre todo en nuestro lenguaje? Es una pregunta que yo siempre me he hecho contestando que en un cuerpo que se siente libre, que es dúctil, su lenguaje escrito también lo será. San Ignacio de Loyola da una serie de indicaciones precisas sobre hábitos alimenticios, sueño, etc., en sus Ejercicios espirituales, Nietszche estaba seguro de que la mala comida alemana tenía que ver con ese pensamiento rígido, y Emmanuel Kant detestaba todo tipo de sudores y secreciones. Gérard de Nerval le tenía fobia a la nieve, no sólo por la temperatura, sino porque el blanco le daba angustia.... Tal evz proque es como la locur ay él ya había presentido que se colgaría un día en la rue Linterne, en París.Yo miro desde mi ventana los mástiles del puerto de Sete, y hace frío y escribo pensando en que esta sensación es nueva y que tengo que reconocerla para organizarme de nuevo.En Lima nunca he pensado mucho en cómo organzarme, nunca llueve, y nunca hace realmente frío. He ahí toda la diferencia. Para terminar, con Rousseau, en su ensayo, sobre el origen de los idiomas, piensa que surgió por una necesidad de transmitir sentimientos: pasión, miedo, angustia o alegría y no necesidades, sed, calor, hambre, etc. Según Rousseau esto se podía resolver a través de mímicas. Las primeras representaciones hechas por nuestra especie responde entonces a una abstracción sobre nosotros mismos, a una consciencia de estar separados y solos: cosa mentale.

mercredi, novembre 16, 2005

identidad y nación




He estado pensado en el tema de la identidad con respecto al hecho de pertenecer a un territorio y expresarse en un idioma. Creo que es un tema que se ha politizado, y es lógico, más que nunca nos encontramos frente a una fragmentación de nuestra identidad, frente al desapego y una suerte de confusión de conceptos e ideas. Cuando trato de explicar que el trabajo de escribir es un atrascendencia de la propia condición, parece que esto se interpreta como desapego o renuncia al origen, a la propia historia personal, al pasado. Y no se trata de eso. Es mirar el futuro estando en el presente, un presente encarnado. En mi caso concreto, yo creo que yo empecé a escribir por una necesidad de limpiarme de toda alienación, una necesidad básicamente afectiva, por eso hablo del pathos en el hecho de escribir. Desmontar, de-construir, (para usar un término derridiano que pesa a muchos), desacralizar, para luego juntar las piezas a mi manera, ha sido el punto de partida. Quiero decir: crear tu propia historia a partir de un hecho, o de varios, por eso, el Perú, la vida concreta del pasado, están encarnados en mis libros. Toda identidad monádica y esencialista me da miedo porque excluye y no integra, de ahí mi gusto por la hibridez, que es una manera de aceptar la combustión constante del pensamiento y su consecuencia, la acción. Todo lo que se fija, tiende a ser una como las idologías, suprimen la libertad de cualquier individuo. Pero no todo se detiene en el lenguaje, están los acontencimientos, las cosas que nos suceden y nos marcan, de ahí que yo me esfuerce en recuperar el vínculo entre vida y obra. Un joven autor de origen tunesino, Mehdi Belhaj Kacem, da una importancia clave a una literatura de la acción, una literatura que se inscriba en una línea en la que se mezclan referentes de todo tipo (rock, literatura, filosofía, y una actitud situacionista)... Lo que me interesó es que hablase de lo político como uno de los nudos en los cuales se mueve la creación. Es decir, frente a un vacío de paradigmas, lo que se borra es la distancia entre el mundo privado (aquel del autor) y el del público y todo lo que sucede pasa a ser de interés colectivo. Estamos en la acción individual, pero al pasar a la acción (escribir, publicar) pasamos a ser del dominio público. Para mí escribir es una forma de reconocerme, pero también de reconocer a los otros, lejos de la sociedad del espectáculo, y la idea de Kacem, que cierta intellegentia francesa (Sollers, por ejemplo) desdeña cualquier actitud contestaria por considerarla inútil puesto que la sociedad siempre absorverá el negativo, es un poco cínica, es un poco la desesperanza de Houellebecq: como no puedo ser mejor, me hundo con todos. Pero es también la desesperación de los jóvenes de los disturbios (los ángeles d ela desolación). Estigmatizar el origen, de alguna forma, es deformarlo. Yo creo que lo importante en toda escritura (es decir, toda huella que desee dejar un autor) está en la elección de los instrumentos y en cómo lo va a hacer. Mientras más enérgica sea su reacción, mientras se mantenga lejos de los estereotipos, más cerca estará de sí mismo y de su lector. Tengo una completa confianza en la inteligencia del receptor, casi siempre subestimada por los paradigmas clásicos de saber (la instrucción como algo muy elitista). Yo para escribir he necesitado darme cuenta de que estaba alienada con mi clase social, he tenido que asumir la parte artificial de mis idiolectos y abandonarlos porque no me identificaba con ellos. Había decidido el camino de la respuesta a ese estereotipo femenino y burgués que se me había dejado. No es que crea que la literatura no es un producto de la burguesía, lo ha sido en todos los casos, sino que es justamente desde ella que se puede razoner y señalar las alienaciones. Por eso, todo territorio termina siendo pequeño para un pensamiento libre y sobre todo, para la creación. En lo que escribo está el Perú y están los otros lugares donde he vivido o vivo. Si fuese posible llegar a concebir una trascendencia concreta de los orígenes, un verdadero desapego, tal vez hayamos llegado a la sabiduría.

samedi, novembre 12, 2005


La calma ha vuelto relativamente en Francia, sobre todo en París, aunque leo que ha habido dos hechos violentos en Pau y en los Landes el día de hoy. Ha sido más de una semana en que hemos visto a esos “ángeles de la desolación” salir a las calles a incendiar autobuses, inmuebles, a descargar su frustración sobre todo lo que los rodeaba. Para poder cambiar las cosas es necesario comprender. ¿Qué sucede con estos jóvenes y por qué tanta rabia? Por lo que decían (yo sólo sé contestar con violencia, estoy arruinado, no sé qué hacer...) parecía que una fuerza nihilista se hubiese apoderado de ellos: puesto que no soy nada no quiero nada y es el deseo de la aniquilación, de la muerte. Pensaba, si estos jóvenes están dispuestos a perder y arrastrar con ellos a otros, un niño, un anciano, es porque ya no es la vida lo que se manifiesta en ellos, sino lo contrario. Al final, esas “banlieus” han funcionado como prisiones en la ciudad, sin aire y sin luz, a manera de cementerios. Y de pronto, lo que ha habido es una noche iluminada de explosiones de fuego. Para poder transformar las frustraciones, el miedo a la vida, la precariedad, se necesitan instrumentos que no vienen del exterior, sino del interior de cada uno de nosotros. Por eso, pensaba, si una educación no enseña valores que transformen los sentimientos de fracaso y frustración en un motor de búsqueda, en valores de solidaridad, la soledad se hace cósmica e irreversible. Para defenderse en este mundo los jóvenes están más demunidos (porque la situación no cambiará radicalmente) y necesitan valorizar otras cosas que el simple bienestar material, necesitan transformar su vida interior para interpretar el mundo exterior y concreto. Las imágenes de marca los convierten en consumidores automatizados, en el único símbolo que los diferencia y los identifica, les da un estatus social: el de antisociales y resentidos. Una sociedad que hace de la riqueza y el éxito un paradigma está, creo, perdida, la conquista debería ser con nosotros mismos, tener un trabajo para crecer interiormente, para comprender mejor a los otros y para compartir mejor. El deseo, en este caso, está desviado de su función principal, ser felices, está... cómo decirlo, pervertido por el objeto. Y estos valores no son los que se imponen y la marginación proviene, no sólo de una división social que no es fácil invertir, sino de su determinismo, es decir: si soy árabe, extranjero, negro, no existo en tanto que ser humano, no soy un ciudadano como los otros. Por eso, el adjetivo, chusma, dolió tanto: ha sido un atropello a su dignidad. Toda persona aspira a ser considerada como una persona a part entiere, y la adjetivación es una apropiación del individuo, es su condenación y su esclavitud. ¿Qué va a pasar ahora? No lo sé, castigar no es la solución, hacerla comprensible y transformarla, la única. Esas son dos perspectivas distintas, la de los padres que castigan a sus hijos y la de los que prefieren explicarles las cosas para que decidan por sí mismos. Si ellos deciden derrapar, es su responsabilidad y asumirían las consecuencias. En todo caso la educación debería ir contra toda esclavitud en el pensamiento, hacer personas autónomas que sean capaces de saber cuál su valor inalienable, sólo eso podría echarse abajo los estereotipos y los encierros en los que se cae y que crean esos fenómenos de identidad colectivos, hasta caer en la psicosis o la paranoia. Por ejemplo, creer que se ha tejido un complot para hacerles daño, y esto porque el sufrimiento crea culpabilidad en quien lo padece al sentirse responsable de una falta, si se sufre, se piensa que es por algo. El sinsentido del sufrimiento es casi incomprensible, y lo único que puede cambiar es su interpretación. Todo está en el lenguaje, en el valor que le damos a las palabras cuando las usamos para nombrar y dar un valor al mundo que nos rodea. ¿Podremos cambiar esos valores? La pregunta está abierta.

jeudi, novembre 03, 2005

Artículo Goncourt

Como el artículo del diario La razón, ha sido editado, lo pongo aquí en su versión integral.

Final del juego: Macth point para Weyergans frente a Houellebecq

Esta vez el Goncourt no ha sido fácil, y no lo ha sido porque era casi una evidencia que lo ganaría Michel Houellebecq con su novela Une île possible (Una isla posible, Fayard, 2005), sino porque desde las primeras selecciones varias personas anunciaron que esta vez sí lo ganaría (a diferencia de su novela Partículas elementales). Sin embargo las provocaciones de los personajes de Houellebecq, misoginia, racismo, desprecio del otro, ha hecho que el jurado se incline por una una novela que es su antítesis: Trois jours chez ma mère ( Tres días en casa de mi madre, Grasset, 2005), de François Weyergans, autor célebrado y querido en Francia, pero prácticamente desconocido en el extranjero. Si la novela de Houellebecq se construye desde el desapego (y una forma de desvalorización de cualquier forma de sentimiento) a lo humano y su puesta en duda como un proyecto viable, y por eso, Daniel, el personaje, se decide por la clonación, Francois, o Franz, en la novela de Weyergans, vive en el más profundo apego a las personas y a este mundo, con todas sus imperfecciones. Es ahí donde radica su vitalidad. Si Una Isla posible suena a catástrofe que ahora encuentra su verdadera versión en las revueltas de los suburbios de París (la Isla imposible de gobernar del Ministro del Interior Nicolas Sarkozy), Tres días en casa de mi madre, puede hablarnos del paraíso que es la infancia, del de los afectos, y el amor a la literatura y al arte, en resumen, de la vida. Eros y Tánato enfrentados, realismo (Houellebecq), frente a la capacidad de soñar y transformar (Weyergans) . He ahí algunas coordenadas sobre el Premio que le fue negado a Ferdinand Celine con su Viaje al confín de la noche, y que al parecer nadie ha querido dar esta vez en un “viaje al confín de la humanidad”. Y no está mal.
Pero ¿quién es Weyergans? Un autor inédito en castellano, un autor de diez novelas, una de ellas, La demencia del boxeador (La demence deu boxeur), Premio Renaudot, director de varias películas que han pasado desapercibidas, engreído de la televisión, un Woody Allen a la francesa. Pero, no, la novela de Weyergans, que se ha impuesto por 6 votos contra 4 en en el jurado del Premio, con François Nourrisier como presidente que amenazó con patear el tablero si Houellebcq no lo ganaba, es un poco más compleja. Es más compleja porque es una novela que tiene que ver con un modus vivendi, con la línea que traza el autor cuando se decide a escribir, y también con la capacidad de burlarse de sí mismo para trascenderse y aceptar de alguna manera a los demás (Si se ama no se puede recibir otra cosa a cambio, escribe FW en su novela). Tres días en casa de mi madre es la novela del deseo (le debe más a la picaresca que a la novela sociológica y realista), y lo es porque en ella su protagonista, François Weyergraf, que escribe la historia de François Weyerstein (no por nada el apellido se hace judío), y luego la de François Graffenterg, es siempre la historia de un individuo, uno que busca el hilo de Ariana, la relación con la madre (90 años), con el pasado y con el presente, hecho que lo decide a escribir una novela sobre tres días que deberíanb suceder en casa de su madre y que nunca suceden, porque se trata de una novela sobre la no-novela y la imposibilidad de resolver un problema: la inadecuación entre el deseo y la realidad. ¿Por qué?, porque en el instante en que el deseo se detiene y es satisfecho, cesa su movimiento. Tal vez esta idea no le disgustaría del todo a Fr Weyergans, como le gusta firmar sus mensajes por email, sino que diría un poco más de lo que también es su libro: una interpelación de lo que el deseo y sus límites, incluso como una imagen concreta del outsider, del paria, de un hombre que no tiene consciencia de su edad, ni del tiempo, ni de lo que es realmente el mundo, y sí , de lo que son sus sentimientos, y que está, sobre todo, vivo. Esta es una novela vitalista, desde el derrapar, no desde la racionalidad sociológica de Houellebecq y tal vez por eso el jurado se inclimó por él, pese a tener también en frente a la novela de Jean-Philippe Toussaint, una novela sensual y delicada. Lo que significa que un premio no sólo está destinado a un libro, pero al conjunto del producto (llamémoslo así para no parecer solemnes), a la persona y a la obra. Hace ocho años que François Weyergans publicó su Franz y François (Grasset 1997), una novela sobre su padre, sobre las relaciones con su autoridad y la construcción de un individuo, en este caso François. Una novela espontánea, inteligente, intensa, sobre los vínculos de seducción y poder entre los dos, porque en Weyergans, la relación con los orígenes es evidente, es esa parte que se mantiene a través del tiempo con toda su carga de afectividad y de conflicto, sin ella, tal vez sus novelas no existirían, es su neurosis y es su cura. Cuando François Weyergans me decía que su madre le había dicho por teléfono que sino publicaba su novela todo el mundo iba a pensar que se había muerto, se lo creí. Y no sólo porque era cierto que hablaba con su madre todos los días, sino porque esa relación es parte de la construcción de sus libros, es el espejo donde se mira el autor. Los vínculos entre la vida y la obra están expuestos con delicadeza, sin violencia. Nadie puede decir que lo que escribe FW en sus libros es cierto, pero lo que sí es verdad es que sus libros se parecen a él y que son una especie de huella de lo que vive, son su marca, su humor y su aliento, por eso, ningún premio puede cambiar nada en Weyergans, nada... Un día conversábamos en un café de Beaubourg sobre escribir y concluíamos: hay que hacer de todo con lo que se escribe, trabajo de terreno, como un obrero. Por trabajo de terreno se entiende, corregir, volver a una frase, abandonarla... y todo el proceso afectivo, todo el pathos que puede tener una escritura.
En el caso de Weyergans es esa escritura vital, la de sus amistades, la de una vida rica en encuentros y sentimientos, Jean Piaget (François pasó una temporada en la casa de Piaget cuando era niño), Federico Fellini, Antonionni, Jean Luc Godard, la de la presencia de su padre, director de cine, escritor católico que se desanimó en hacer una película con Clouzot ¡porque elegió a Brigitte Bardot como vedette! La de ese hombre que un día me dice: sólo los tontos admiran a Roland Barthes, o el mismo que me dijo que tenía una foto del nevado peruano del Alpamayo pegada en un muro y que anota todo lo que le dicen: por ejemplo, el título de Los Jardines de España, de De Falla...
Weyergans trasciende el premio Goncourt, no sé si lo sienta como merecido, tal vez le sorprenda tanto alboroto alrededor, y a lo mejor se pregunte por qué no se lo dieron a Michel Houellebecq. En la entrevista del noticiero del mediodía, dijo algo revelador: esta es una novela de un autor que mentalmente no va muy bien y que tiene a su madre enferma, pero, sin embargo, el libro, va muy bien. Sí, el libro va muy bien, pero se nota que de alguna forma la piel de Weyergans ha quedado en él, en todo ese gai savoir, movimiento deportivo del protagonista que va y viene a lo largo del libro, seduce y sueña que seduce, como con la sensualidad de las Mil y una noches (la historia de las seducciones son recurrentes), que sueña con regalarle una casa a Delphine, una semana para sí mismo en casa de su madre, que se extiende sobre el jardín y se produce una especie de fusión entre él y el cosmos, y que luego, un día sueña con salir en pijama por las calles porque no tiene noción de su edad, ni del tiempo, porque el deseo es ilimitado, pero no tiene que ser violento sino que puede ser estético y espiritual.
Para los franceses Weyergans es el autor parisino perfecto, elegante, culto y refinado, pocos saben que nació en Bruselas y que su pintor preferido es Ensor....
En la última película de Hanecke se habla de Weyergans (Daniel Auteuil en conversación con Juliette Binoche), todo el mundo sabía que podía llevarse el Goncourt, que hace tiempo que se esperaba, pero todos ignoran lo que pasa dentro del autor, los largos años sin publicar, tal vez sin creer en la publicación, y de pronto, ahora el premio. Habrá que esperar a la traducción de Franz y François, por lo menos, antes de Tres días en casa de mi madre, para entender mejor el fenómeno Weyergans. En todo caso una pista es la que da Pierre Assouline en su blog de Le monde: toda la diferencia radica en que cuando se ganó el Goncourt, Weyergans, llamó a su madre, Houellebecq, quien ha ganado el premio Interallié, llamó a su perro.

El Goncourt de Weyergans

Finalmente el Goncourt fue para Francois Weyergans y su novela Trois jours chez ma mère (Grasset, 2005)... y siento una alegría enorme por él, se lo merecía. Ahora no escribiré más porque ya hice algunos comentarios, pero pueden ver el artículo que saldrá mañana en diario español La razón: www.larazon.es

mercredi, novembre 02, 2005

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A raíz de un post que colgué sobre “Literaturas nacionales”, veo la necesidad de revisar este concepto. Creo que mi análisis proviene del hecho de tener una desconfianza enorme en lo que son las identidades nacionales, quiero decir, todo lo que significa un proceso cerrado, en busca de una idea monolítica... eso, me causa temor. Quizás esto nos devuelve a nuestra condición más humana, nuestra propia contingencia y nuestra fragmentación actual. La unidad que buscamos, sólo la podemos encontrar en nosotros mismos y no en el exterior. Esto no significa que no podamos adherir a valores ecuménicos o universales ( el último intento fue crear una suerte de internacional intelectual entre filósofos y escritores, Derrida, Morin, Habermas, entre otros... además no puedo olvidar el Dadaísmo y el Surrealismo en el plano estético y político) , son los acuerdos necesarios para vivir juntos, y es también su lado frágil, Para volver a hablar de Hannah Arendt, su gran dilema fue cómo aceptar la pluralidad dentro de cierta unidad, lo que ella trató de enteder entonces fue: en qué la política está enraizada en la condición humana, en qué es la más humana y la más digna, como la más frágil. Las ideologías, los conceptos cerrados, terminan asfixiando al pensamiento, por eso hablaba de una identidad en movimiento que supiese absorber lo que nos brinda el mundo contemporáneo, incluso la fragmentación en la manera de ver las cosas, o la hibridez.
La teoría de las esencias, el alma andina, o francesa, o rusa, siempre me han parecido dudosas porque no existe, a mi modo de ver, mingún alma, sino un estado contingente que se adhiere a una época y refleja ciertos elementos, casi siempre culturales y cambiantes. Desmontar cualquier concepto, es una especie de método contra la alienación, quizás, lo que más me inquieta. Siempre pienso en el drama de Antígona como un buen ejemplo de lo trágico que puede llegar a ser una alienación, la razón de las guerras y de las masacres. La riqueza de un país, de una cultura, está en su creatividad, no en sus fijaciones ni sus fobias. Eso es una parte de la idea porque es un proceso abierto, como la escritura: a cada movimiento una nueva pregunta y así, ad infinitum.

Transcribo un poema recogido por Arendt en su Diario intelectual (Seuil, 2005), sin autoría identificada:

Mientra subo la colina de la vida con mi pequeño atadillo/ Si lo encuentro empinado/Si el desaliento me acecha/ Si mi último paso/parece más antiguo que la esperanza que lo vio nacer/Que el corazón que ha propuesto como el corazón que ha aceptado/ de tener por patria la ausencia de patria/ se sienta sin mella y sin reproche.

En la foto: Hannah Arendt.

lundi, octobre 31, 2005

Escribir

El trabajo de escritura no es una cosa deseada, es algo extraño, algo que viene desde el silencio y va hacia él. Es como una mancha en el papel, que se marca una vez que el cuerpo está cargado y puede dejar gotear su humor en forma intelegible. Es como silbar sola en un corredor oscuro y desconocido, a veces, otro silbido lo reconoce y contesta, pero siempre desde el silencio. No es en el terreno de la doxa que se impone, es en el de los sentidos y por eso, no trata de convencer sino de hacer sentir. He ahí unas cuantas coordenadas sobre lo que para mí es escribir. El pensamiento de alguna manera es infinito, como el deseo, y la única forma como lo podemos fijar es dejándolo escrito, y eso, después de tener la voluntad de hacerlo. A veces me puedo pasar horas pensando en lo que voy a escribir y no hacerlo sino en el instante en que me parece irremediable, ahí, escribo. Es ahí cuando realmente se trata de una escritura; no busca miradas complacientes, ni elogios, simplemente tiene que existir...
In vita vixit!

vendredi, octobre 28, 2005


A qué país pertenezco:

Al de mis ideas y mis sentimientos, al presente que trata de no mirar el pasado y no piensa en el futuro, a mi necesidad de nombrar, a unas cuántas frases y sensaciones, siempre en movimiento, al grito de Camille Claudel, a la soledad de Vallejo, Rimbaud, y a la locura de Artaud... a la fuerza insubordinada de Virginia Woolf y Flora Tristán, a la arrogancia de Lautréamont, a la vocación humana de Simone Weil y a la inteligencia de Hananh Arendt, al Perú, al sol de Lima, al mar, a los cerros de Chaclacayo, a mi madre (Miryam) y a mi padre (Guilllermo) y a mis hermanos (Dante, Miryam, Rossana), a la ternura de Patricio, a las películas de Irgman Bergman y Antonionni, a Godard y a Rossellini, a Martín Adán y a Mario Vargas Llosa, y a Julio Ramón Ribeyro, a Kafka, a Dostoievski, a Chateaubriand, a Juan de la Cruz (y nunca podré nombrar a todos), a mis amigas, Elba y Tatiana, Rossella (y tampoco), a la soledad de algunas calles de París y al sur de Francia, y a los Pirineos, y en especial el Liceo imperial de Lautrémont, y al centro Pompidou y al lujo de la noche de Lima y el de París, a Torino, a Marsella, a Madrid, a Barcelona, a Tokio y a Nueva York, y a todas las ciudades con las que sueño, a cada una de esas personas que yo he encontrado y que he tratado de querer de alguna manera, a cada uno de esos instantes por efímero e imperfecto, como lo entendía (mi) Nietszche y como lo rechazaba (mi) Emmanuel Kant, y a ese tiempo que atemorizaba a (mi) San Agustín e inspiró todos esos textos sobre el mundo (y sobre Dios) y sobre nosotros, a todo lo que me hace fuerte. Y... por el plural que siempre me habita, por ese tumulto... pertenezco, entonces, a todas partes y a ninguna, a mi país, el Perú, y sobre todo, a Francia por haber sido mi fatum, pero siempre a Perú y siempre a Francia... El deseo es lo único que me une y me mueve, la incandescencia de mi deseo, como el fuego.

foto: Camille Claudel fotografiada por CESAR.

Macht point


La última película de Woddy Allen, toca un tema tabú: el crimen. Es la película más bergmaniana de este director que siempre se ha caracterizado por su humor corrosivo, ingenuo, y juguetón. Aquí , es la impunidad del crimen lo que cuenta: hasta qué punto un crimen queda impune por una cuestión del azar, por la astucia del que lo comete, hasta qué punto la fatalidad es posible? De ahí las referencias clásicas de la película (Sófocles) y en las contemporáneas, Dostoiesvki.
En la mañama, escucho un programa en France Culture sobre los grandes crímenes en la historia, el último fragmento corresponde a la tragedia de Ruanda. Decía el analista: es difícil entender qué sucede con la cabeza de estas personas. Para comprenderlas recurrimos a diarios personales, a su correspondencia y, en casi todos los casos, sentían que obedecían órdenes.
Esto me hace pensar en el texto de Hannah Arendt, Eischmann en Jerusalén, a raíz del cual se le acusó de banalizar el mal al atribibuirlo a una alienación con la estupidez. Buscaré el fragmento para citarlo... Otra cosa que decía el analista es que la mayoría de países donde este tipo de crímenes masivos se producen (por razones religiosas, étnicas o políticas) sucede cuando no se sienten observados por la comunidad internacional. El deber de injerencia es un nuevo concepto ético que significa estar obligado a intervenir cuando la situación lo exige. Hay guerras que se justifican? No lo sé, pero sí creo que es necesario defender un estado de derecho, un principio de justicia que actúa de manera légímitima, respetando ciertos acuerdos. La justicia no es sólo el miedo al castigo (como se lo plantea Raskolnikov en Crimen y castigo), sino una prohibición a dañar la vida de un Otro, como lo veía Emmanuel Levinas: el rostro del otro es la prohibición del crimen.
En la foto, Woody Allen y Scarlett Johansson

jeudi, octobre 27, 2005

Por qué Weyergans

Si fuese miembro del jurado del Premio Goncourt votaría por François Weyergans por el placer de haber leído su libro, por que es cálido y curioso y es sublime conversar con él, porque cuando lo conocí me dijo que tenía una foto del Alpamayo, cuando estaba en la casa de Jean Piaget, pegada en un muro, porque siempre sueña con todo lo que no posee, porque en París nos poníamos a mirar vitrinas y a soñar en amoblar una casa en México, porque hizo películas que fueron un fracaso, porque no creo que le importe el premio Goncourt, porque es distraído y al mismo tiempo, brillante, porque hace que su interlocutora se sienta bien con él, porque escucha y siempre dice: oui, oui, oui, antes de ensayar una respuesta, porque me contaba anécdotas impresionantes sobre Fellini, Poulenc, Camus, porque es refinado y tiene las mismas exigencias con sus amigos que yo, porque contesta el teléfono a medianoche y manda SMSs a la velocidad de un rayo, porque... por muchas razones y a lo mejor, porque Francia no sería lo mismo para mí sin él...

Pr te, Fr W.

mercredi, octobre 26, 2005

Goncourt


La última línea al Goncourt, se corre según dicen los expertos (Frédéric Beigbeider dixit) señoras y señores, entre François Weyergans (Tres días en casa de mi madre, Grasset)y Michel Houellebecq, (La posibilidad de una isla, Fayard, en noviembre, en Alfaguara), las distancias son mínimas, de cerca, los sigue Jean-Philippe Toussaint (Fuir, Minuit), y la polémica existe, Toussaint recibe ataques en un libro de título La literatura en el estómago, que podría llamarse: Cómo destrozar a un escritor? Y todo el mundo se debate entre el gusto (y el susto!) de que Houellebecq gane con su libro polémico, ofensivo, flotante, pero, hay que reconocerlo, que no está mal (sic), o que sea el encantador Weyergans, tan refinado, tan divertido, tan vivo, tan parisino.... la opción menos terrible.... La primera semana de noviembre se barajan las últimas cartas, por lo pronto, el diario Le monde anuncia su última selección el próximo juevesy el Renaudot, mañana, que está entre Richard Millet y Yasmina Kadra. Et patati patata...


En la foto, Weyergans en posición un poco... belicosa? Foto del diario Le monde.

dimanche, octobre 23, 2005

Adolfo

Benjamin Constant (1765-1830), sólo escribió dos novelas, además de numerosos escritos políticos, Adolfo y Cecile. Es de la primera que deseo hablar, porque, releyéndola, he descubierto que su personaje principal, Adolfo, es de completa actualidad. Adolfo es un joven que se enamora de una mujer mayor que él, pero no es un amor generoso, valiente, no, es un amor cobarde, inseguro, especulador... Y Eleonora, la protagonista, sin ser víctima, porque actúa y exige, se hunde poco a poco, hasta morir. Es un drama muy de su época, sólo que la sobriedad del estilo y la lucidez del contenido, lo mantienen vivo. Cuelgo dos cartas que están al final del libro (la novela en castellano, se puede encontrar en por Internet, en el www.elaleph.com), la primera, del autor al editor y la segunda la respuesta de éste. Creo que Adolfo es ese quidam de nuestra época, hombre o mujer, profundamente humano y, por eso, tan débil, tan perfectible también.

Nota bene: Ayer publiqué un comentario personal sobre el libro de la poeta peruana, Carmen Ollé en el suplemento Babelia, del diario El País http://www.elpais.es que se puede ver en su edición digital sin suscripción. La columna que está reservada a autores latinoamericanos, se llama Verbo sur.


Carta al editor de la novela Adolphe, de Benjamin Constant

Le envío, señor, el manuscrito que ha tenido la bondad de confiarme. Le agradezco este gesto, aunque haya despertado en mí algunos recuerdos tristes que había borrado. He conocido a la mayoría de personajes que figuran en esta historia, porque es demasiado verdadera. Yo he visto muchas veces a ese extraño y desafortunado Adolfo, quien es a la vez el autor y el héroe; y he tratado de arrancar a través de mis consejos a la encantadora Eleonora de su lado, digna de una mejor suerte y de un corazón más fiel, al ser perjudicial, que no más miserable que ella, la dominaba por una especie de encanto, y la destrozaba con su debilidad. Hélas!, la última vez que la vi, creía haberle dado un poco de fuerzas para armar su razón contra su corazón. Después de una larga ausencia, regresé a los lugares donde la había dejado, y no encontré más que una tumba.
Usted debería, señor, publicar esta anécdota. No puede de ninguna manera herir a nadie, y no sería, a mi punto de vista, sin sentido. La infelicidad de Eleonora prueba que el sentimiento más apasionado no puede luchar contra el orden de las cosas. La sociedad es demasiado fuerte, se reproduce de diferentes maneras, y procura demasiadas amarguras al amor si es que no lo ha sancionado; la sociedad favoriza esa tendencia a la inconstancia y ese cansancio impaciente, enfermedades del alma, que surgen muchas veces en medio de la intimidad.
Los indiferentes ponen un cuidado maravilloso en enredarnos en nombre de la moral y son dañinos por fidelidad a la virtud; pareciera que la visión de la afección les molestara, porque son incapaces de sentirla; y cuando se pueden valer de un pretexto, gozan atacándola y destruyéndola. Infelicidad entonces para la mujer que se recuesta en un sentimiento que reúne todo para envenenar, y contra el cual la sociedad, mientras no se vea obligada a respetarlo como legítimo, sirve de todo lo que hay de peor en el corazón del hombre para elimimar todo lo que posee de bueno!!
El ejemplo de Adolfo ne sera menos ilustrativo, si le añade que después de haber rechazado al ser que amaba, no ha estado menos inquieto, menos agitado, ni menos descontento; no hizo nada con su libertad reconquistada al precio de tantos dolores y lágrimas; que haciéndolo digno de censura lo hacían también digno de piedad.
Si necesita pruebas, señor, lea las cartas que le instruirán sobre la suerte de Adolfo; verá que en circunstancias diferentes es siempre la víctima de esa mezcla de egoísmo y de sensibilidad que se combinan en él para su mala suerte y el sufrimiento de los otros; previniendo el mal antes de hacerlo, y retrocediendo con desesperación luego de haberlo hecho; castigado por sus cualidades que se alimentaban de sus emociones y no de sus principios; a su vez el más fiel de los hombres y el más duro de ellos, pero siempre terminando por ser duro, luego de haber comenzado por la fidelidad, dejando así sólo rastros de sus errores.

RESPUESTA DEL EDITOR

Sí, señor, publicaré elmanuscrito que me ha envíado (no es que piense como usted en su utilidad; cada uno aprende de su lado en este mundo, y las mujeres que lo leerán se imaginarán todas haber conocido a alguien mejor que Adolfo o ser mejor que Eleonora); pero lo publicaré como historia verdadera de la miseria del corazón humano. Si encierra una lección instructiva, es al corazón de los hombres a quienes está dirigida: demuestra que ese espíritu del que estamos tan orgullosos, no sirve ni para encontrar la felidad ni para darla; prueba que el carácter, la firmeza, la fidelidad, la bondad, son dones que hay que pedir al cielo; y no llamo bondad a esa piedad pasajera que no vence a la impaciencia, sin impedirle abrir las heridas que un instante de remordimiento ha cerrado. La gran pregunta en la vida, es el dolor que causamos, y la metafísica más ingeniosa no justifica al hombre que desgarra el corazón que lo amaba. Por otra parte, detesto esa fatuidad de la mente que cree justificar lo que explica; detesto esa vanidad que se ocupa de sí misma contando el mal que ha hecho, que tiene la pretención de inspirar compasión describiéndose y que, sobrevolando indestructible sobre las ruinas, se analiza en lugar de arrepentirse. Odio esa debilidad que se vale siempre de los otros para justificar su propia impotencia y que no ve que el mal no está en los alrededores, sino más bien en ella. Habría adivinado que Adolfo ha sido castigado con su carácter por su mismo temperamento, que no ha seguido ninguna ruta trazada, realizado ninguna carrera útil, y que ha consumido su talento sin otra dirección que el capricho, sin otra fuerza que la irritación, hubiera, digo yo, adivinado todo eso, aún cuando no me hubiese contado los detalles de su destino, del cual no sé si me serviré. Las circunstancias son poca cosa, el carácter lo es todo; vanamente rompemos con los objetos y las personas exteriores sino sabemos romper con nosotros mismos. Cambiamos de situación, pero transportamos en cada uno de nosotros el tormento del que pensábamos liberarnos, y como no nos corregimos desplazándonos, añadimos sólo remordimientos a los remordimientos y faltas a los sufrimientos.

samedi, octobre 22, 2005

MADRE


Madre, hace mucho tiempo que quería escribitre para decir muchas cosas, cosas que nunca me he atrevido a decirte, por ejemplo, cuánto te extraño, cuánto extraño tu presencia, tu voz, tu manera de existir. ¿Qué sucede, mamá, es que cuando digo ese nombre, Madre, me refiero al origen, no lo sé? Lo que sé es que siempre he pensado en ti como si fueras yo, quiero decir, que cuando vivía algo importante, pensaba en cómo las habías vivido tú, pensaba en el amor de una madre, en si este es incondicional, porque conozco muchas teorías sobre el instinto, sobre ese instinto de especie, etc.. ¿y qué nos enseña, el amor se enseña de veras? Pensaba en esas tardes en que íbamos a Cusipata, en un barrio burgués como Chaclacayo, ¿un nombre quechua, verdad? Y en esas correrías, tú con el coche empujando a Rossana, mi hermana, y nosotros detrás de ti, solos, contigo, con tu separación y con tus ganas de seguir siempre Viva, disfrutábamos esos instantes como si fuesen la promesa de un paraíso, el nec plus ultra del placer. Recuerdo esas ocasiones como situaciones especiales, trascendentales, en mi vida. Cosas que me han hecho ser como soy, escribir, a lo mejor, pensar en cómo fue tu historia personal, en cómo pudiste salir sola de todo eso, si por tí misma, o por el amor a tus hijos ( o a ese fantasma de mi padre, querido siempre, pese a todo, al final, el hombre, es el Otro), yo Dante, Miryam Rossana, o simplemente, por un acto de generosidad, sólo porque se vive así, para esos seres que crecen y que ignoran su propia vulnerabilidad y se desea protegerlos, por qué, entonces, madre? Y por qué entonces yo escribo y renuncio a todo lo que me estaba destinado como una mujer, al final, los desclasados, los que vivimos en un trampolín, entendámonos, ¿por qué, yo decidí escribir y nombrar las cosas y tener esta arrogancia que es muy personal pero que tiene que ver con sobrevivir, subsistir con una especie de terquedad, de grito que no soporta el silencio? Yo descrubría tus textos de poesía en el escritorio que había sido de mi padre y te envidiaba, y me decía, ¿qué es esto de escribir, de dejar huella? Seguro, te envidiaba, a mi madre, sin saber que yo también me perdía en ese camino largo de escribir y dejar rastros, mujeres, nosotras. En todo caso esto es también un rastro, una huella, de lo que he vivido y que es yo, y es tú, y es nosotros, es ese plural de la escritura.

Foto: madre y sus hijas.

He aquí algunos fragmentos de los textos mencionados.

Me gusta que se demore en mi casa, que no baje enseguida en la noche de París para llamarme minutos más tarde, desde su celular, desde la calle Tolbiac, con estas palabras: te extraño, siempre las mismas palabras a través de las cuales trata de exorcisar lo que ella llama, la ausencia, extrañar, y que no puede ser sino una última onda de placer, sin darse cuenta que el lenguaje dice también otra cosa: que la extraño, a ella, Marina, que la pierdo, que seguro la empecé a perder el día que la conocí.

Richard Millet, Ma vie parmi les ombres (Mi vida entre las sombras), Gallimard, 2003.


Quisiera morir muy tarde y en buena salud. Hablo de la muerte, puesto que un libro que no habla de eso no se toma en serio. Los autores de autobiografías son privilegiados: tienen muchas muertes qué contar. ¿Para qué escribir sobre los muertos? La muerte de los otros nos conforta en la medida que la nuestra es preciosa, importante, esencial, única. Nuestros muertos valorizan nuestras vidas. Les sobreviviremos prometiéndoles pensar en ellos, lo que no es una ganga para el regalo que nos hacen, es decir, permitirnos seguir vivos. Por supuesto, regresando del cementerio nos alegramos que esta vez no haya sido nuestro turno. Hace tiempo que tengo un gran deseo de pasearme en pijama por la calle. Cuando tuve uno, no me atreví a hacerlo, y hoy ya no me pongo pijama. Me encantaría que los vendedores de antiguedades me regalen una mesa o un sillón que admiro, que lo hagan espontáneamente, de preferencia agregando que les gusta mucho mis libros. Me gustaría pagarme una veintena de hoteles de lujo en muchas partes del mundo, con una terraza privada con vista a un lago, un oceáno, una cadena de montañas, una avenida muy animada, en Zázibar, en Madrid, en Londres, en Lugano, en Akasaba Prince Hotel, en Tokio, en el Métropole de Bruselas, en el Hotel de Rusia, en Roma, en Duchesa Isabella, en Ferrara, en el Bosphorus Psaha, en Estambul....

François Weyergans, Trois jours chez ma mere (Tres días en casa de mi madre) Grasset, 2005.


Lloraba. Estaba de pie en el tren, y lloraba, lloraba en silencio, sin humores y sin lágrimas, la frente sudando y una camisa desabotonada. Estaba inmóvil. Tenía siempre ese plástico enloquecido en mi campo de visión que se remecía al viento como una vela desgarrada, y mi cabeza estaba inundada de imágenes contradictorias, de sol y de noche, de iluminación y de tenebras. No sabía dónde me encontraba, sentía el ronquido regular del tren de noche, cuando vi de pronto aparecer a Li Qi, quien venía de cerrar delicadamente la puerta de los wagones y avanzaba hacia mí en la penumbra azul del corredor.

Jean-Philippe Toussaint, Fuir (Huir), Minuit, 2005.

Traducción de Patricia de Souza. En la foto, el pueblo de Viam, Siom en las novelas de Millet.

vendredi, octobre 21, 2005

premios




Renaudot

En Francia se viene el mes de los premios, el Renaudot, luego, el Goncourt, famoso porque una vez le fue negado a Louis Ferdinand Celine, el autor de Viaje al confín de la noche, premio que ahora tiene como favorito a Michel Houellebecq. De paso, pongo el vínculo con el diario El Comercio, de Lima, sección Dominical del 9-10, http://www.elcomercio.com.pe, en el que he publicado una crítica sobre su última novela, Una isla posible, que debe aparecer en la editorial Alfaguara. Sucede que los premios se han convertido en una especie de campaña publicitaria para autores conocidos, y han dejado de ser la compensación de un trabajo o su descubrimiento. Por eso, si un libro no se vende o no gana premios, sus autores podrían decir lo siguiente:“es que el mundo va bien”, porque lo contrario sería sospechoso. Y hablando de eso, el premio Renaudot está a punto de designarse, Richard Millet, amigo mío, está entre los favoritos, pero no lo tendrá, no lo conseguirá porque Millet es un autor difícil, poco simpático (lo siento Mill), virtuoso en extremo, pero de alguna forma anacrónico, encerrado en ese mundo extraño de su infancia en Siom, en La corrèze francesa, entre fantasmas de mujeres que cuidaron de él y lo hicieron incapaz de soportar el displacer, por lo que sus libros son como él, terribles, (Ma vie parmi les ombres, Gallimard, 2003, es uno de los mejores), épicos, trágicos, extensos como el hilo de Ariadna, porque el aliento de su frase es impresionante, en fin, porque es un escritor y ningún premio legitimara la nobleza que debería tener ese nombre.

Goncourt

El presidente del premio Goncourt, François Nourrissier ha dicho que sino se lo dan a Houellebecq renuncia al premio o algo así. En comida con el Presidente Jacques Chirac, le comentó su deseo y él le contestó con la parsimonia que lo caracteriza: pero, mi estimado Nourrissier, Houellebecq es un escritor del bosque (sic: por querer decir, supongo el bosque de Boulogne, donde se prostituyen mujeres y transexuales)... (¡!)
Hay un autor que es el anticongourt, alguien a quien conozco y quiero mucho, ese autor se llama François Weyergans y ha escrito un libro conmovedor, Tres días en casa de mi madre, Grasset 2005, es un libro sobre el deseo, el deseo en su forma más irreverente (en ese sentido, es su lado trágico, el deseo nunca se extingue) y más libre, sobre cómo nunca, nunca renuncia a él y se mantiene vivo a través del contacto con los otros, y a través del pensamiento que es refinado y agudo, sin nada de cinismo, casi como la mirada de un niño que no deja de sorprenderse. En este libro el motor en marcha (a diferencia de Houellebecq en el que el deseo pierde y amarga a su protagonista, Daniel) es el amor, entonces, su autor es quizás la muestra de esa historia solitaria, apasioanada, inmadura, por rebelde, indomable, que es la creación. Al final, Weyergans, gana la partida. De hecho.
Otra novela, sublime, es la de Jean Philippe Toussaint, no sé si le den el Goncourt, pero haberla leído ha sido una inyección de sensualidad, de delicadeza en la mirada de ver el mundo y la relación entre un hombre y una mujer: Toussaint, no es muy conocido, aunque los rumores dicen que se habla mucho de esta novela cuyo título también es poético y sutil: Fuir (Huir, Minuit, 2005).
He visto la exposición sobre la melancolía en el Grand Palais, en los Campos Elíseos, que reúne una cantidad impresionante de obras de arte de todos los tiempos, desde grabados de Durero hasta cuadros de Francisco de Goya, pasando por Di Chirico, en todos los casos, para hablar de la melancolía, la acedia, como la conocían en la antiguedad y que ha pasado a ser conocida en nuestra época como depresión. Había fragmentos de Robert Burton, el genio que escribió el Tratado de la melancolía, traducido primero al español, y también fragmentos de Chateaubriand, Madame de Rolland, una autora epistolaria brillante, hasta fragmentos de Sartre y Houellebecq... Me decía, mientras miraba los cuadros de Goya y algunos grabados de Durero, que España había desaprovechado un lugar de privilegio en el relato cultural Europeo ( no se le considera como una país que brille por su cultura), no sólo por Cervantes y su aporte a la novela, pero por Goya y Velázquez, dos genios indiscutibles, insuperables en la historia del arte.

En la foto, arriba, jurado del premio Renaudot (atribuído a Celine, a Jean Marie Le Clézio, en la foto, en la primera fila, a la izquierda, y Michel Butor, entre otros autores).

dimanche, octobre 16, 2005

La intimidad

Ahora que colgué un texto en primera persona, pensaba en los límites de la ficción, en la autobiografía, y el neoligismo de la Autoficción. Pensaba en cómo ella compromete y a veces no deja sino la sensación de haberle confiado un secreto al lector, algo que no puede comentar....
Acabo de leer dos novelas en primera persona, entre el límite de lo que acabo de plantear, la primera es "Huir", de Jean Philippe Toussant, y la segunda, "Tres días en casa de mi madre" de Francois Weyergans. Las comentaré cuando haya tomado distancia con ambas novelas, y con uno de los autores, amigo y un poco cómplice, un poco pantera, un poco rapaz...

lundi, octobre 10, 2005

Texto

Cuelgo un texto reciente e inédito que he escrito bordeando los límites de la confesión. Pero que no deja de ser una ficción. No hay imágenes, aunque el resultado final, el libro impreso, sí llevará fotos. Lo que me interesa es la fuerza del texto, su inscripción en la sensibilidad del que lo lee . Con eso, considero que mi trabajo ha sido completado.



What’s wrong with this picture ?
Placebo


Las imágenes de este libro no pretenden ilustrarlo. Están ahí en forma de marca apenas visible, a veces, tan sólo visibles en una cierta oscuridad. Ellas revelan no sólo la parte ausente de un cuerpo querido, de un gesto o una mirada, sino también su pérdida definitiva. He intentado saber qué sucede cuando las palabras siguen esas marcas trazando un rastro en forma de cicatriz. Algo que las evoca por medio de un lenguaje casi sordo y siempre silencioso, un lenguaje que transpira. Este gesto terco desea obtener lo máximo de ellas, acompañándolas de un movimiento que casi siempre queda incompleto, y de ahí que la imagen sea borrosa, siempre imprecisa.


Tengo varias fotos de Tristan en el disco duro de mi computadora. Fueron tomadas mientras estuvo a aquí, durante una semana. Por ahora me es imposible lograr separarme de ellas y no sentir que una luz oscura cubre esas imágenes, algo que las hace impenetrables y enigmáticas. Y entonces todo es negro. Como si apagasen la luz. Debe ser aquéllo que no nos es revelado en nuestras vidas, aquéllo que nunca terminamos por saber. Con Dios muerto, sólo una cosa nos queda, conocernos a través de los otros.
Si elijo una de ellas para ponerla frente a mí, lo que veo es un rostro ovalado, el mentón se hunde en el pecho, la boca es grande y se mantiene sellada, guardando su secreto. Lo que ilumina ese rostro es la mirada, brillante, húmeda, impregnada de un resplendor fatuo. Ese rostro se me aparece en toda su desnudez, sin defensa y sin máscara. Debe ser su edad y la forma cómo ignora lo que sucede a su alrededor, o lo que suscita cuando se mueve y respira. Cuando hace un gesto para estirarse y alcanzar el marco de la puerta dejando ver el borde de su ropa interior que muerde un poco la caída de sus riñones. Es una mirada dócil, que se proteje bajo la rigidez de la mandíbula, enmarcada por esos gestos que niegan la porosidad de los ojos, niegan una persona sensible, no saben que está allí, que existe. No la han visto. Esos ojos te miran, pero no te miran para reconocerte sino para decirte que todavía tú no existes, que a lo mejor jamás vas a existir, que estás destinada a ser una anécdota, una sombra que ha pasado un día, lejos de sus necesidades. Y es lo que veo en la otra foto, en ésa en la que estoy sentada, y un gesto de frustración se contiene en el ceño. Un gesto que escarba y golpea el exterior para lograr una respuesta. Pero se queda silenciado y solo.
Ese rostro está allí, entre el niño y el hombre, el hijo y el amante, el hermano, y nuevamente el amante, está allí en toda su ausencia, escribiendo un texto invisible al pie de la foto, de que nunca jamás, nunca jamás volverá a estar presente. Nunca más ese cuerpo, de esa forma: deseado sin esfuerzos y sin comprender qué está pasando ni qué tabú se rompe cuando me acerco para tocar su piel. A los quince años pude haber sido su madre.
Llamé a una amiga para preguntarle cuántos años de diferencia hay entre ella su pareja:
Veinte y no son nada.
No es su edad lo que me duele, al final de cuentas los hombres viven sin culpabilidad sus amores por mujeres más jóvenes y en el fondo no hay ningún tabú que romper, es ese espacio de tiempo que no hemos compartido lo que representa una zanja que no puedo saltar, una zanja oscura como la de una muerte próxima, una ausencia a la que no me acostumbro con el paso de los días. Ese fantasma de su cuerpo, ese silencio que sigue a su ausencia. Como en una foto.

Fragmento de Aquella imagen que transpira, texto inédito.
Copyrigth: Patricia de Souza

vendredi, octobre 07, 2005

Diario

Sigo con el Diario del África, este fragmento me gusta, expresa parte de los malestares que padece una persona en un país rico, la futilidad de las riquezas materiales, la incapacidad de encontrarle un sentido verdaderamente valioso a la vida, la soledad del individuo contemporáneo. Sobre todo que he terminado por comprender que se trata de una persona que tiene unos 35 años, profesional, que vive entre París y el sur de Francia y está a la busca de algo: ¿el amor, la comprensión?...


Viernes, 19 de setiembre del 2003, Bobo Dioulasso

Mi frustración es muy grande al verme obligado a regresar a Francia. No necesito de todas las riquezas acumuladas allá. Esta mañana me levanté a las 5 de la madrugada para poder ver la salida del sol. He visto cómo se despertaba la ciudad y no tenía ganas de irme; durante la mañana las mujeres van hacia el centro de la ciudad y es la paz... Para los hombres. Y como soy un hombre, el África está hecha para mí, como sometida a mis sentimientos. Porque en realidad todo mi problema es que en Europa estoy sujeto a la agresividad del sistema, incapaz de reaccionar, tetanizado por ella. La única salida sería ser violento y aunque mi moral no me lo prohibe, la sola prohibición de la ley, la autoridad, la brutalidad fría de la estructura estatal, hacen que me inhiba de ejercer cualquier tipo de violencia a lo mejor liberadora (aquí, me gustaría que hubiese sido más claro, pero, ni modo). Entonces, dos soluciones se imponen, someterse o huir hacia mi pobre paraíso, África. He ahí mi proyecto de vida, vivir en el África, construir a mi ritmo, lentamente.

lundi, octobre 03, 2005

Ayer, después de una conversación telefónica, pensaba en que había tenido una discusión agotadora en la cual no había podido comunicar nada de lo que creía, ni de lo que esperaba. La comunicación todo el tiempo cortada por ruidos externos o por una falta de atención de mi interlocutora. Incluso, hubo incoherencias que yo traté de enderezar, preguntando qué se me quería decir, sin resultados. Escribo esto porque pienso que todo trabajo de Escritura (comentaré después cómo define la escritura el Estructuralismo de Roland Barthes) es una forma de imponerse a esa incapacidad de comunicación del lenguaje, en todo caso, es la apuesta de la que siempre hablo, casi una promesa porque para creer rozamos en algo un sentimiento religioso. La coherencia del lenguaje, su eficacidad, claridad y afectividad , la solidez del sintagma y la coherencia de la frase, están ligados en una confianza en el futuro, pero también a la posibilidad de poder contar nuestra historia (ver artículo de Paul Ricoeur en las Notas a Palincestos), y todos, todos necesitamos hacerlo para estar sanos. Es lo que decía Julia Kristeva a propósito del psicoanálisis,la posibilidades narrativas de nuestra historia, su perfomance, es la mejor prueba de nuestra salud mental. Me aterró cuando alguien me dijo que mucha gente clamaba el regreso de Alberto Fujimori, eso sí me pareció patético, y me hice de nuevo la pregunta: ¿cuándo tendremos tiempo de pensar con tranquilidad en nuestra propia historia? ¿Cuándo las capacidades analíticas, sintéticas, etc... dejarán de estar atenazadas por la pobreza y la miseria, por esa especie de estado de desconcierto que crea vivir al día, sin saber qué nos espera mañana? No lo sé. La desesperación es la peor de las consejerasy no deja pensar, y sin embargo es lo que siente todos los días una persona que se levanta y no tiene para lo indispensable, en esos pueblos jóvenes abominables que se extienden sobre el desierto de Lima. Simone Weil tiene un libro muy hermoso sobre las razones de la libertad y la opresión, una gran crítica a lo que fue la utopía marxista de la época, y un análisis interesantísimo de lo que es una sociedad libre. Hay que leer a Simone Weil (http://webs.sinectis.com.ar/hgonzal/lit/sweil1.html) no solamente por su manera sutil de analizar hechos contemporáneos, sino por su pasión y entrega a los otros, porque su vida fue exactamente como lo fueron sus libros.
En Notas a Palincestos encontrarán un artículo sobre Hannah Arendt, publicado en el diario La razón, de Madrid, que recomiendo leer. Y he creado otro blog con textos de ficción en francés para el espacio francófilo, Fuites. Se puede entra yendo al perfil del autor.

Seguiré con el diario del África en algún momento y con la traducción del texto de Madame de Stael....

mercredi, septembre 28, 2005

Debord



Debord

A medida que la necesidad se encuentra socialmente soñada, el sueño se hace necesario: El espectáculo es el mal sueño de la sociedad moderna encadenada, que no expresa sino su deseo de dormir. El espectáculo es el guardián de ese deseo, escribe Guy Debord en su libro La sociedad del espectáculo, editado por primera vez en el año 1941 y reeditado por la editorial Gallimard en 1992. Debord, uno de los fundadores del movimiento Situacionista, no ha sido muy bien comprendido en su crítica a la sociedad de consumo en la cual todo se convierte en espectáculo deshumanizándose en el momento del intercambio, la plusvalía, según Marx, perdiendo autenticidad y valor. Walter Benjamin también ha hecho una análisis de cómo el arte se proletariza a raíz de la reproducción en su texto El arte en la era de su reproducción técnica, sobre todo en los casos de la fotografía y el cine. De alguna forma el arte se ha hecho más concreto, más humano, a mi modo de ver, sin quedar exento de un contenido político. Estamos en una época en que lo privado y lo público están unidos, el arte es entonces cada vez más político, pero no por eso pierde independencia. Hablando de eso, el último número de la revista L’infini (Gallimard 2005) dirigida por Philippe Sollers, publica una entrevista con el mismo Sollers en la que habla de Debord y Lautréamont, quien no ha leído al segundo, no entiende al primero, nos dice Sollers. No sé si tanto así porque Debord no es fácil, no es fácil porque sus ideas son complejas y no siempre claras, mientras que leer a Lautréamont no necesita sino una entrega al texto. También incluye una crítica de Doris Lessing a lo políticamente correcto. Escribe Lessing: El talento no está necesariamente asocidado a una disposición de mártir, ni siquiera al coraje. La historia de nuestro tiempo es tal que nuestro modelo debe ser un Ernst Toller (escritor y dramaturgo alemán que se suicidó en 1933), un Soljennitsyne, los escritores asesinados o perseguidos de ciertos países musulmanes. Para un escritor es bueno tener talento, pero, para ser conocido, es todavía mejor haber estado en prisión, luchar contra el cáncer o ser condenado a muerte como Salman Rushdie. Los escritores como víctimas, he ahí nuestra mentalidad, mas no hacemos caso a los talentos desperdiciados o amargados. También contiene un artículo de la escritora inglesa Jeannette Winterson sobre la Semiótica del cuerpo en el cuál denuncia la categorización de la literatura (gay en su caso) y la fobia de todo lo que representa lo contrario del ghetto: Si aprendemos a vivir en dos mundos, el nuestro y el dominante, por qué no aprender a vivir en mundo múltiples, en los extraños mundos prismáticos que ofrece el arte?
Tal vez si hasta ahora hemos vivido en un mundo dominante y otro dominado, la era del Internet hará que la horizontalidad de la comunicación dicte sus propias reglas. Me refiero a que cada vez será más difícil imponer el gusto desde arriba. Los valores estéticos serán menos rígidos y se verán obligados a aceptar la pluralidad, o en todo caso, la comparación. Me pregunto si los editores de hoy, no son las personas que como mi amigo Ricardo Sumalavia hacen un blog con textos escogidos, y así otras personas harán el suyo para dar con su público... Y los escritores no serán sino simples criaturas un poco atormentadas con su ingenio.... ah, ah!

Who knows?
En la foto, Guy Debord.

samedi, septembre 24, 2005

La ingenuidad

Leyendo el blog de Iván Thays http://www.notasmoleskine.blogspot.com (a lo mejor los escritores nos leemos mutuamente como una manera de dialogar en la distancia), encuentro una mención a una conferencia dada por Mario Vargas Llosa en Rumania, en la cual habla de una pérdida de fuerza en la literatura producida en las sociedades democráticas (analiza el caso de España), en favor de una producción más realista y menos ambiciosa. Esto me ha llevado a preguntarme qué es lo que sucede, cuál es la crisis de valores e ideas que afrontamos los que escribimos en este nuevo siglo. No hay una sóla respuesta sino una especie de Promesa de respuesta, o de apuesta. Pensaba que, como dice Vargas Llosa, esa ingenuidad perdida es indispensable. La literatura, preferiría decir, la creación en general, es una creencia en el poder de esos productos, digamos, espirituales. De alguna manera creemos que algo se va a transformar y apostamos por ello, con todos los riesgos que eso representa. Si Vargas Llosa escribe y se entrega con la misma pasión de siempre, es a lo mejor porque es ingenuo, pero esa es justamente su fuerza. Yo pienso en todos aquéllos que incluso escribiendo siempre somos lectores sedientos de un pedazo de vida humana en una novela, de un brillo fatuo -poco importa-, intensoy efímero. Cada vez que busco un libro me aferro a sus frases que dan vida a otras personas, a otras voces que miran el mundo de otra forma. ¿Alguna vez llegaremos a sentir todos igual? La idea de que la pluralidad se extinga da miedo, pero si un escritor es también una forma de sentir, con un lenguaje que expresa su patología y su desencanto, ¿no será una manera de ir en contra del cinismo que por momentos impera en la literatura? Nuestra parte más importante, más humana, es el comenzar siempre de nuevo, es ese Hacer que abriga la esperanza de que todo puede volver a empezar, incluso en las situaciones más desesperadas. Es seguro otra ingenuidad, pero puede que sea sólo una creencia. No absoluta, libre y frágil como un puente que quiere extenderse hasta tocar el otro extremo: el otro.